Centrándome en los dos únicos largometrajes dirigidos por Alexander Payne que conozco (su anterior Entre copas sería el primero) no puedo más que aplaudir su manera de entender el oficio cinematográfico y afirmar que es perfectamente capaz de seguir filmando grandes películas en el futuro, siempre que mantenga los principios de honestidad de los que he hecho gala en estos dos trabajos. Y digo esto a pesar de que, sobre todo en este último film, recurre a menudo a dos de las herramientas narrativas que más detesto del cine, a saber, la narración con voz en off para facilitar o parafrasear lo que podía haberse contado con imágenes y la música extra-diegética como subrayado de ciertos momentos dramáticos. Y es que incluso en estos casos pienso que Payne aplica esos principios a los que me refiero, y son consecuencia de que el director intenta desaparecer como estrella de la función, resolviendo estos momentos con oficio, como si no quisiera aportar ningún tipo de virtuosismo a la historia de partida, si bien al final sí que hay mucho de su habilidad en el resultado final, al tiempo que estos relatos de terceros que escoge para sus películas terminan perteneciendo al universo personal del director. Lo que mejor se le da a Payne es ofrecer una visión renovadora tanto del norteamericano de clase media como de los escenarios por los que se mueve, y a los ojos del director los viñedos de California o las playas de Hawái están en un lugar intermedio entre la postal turística y la trastienda del documental.
Todo ello entra dentro de una manera de entender el trabajo de Payne en el que prima la constancia y la contención. En palabras del director, de la novela de Kaui Hart Hemmings en la que se basa su película le conmovieron los momentos en el que el protagonista "se ve obligado a realizar un acto de amor, que es decirle al amante de su esposa que a ella le queda poco tiempo", y "el del final en el que la mujer del amante viene a despedirse de la moribunda" (Entrevista a Alexander Payne por Gabriel Lerman, Dirigido por..., enero 2012), sin embargo, Payne tiene la decencia de no elevar el tono en ninguna de estas dos escenas para él climáticas, y trata con el mismo respeto el resto del relato original. El problema de esta constancia tal vez sea que salgan a flote algunos defectos del guión que deberían haberse atenuado, cuando no eliminado, como son dar un aire de sorpresa al momento en el que Matt King (George Clooney) descubre que el amante de su esposa es uno de los principales implicados en la compra de las tierras que la familia de King tiene intención de vender, cuando esto es algo que espera el espectador desde el momento en el que Brian Speer (Matthew Lillard) se presenta como un pez gordo del negocio inmobiliario, o la escena nocturna de confesión entre King y Sid (Nick Krause), personaje que es poco más que el alivio cómico de la función, por lo tanto nada hay que pueda enseñarle al protagonista acerca de cómo afrontar sus problemas. Pero también se agradece que continuamente el director deje que sea el espectador el que saque sus conclusiones: personalmente, y sin poder asegurar que fuera ésta la intención del realizador, creo que la clave del relato la da el momento en el que la cámara se sitúa en el cogote del Clooney, para encadenar una reunión familiar de negocios al aire libre con una escena íntima en un hospital, y es que, en sentidos muy distintos, tanto los primos y hermanos, que ostentan una fortuna familiar, como las hijas del protagonista, que representan su legado en vida, pueden ser "los descendientes" a los que se refiere el título. Además, Payne jamás es tajante a la hora de juzgar a sus personajes, que son, en definitiva, el pilar de su discurso, y aquí hay que destacar las logradas interpretaciones de su elenco, no sólo en lo que concierne al (excesivamente) aplaudido trabajo de Clooney, también al sonado descubrimiento de la joven Shailene Woodley en el papel de la hija del protagonista, o la fugaz aparición de Judy Greer como brillante contrapunto femenino de éste.
The Descendants - Alexander Payne - 2011 [ficha técnica]
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domingo, 29 de enero de 2012
jueves, 26 de enero de 2012
Lo mejor de 2011
Este año vuelvo a tener muy difícil completar mi lista de favoritas, sobre todo porque al revisar lo que opinan los demás me he encontrado con que todavía tengo pendientes de ver varias imprescindibles. En cualquier caso, ahí dejo una lista provisional, tal vez la modifique cuando tenga ocasión de ver las últimas de Raoul Ruiz, Aki Kaurismäki, Mia Hansen-Løve, Roman Polanski, Xavier Beauvois o los Dardenne:
Como cada año vamos a hacer un repaso de lo que dice la prensa, incluyendo al final los votos a partir de los cuales se han confeccionado algunas de las listas. Aun no tengo en mi poder las votaciones de Fotogramas, pero tengo intención de actualizar esta entrada con esa información en cuanto me sea posible.
