Al igual que muchos de sus congéneres, Darren Aronofsky es un cineasta para el cual la construcción narrativa es el elemento más importante de una filmación. Su interés por proponer estructuras enmarañadas en lo que se refiere a tiempo, espacio y/o punto de vista es casi compulsiva, algo que hace que sus proyectos se conviertan en algo traumático o que los guiones de sus películas, ya sean propios o ajenos, tarden años en cerrarse. El luchador, una excepción en su filmografía por su inusual simpleza y linealidad, fue un trabajo en el que, por primera vez, se ofreció a seguir de cerca a sus protagonistas sin pretender redescubrir las posibilidades narrativas del lenguaje cinematográfico, aprendiendo con ello una lección que ha sabido aplicar a la hora de volver a experimentar con los laberintos expositivos en Cisne negro. Su última película es la que mejor resume la breve carrera del cineasta, volviendo a ser un trabajo de barroca construcción pero en torno a un único personaje, el de la bailarina Nina Sayers (Natalie Portman), que vendría a ser un trasunto del interpretado por Mickey Rourke en el anterior largometraje del realizador. Es cierto que aquí vuelve a contar con otro guión de un Mark Heyman (y dos colaboradores) poco afortunado en la definición de caracteres, y no se entiende que, en un relato perfilado tortuosamente con tiralíneas, la mayoría de los secundarios que acompañan a la protagonista, como Lily (Mila Kunis), Thomas (Vincent Cassel), Erica (Barbara Hershey) o Beth (Winona Ryder), estén definidos con trazo grueso y con una inexistente evolución psicológica, pero también es cierto que esto vuelve a compensarse con una magistral dirección de actores ya demostrada (véase a Ellen Burstyn en Réquiem por un sueño) y que en el caso de la intervención de Natalie Portman supone un trabajo monumental, un ejercicio de entrega total no sólo en los momentos más viscerales, también cuando interpreta a una Nina inocente que llora a moco tendido cuando llama a su madre para darle una buena noticia.
Aronofsky sigue a su peculiar protagonista de la misma manera que lo hizo en El luchador, con ese tipo de plano tan de moda que podríamos denominar travelling objetivo (ése que sigue el movimiento del personaje mostrando su cogote), habitual en ciertos paladines del hiperrealismo con pretensiones muy alejadas de las de Aronofsky, como Gus Van Sant, Cristian Mungiu o los hermanos Dardenne, un tipo de plano fundamental dentro de un estilo que permitió al director observar de cerca y con enorme respeto a una estrella de un universo tan contracultural como la lucha libre, y que ahora le permite dar la vuelta al carácter que para el espectador tiene un arte supuestamente etéreo como el ballet, y lo hace con enorme minuciosidad: una perfecta metáfora de la idea de la danza que se quiere transmitir se da en una secuencia de corte documental que tiene lugar al principio, cuando Nina destroza sus flamantes zapatillas para facilitar sus movimientos, algo que anticipa el castigo físico que las bailarinas sufren en sus propios cuerpos y que el film mostrará más adelante (no van mal encaminados quienes han visto en Aronofsky un digno sucesor de David Cronenberg y su obsesión por las heridas de la carne).
Cisne negro no sólo es la historia de una compañía de ballet que adapta El lago de los cisnes, también es, en si misma, una adaptación libre de la obra de Chaikovski (y una oportunidad de oro para el compositor Clint Mansell, verdadero coautor de casi toda la obra de Aronofsky) en la cual se desarrolla una brillante idea en torno a la doble moral de un arte que impide el desarrollo vital del artista. El ballet es una verdadera tortura para sus ejecutantes, lo cual, para Aronofsky, supone una contradicción: los personajes llegan a la cúspide de su formación tras una vida de martirio pero es imposible alcanzar la plenitud artística sin llegar antes a la completa liberación personal. Nina vive un abrupto y tardío despertar sexual y se enfrenta a un mundo nuevo en algo que hasta entonces le había sido, si no prohibido, sí escamoteado. Por ello el cisne negro del título constituye algo negativo o positivo en función del momento en el que nos encontremos dentro de la evolución del personaje. En ese sentido, el uso de los negros y los blancos deviene fundamental tanto en el trabajo fotográfico de Matthew Libatique como en los constantes detalles de vestuario (por ejemplo, el top negro que Lily presta a Nina en su primera noche de juerga, o el atuendo de su madre cada vez que se entromete en su intimidad), algo que es especialmente notable conforme Lily se presenta para Nina como inalcanzable modelo de libertinaje, como objeto de deseo sexual, como rival a batir o como todo ello a la vez. Y es en torno a la relación de Nina con su impúdica antagonista como se introduce la última gran idea desarrollada en el film, y es la mente trastornada de la protagonista como motor de la dualidad antes citada (del arte reprimido y de la libertad sexual) que hace que en ningún momento se tenga la certeza de que lo que vemos ocurra realmente dentro de la ficción del relato o como producto de los delirios de su desequilibrada protagonista.