Empecemos con la lista de Fotogramas:
Ahora vamos con la web Miradas de cine. Igualmente, he alterado el orden siguiendo el criterio de la anterior:
En cuanto a las listas extranjeras, veamos primero Cahiers du Cinéma Francia:
Actualización (16 de febrero de 2012)
Incluyo los votos correspondientes a la lista de Fotogramas:
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Empecemos con la lista de Fotogramas:
- Españolas:
- Extranjeras:
Favoritas | votos | puntos | |
1 | Misterios de Lisboa | 12 | 98 |
2 | El Havre | 9 | 75 |
3 | Valor de ley (True Grit) | 8 | 52 |
4 | Melancolía | 8 | 46 |
5 | El árbol de la vida | 7 | 60 |
6 | El niño de la bicicleta | 6 | 31 |
7 | Nader y Simin, una separación | 6 | 30 |
8 | Tournée | 6 | 29 |
9 | El extraño caso de Angélica | 5 | 39 |
10 | La piel que habito | 5 | 31 |
Invisibles | |||
1 | L'Apollonide | 5 | 45 |
2 | The Deep Blue Sea | 4 | 35 |
3 | Essential Killing | 4 | 30 |
4 | The Turin Horse | 3 | 27 |
5 | Hors Satan | 3 | 24 |
6 | The day he arrives | 3 | 24 |
7 | Declaración de guerra | 3 | 23 |
8 | Take Shelter | 3 | 22 |
9 | Abrir puertas y ventanas | 2 | 18 |
10 | Color perro que huye Guilty of Romance | 2 | 16 |
Ahora vamos con la web Miradas de cine. Igualmente, he alterado el orden siguiendo el criterio de la anterior:
Favoritas | votos | puntos | |
1 | El árbol de la vida | 29 | 254 |
2 | Melancolía | 23 | 136 |
3 | Cisne negro | 22 | 131 |
4 | Drive | 21 | 147 |
5 | Misterios de Lisboa | 18 | 118 |
6 | Le Père de mes enfants | 16 | 81 |
7 | Un método peligroso | 16 | 75 |
8 | La piel que habito | 14 | 72 |
9 | Valor de ley (True Grit) | 14 | 40 |
10 | El Havre | 13 | 79 |
Sobrevaloradas | |||
1 | Super 8 | 11 | 96 |
2 | El árbol de la vida | 8 | 76 |
3 | Un método peligroso | 5 | 47 |
4 | The artist | 4 | 38 |
5 | Melancolía | 4 | 36 |
6 | Drive | 4 | 35 |
7 | Valor de ley (True Grit) | 4 | 35 |
8 | Sucker punch | 4 | 33 |
9 | I'm still here | 3 | 27 |
10 | La piel que habito | 3 | 25 |
No estrenadas | |||
1 | Guilty of Romance | 8 | 72 |
2 | 4:44 Last Day on Earth | 7 | 59 |
3 | The Turin Horse | 7 | 59 |
4 | Himizu | 6 | 49 |
5 | Meek's Cutoff | 5 | 44 |
6 | Low life | 4 | 36 |
7 | L'Apollonide | 4 | 33 |
8 | Jiabiangou Killer Joe | 2 | 19 |
9 | Autobiografia lui Nicolae Ceausescu El estudiante | 2 | 18 |
- Habemus Papam
- El extraño caso de Angélica
El árbol de la vida - Hors Satan
Essential Killing - Melancolía
- Un été brûlant
- Super 8
L'Apollonide
Meek's Cutoff
- El árbol de la vida
- Nader y Simin, una separación
- El niño de la bicicleta
- Melancolía
- The artist
- Once Upon a Time in Anatolia
The Turin Horse - Tenemos que hablar de Kevin
- Le quattro volte
- This is not a film
El topo
Votante | Favoritas | Invisibles |
Asier Aranzubia Cob | ||
Fran Benavente | ||
Roberto Cueto | ||
Carlos F. Heredero | ||
José Antonio Hurtado | ||
Eulàlia Iglesias | ||
José Manuel López | ||
Carlos Losilla | ||
Gonzalo de Lucas | ||
José Enrique Monterde | ||
Gonzalo de Pedro | ||
Jaime Pena | ||
Àngel Quintana | ||
Carlos Reviriego |
| |
Antonio Santamarina |
Actualización (16 de febrero de 2012)
Incluyo los votos correspondientes a la lista de Fotogramas:
Votante | Españolas | Extranjeras |
Tonio L. Alarcón | ||
Raúl Alda | ||
Ricardo Aldarondo | ||
Jordi Batlle | ||
Gregorio Belinchón | ||
Alberto Bermejo | ||
David Broc | ||
Conxita Casanovas | ||
Quim Casas | ||
Ramon Colom | ||
Jordi Costa | ||
Desirée de Fez | ||
Eduardo de Vicente | ||
Oriol Esteve Gràcia | ||
Miguel Anxo Fernández | ||
Fausto Fernández | ||
Carlos F. Heredero | ||
Àlex Gorina | ||
Eulália Iglesias | ||
La redacción | ||
Carlos Losilla | ||
Lo que yo te diga | ||
Salvador Llopart | ||
Carlos Marañón | ||
Antón Herikaetxebarría | ||
Mr. Belvedere | ||
Pepe Nieves | ||
Jesús Palacios | ||
Carmen Puyó | ||
Oti Rodríguez Marchante | ||
Sergi Sánchez | ||
Juan Sardá | ||
Xavi Serra | ||
Mirito Torreiro | ||
Antonio Trashorras | ||
Vicente Vergara | ||
Nuria Vidal | ||
Manu Yáñez Murillo |
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martes, 17 de enero de 2012
Nader y Simin, una separación
En palabras del crítico inglés Nick Roddick, el film de Asghar Farhadi premiado con el Oso de Oro en Berlín es "un laberinto moral construido como un whodunit Hitchcockiano". Tratándose de un film tan alejado en todos los sentidos de la obra de Hitchcock, la comparación entre Farhadi y el director de Vértigo no es en absoluto exagerada, al contrario, Nader y Simin, una separación no sólo es un film construido en paralelo a un whodunit literario clásico, sino que utiliza el "macguffin", uno de los inventos narrativos más queridos por Hitchcock, como principal motor de la acción: Cuando Nader (Peyman Moadi), enfurecido, echa a Razieh (Sareh Bayat) de su casa no sólo lo hace porque ésta ha abandonado y atado a la cama a su padre, enfermo de alzhéimer, también porque cree que le ha robado el dinero que Nader guardaba en su habitación. A medida que transcurre el relato, los personajes del film dejarán de darle importancia a este dinero, es más, nunca sabremos quién lo robó. Ésa es la esencia del macguffin, al menos tal y como Hitchcock la explicó en su celebérrimo encuentro con François Truffaut, no sólo se trata de un dato que termina siendo irrelevante para lo que el narrador realmente quiere contar, a veces es un truco, un hecho improbable, una licencia inverosímil del narrador. En cualquier caso, este hecho no supone necesariamente una occidentalización del trabajo de Farhadi, al contrario, si algo hace diferente a esta película del aclamado cine iraní de los últimos veinte años, es que el director renuncia a esa concepción amateur del lenguaje cinematográfico que supuso la principal seña de identidad no sólo de Abbas Kiarostami, su autor (en mi opinión) más estimulante, sino de casi todos los cineastas persas que se han dado a conocer en occidente, como Siddiq Barmak, Bahman Ghobadi o la familia Makhmalbaf. Es cierto que hay un uso muy natural de los escenarios, y esos interiores donde se mueven los personajes (el juzgado, el hospital, el colegio...) parecen cogidos directamente de la realidad, pero tiene una integración perfecta dentro del relato, como si fueran fruto de un concienzudo diseño de producción: por ejemplo, es brillante cómo el hogar de Nader y Simin (Leila Hatami) se contrapone al de Razieh y su familia, cómo sin necesidad de mostrar grandes lujos en el primer caso queda bastante clara la diferencia de clases entre ambos, lo cual queda más que potenciado (y he aquí el verdadero toque "profesional" del que prescindían los compatriotas de Farhadi) en la composición interpretativa de su elenco, sobre todo, de Shahab Hosseini, quien interpreta al desiquilibrado marido de Razieh, alguien que refleja en cada gesto la frustración que le produce saberse de una condición inferior. Y es que éste y no, como decimos, el irrelevante gancho del delito cometido por Nader, termina siendo el gran atractivo del relato: cómo describe la problemática social de un país, seriamente marcado por las leyes religiosas, pero también por las supersticiones en las que el propio pueblo, sobre todo en sus estratos más bajos, cree con temor. Por ello, es una feliz noticia que un film como Nader y Simin haya atravesado las fronteras internacionales en un regimen político que, no lo olvidemos, ha condenado a seis años de prisión a Jafar Panahi, uno de sus directores más necesarios. No en vano, el motivo de la separación a la que se refiere el título es que Simin anhela abandonar el país.
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viernes, 6 de enero de 2012
Juego de tronos
Como ocurre con muchas otras series de televisión, la primera temporada de Juego de tronos representa la quintaesencia del dispendio narrativo, del alargamiento temporal de un relato a base de ofrecer tramas paralelas cuyo avance se dosifica con astucia. El prólogo del primer episodio muestra un pequeño grupo de exploradores abandonando los límites de un gigantesco muro de hielo, para adentrarse en un bosque nevado en el cual serán atacados por unos seres con rasgos sobrenaturales. Más adelante sabremos que estos seres son los "caminantes blancos", a cuya existencia se remitirá de manera intermitente a lo largo de la serie hasta que, casi al final del último episodio, un grupo de "guardianes" mucho más numeroso decida salir a investigar qué ocurre realmente. Son casi diez horas de metraje durante las cuales, en lo que respecta a esa subtrama, no se ha avanzado prácticamente nada, apenas presentando el que presumiblemente sea el personaje más importante si este grupo llegara a encarar a los caminantes, Jon Snow (Kit Harington), el cual vivirá su etapa de entrenamiento como guardián del muro rodeado de un grupo de jóvenes que protagonizarán los momentos más prescindibles de la función: secuencias como la deserción de Jon perseguido por sus compañeros para disuadirle, o alguna de las que describen su relación con el desvalido Samwell Tarly (John Bradley) hubieran sido extirpadas sin problema en un film de duración convencional sin que se hubiera visto resentido el conjunto. He aquí uno de los aspectos donde el formato del largometraje cinematográfico sigue ganando la partida al de serie de televisión, y es que la limitada duración de un largometraje exige al cineasta una serie de reglas de economía narrativa que, normalmente, se traducen en un aprovechamiento mucho más óptimo de los recursos lingüísticos.
Si la serie arranca con un hecho secundario, la secuencia de cierre de la temporada forma parte de otra subtrama que, en términos absolutos, tiene una importancia no menos marginal en el relato. Me refiero a la historia de Daenerys Targaryen (Emilia Clarke) y su drama como "khaleesi" (reina) de la tribu Dothraki, la cual se verá relacionada con los personajes supuestamente principales de manera anecdótica (cuando está a punto de ser envenenada por un falso comerciante), mientras que el desenlace de este relato surge dentro del mismo, cuando su esposo, el "Khal" Drogo (Jason Momoa), es herido en el pecho mientras pelea con un insurgente (al que asesina de manera despiadada) si bien las heridas ocasionadas durante la pelea le llevarán a un fatídico final que arrastrará a su esposa, dando lugar a un abrupto giro final que anticipa un curso de los acontecimientos muy diferente en la segunda temporada. Y es que el relato central de estos diez primeros episodios, al final, produce la sensación en el espectador de no haber sido el más importante, si bien consigue engancharle con una exposición de intrigas palaciegas donde cada vez más personajes conspiran para suceder/sustituir al rey Robert Baratheon (interpretado por un irreconocible y formidable Mark Addy) y a su consejero Eddard Stark (con el rostro de un más que correcto Sean Bean), intrigas extraídas del tomo original (que no he leído) de George R.R. Martin adaptado por David Benioff y D.B. Weiss, en la que se adivinan influencias de la novela histórica de Robert Graves: como en Yo, Claudio, aquí no faltan ni la lujuria de la aristocracia ni los asesinatos dinásticos motivados por el ansia de poder, así como las relaciones incestuosas en pos de una conservación enfermiza de la pureza del linaje; además, hay algo de la locura de los emperadores de Graves reflejado en los reyes presentes y pretéritos de esta serie, que concluye con la incorporación al trono del adolescente Joffrey Baratheon (Jack Gleeson) cuya ignorancia atroz, apuntada en los últimos capítulos, asemeja sus actos a los del tercero de los emperadores de Graves, el también joven Calígula.
Como suele ser habitual, aquí lo más importante es el guión escrito por Benioff y Weiss, los así llamados "creadores" de Juego de tronos, donde se cuidan sobre todo los diálogos y la presencia de los personajes, también gracias a la dirección de casting y a un maquillaje que respeta las facciones naturales de cada actor (dando un toque adicional de calidad que hace que la serie sobresalga entre las ficciones de época), aunque tiene inevitablemente alguno de estos personajes un empaque mucho más logrado que el resto, como es el caso del citado rey Robert, o de su yerno, el enano Tyrion Lannister (Peter Dinklage), mientras que otros como Samwell o el hermano de Daenerys, Viserys Targaryen (Harry Lloyd), se resuelven mediante clichés. También como es habitual, este trabajado guión es asignado a un grupo de directores en nómina de HBO, cuya labor se limita a una puesta en escena muy funcional, que no desentona cuando la historia avanza mediante diálogos (que suele ser la mayor parte del tiempo), si bien se dan leves diferencias entre uno y otro cuando tienen lugar las escenas de acción. Curiosamente, es en manos de Timothy Van Patten, el realizador encargado de arrancar el proyecto (episodios uno y dos), donde la ambientación se hace más inverosímil, debido a los problemas que tiene éste con las escenografías de tamaño medio: compárese el aspecto cartón-piedra de secuencias como la de la boda dothraki con otras resueltas en manos de Brian Kirk, que recoge el testigo de Van Patten en los episodios tres, cuatro y cinco, como son las escenas de los torneos a caballo, en las que Kirk, a diferencia de su antecesor, sabe colocar la cámara en el lugar donde menos delate la carencias de producción. Algo que tanto estos dos realizadores como Daniel Minahan, sustituto del segundo, añaden al obligatorio reguero de escenas de sexo y desnudos (al parecer, la forma más directa hoy en día de dar a entender que se trata de entretenimiento para adultos) es un encaramiento muy frontal de la violencia (cuidando, eso sí, de no atravesar ciertas barreras prohibidas: cuando toca matar a un niño, la muerte tiene lugar mediante una elipsis o con escaso naturalismo), pero es en manos de Alan Taylor, responsable de los minutos finales, donde la serie alcanza sus tonos más sombríos. Taylor lo deja claro ya en los primeros minutos del episodio nueve, cuando Eddard Stark recibe una visita en la oscura mazmorra en la que se encuentra recluido y el realizador lo planifica jugando con la silueta en penumbra del personaje y los movimientos de la antorcha del visitante, pequeños matices que marcan la diferencia entre la labor de Taylor con la de sus precursores y en los que puede que se encuentre la razón por la cual, después de ocho episodios, parece que estemos asistiendo al origen del relato. No en vano, es Alan Taylor el encargado de retomar la serie, al menos, en los dos primeros capítulos de la siguiente temporada.
Game of Thrones - Timothy Van Patten, Brian Kirk, Daniel Minahan, Alan Taylor - 2011 [ficha técnica] ... leer más
Si la serie arranca con un hecho secundario, la secuencia de cierre de la temporada forma parte de otra subtrama que, en términos absolutos, tiene una importancia no menos marginal en el relato. Me refiero a la historia de Daenerys Targaryen (Emilia Clarke) y su drama como "khaleesi" (reina) de la tribu Dothraki, la cual se verá relacionada con los personajes supuestamente principales de manera anecdótica (cuando está a punto de ser envenenada por un falso comerciante), mientras que el desenlace de este relato surge dentro del mismo, cuando su esposo, el "Khal" Drogo (Jason Momoa), es herido en el pecho mientras pelea con un insurgente (al que asesina de manera despiadada) si bien las heridas ocasionadas durante la pelea le llevarán a un fatídico final que arrastrará a su esposa, dando lugar a un abrupto giro final que anticipa un curso de los acontecimientos muy diferente en la segunda temporada. Y es que el relato central de estos diez primeros episodios, al final, produce la sensación en el espectador de no haber sido el más importante, si bien consigue engancharle con una exposición de intrigas palaciegas donde cada vez más personajes conspiran para suceder/sustituir al rey Robert Baratheon (interpretado por un irreconocible y formidable Mark Addy) y a su consejero Eddard Stark (con el rostro de un más que correcto Sean Bean), intrigas extraídas del tomo original (que no he leído) de George R.R. Martin adaptado por David Benioff y D.B. Weiss, en la que se adivinan influencias de la novela histórica de Robert Graves: como en Yo, Claudio, aquí no faltan ni la lujuria de la aristocracia ni los asesinatos dinásticos motivados por el ansia de poder, así como las relaciones incestuosas en pos de una conservación enfermiza de la pureza del linaje; además, hay algo de la locura de los emperadores de Graves reflejado en los reyes presentes y pretéritos de esta serie, que concluye con la incorporación al trono del adolescente Joffrey Baratheon (Jack Gleeson) cuya ignorancia atroz, apuntada en los últimos capítulos, asemeja sus actos a los del tercero de los emperadores de Graves, el también joven Calígula.
Como suele ser habitual, aquí lo más importante es el guión escrito por Benioff y Weiss, los así llamados "creadores" de Juego de tronos, donde se cuidan sobre todo los diálogos y la presencia de los personajes, también gracias a la dirección de casting y a un maquillaje que respeta las facciones naturales de cada actor (dando un toque adicional de calidad que hace que la serie sobresalga entre las ficciones de época), aunque tiene inevitablemente alguno de estos personajes un empaque mucho más logrado que el resto, como es el caso del citado rey Robert, o de su yerno, el enano Tyrion Lannister (Peter Dinklage), mientras que otros como Samwell o el hermano de Daenerys, Viserys Targaryen (Harry Lloyd), se resuelven mediante clichés. También como es habitual, este trabajado guión es asignado a un grupo de directores en nómina de HBO, cuya labor se limita a una puesta en escena muy funcional, que no desentona cuando la historia avanza mediante diálogos (que suele ser la mayor parte del tiempo), si bien se dan leves diferencias entre uno y otro cuando tienen lugar las escenas de acción. Curiosamente, es en manos de Timothy Van Patten, el realizador encargado de arrancar el proyecto (episodios uno y dos), donde la ambientación se hace más inverosímil, debido a los problemas que tiene éste con las escenografías de tamaño medio: compárese el aspecto cartón-piedra de secuencias como la de la boda dothraki con otras resueltas en manos de Brian Kirk, que recoge el testigo de Van Patten en los episodios tres, cuatro y cinco, como son las escenas de los torneos a caballo, en las que Kirk, a diferencia de su antecesor, sabe colocar la cámara en el lugar donde menos delate la carencias de producción. Algo que tanto estos dos realizadores como Daniel Minahan, sustituto del segundo, añaden al obligatorio reguero de escenas de sexo y desnudos (al parecer, la forma más directa hoy en día de dar a entender que se trata de entretenimiento para adultos) es un encaramiento muy frontal de la violencia (cuidando, eso sí, de no atravesar ciertas barreras prohibidas: cuando toca matar a un niño, la muerte tiene lugar mediante una elipsis o con escaso naturalismo), pero es en manos de Alan Taylor, responsable de los minutos finales, donde la serie alcanza sus tonos más sombríos. Taylor lo deja claro ya en los primeros minutos del episodio nueve, cuando Eddard Stark recibe una visita en la oscura mazmorra en la que se encuentra recluido y el realizador lo planifica jugando con la silueta en penumbra del personaje y los movimientos de la antorcha del visitante, pequeños matices que marcan la diferencia entre la labor de Taylor con la de sus precursores y en los que puede que se encuentre la razón por la cual, después de ocho episodios, parece que estemos asistiendo al origen del relato. No en vano, es Alan Taylor el encargado de retomar la serie, al menos, en los dos primeros capítulos de la siguiente temporada.
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