'Black Swan' - Darren Aronofsky - 2010 [ficha técnica]
viernes, 25 de febrero de 2011
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increible has mencionado a ''el luchador'' 4 veces y encima a van sant , me siento aludido.
ResponderEliminarA mí me pareció sobre todo buena la interpretación de Natalie Portman. La historia como tú dices está muy elaborada y muy abocada a un final que parece el final realmente de una obra de teatro o de un ballet. Por momentos no sabes por dónde te va a salir, pero me pareció que había detalles algo subliminales que te iban dando pistas. No es un guión sorprendente pero sí muy trabajado, creo, y expresa muy bien la idea de la represión en la vida de Nina para alcanzar la perfección. Una perfección efímera, pero que vale una vida. Y de ahí, la dualidad, como elemento necesario para explorarse a sí misma, me pareció un concepto muy interesante y muy bien manejado.
ResponderEliminarEnhorabuena por el blog.
Me alegro de que coincidamos en que la escena de ella llamando a su madre tras obtener el papel sea memorable. Todo describe ese momento de felicidad, liberación, alivio y cierto pudor. Esa mirada a lo lejos, apoyada en la puerta del baño, cual adolescente, con un sonrojo entre la verguenza, el orgullo y la responsabilidad. Impresionante
ResponderEliminarDescribe perfecamente el mundo del baile y esa presión constante que hace que ni consiguiendo el puesto y el papel de su vida sea feliz. De hecho es todo lo contrario. Sufrir para triunfar y triunfar sufriendo. Terrible
La pena será que como gane el Oscar, el la lista será la siguiente a SAndra Bullock, que viene a ser como ganar el Nobel de Literatura al año siguiente que Ana Rosa Quintana.
jon eso sera para quien le de importancia a los oscars ¿no?
ResponderEliminarmanuè ¿dirias que esta es un punto intermedio, respecto a la narrativa, entre su pelicula mas convencional, el luchador, y sus otras obras?.
En cuanto a narrativa sí que creo que es un punto intermedio, pero más alejado de El luchador que de las otras.
ResponderEliminarLiet, en mi entrada se me pasó comentar algo que creo que es muy significativo, y es que Lily proviene de San Francisco, que no sólo está en el extremo opuesto de EE.UU., también es en muchos sentidos la capital de las libertades de ese país, quedando así más remarcado el hecho de que se trata de una antítesis de Nina, joven educada en un lugar tan alejado en todos los sentidos como el Metropolitan de New York ¿tú lo ves así?
Jon, la Portman se mereció algo más en Venecia donde, sorprendentemente, le dieron el Marcello Mastroianni a Mila Kunis. No lo hace mal, pero entre ambas no hay color.
Irregular film. La excepcional puesta en escena de Aronofski, la fotografía y una inmensa Portman salvan un flojo guión escrito a muchas manos. Me alegra que los resultados de "The wrestler" no sean flor de un día para el director neoyorkino, y se confirma que ha pulido su estilo y madurado en su puesta en escena. Los excesos visuales y de sobreestilo de Requiem por un sueño son poco perceptibles (algo de agradecer a mi parecer) y permite que mi opinión sobre Aronofski siga mejorando tras la enorme decepción que me lleve con el segundo largometraje del director (para mi, la mejor del director sigue siendo "The wrestler").
ResponderEliminarA falta de ver "The fountain", los rasgos del director de "PI" son claros: importancia de la carne (el parecido con Cronenberg me parece una acertada apreciación Manué), obsesión por personajes extremos psicológica y físicamente y los estilos de dirección ya espuestos por Manué en su post.
Alabando a su director, actriz y fotografía (el prólogo es una obra de arte en este apartado), he de decir que el guión hace aguas por varias razones, como la mala escritura de secundarios: la madre posesiva, la chica sexy y libertina y el profesor exigente y "calentorro" provocan que los golpes de efecto que busca la película acaben con un resultado defectuoso.
Es fácil predecir que Kunis no está con ella cuando llega al piso (si la madre es tan posesiva como es que no dice quién es esa chica) o cuando parece que mata a la Kunis (si ha desaparecido una bailarina, cómo es que el perfeccionista profesor no clama buscándola). Además de ese final con Portman sangrando, parece que desde hace rato y con un vestido blanco, situación incomprensible vista la historia, aunque seguramente ese sea el objetivo del film.
Lo dicho, mal guión y bien Aronofski y sus actores, aunque la película hay que apreciarla como lo que es: una pasada de rosca tremenda sobre la sobreexigente vida de las bailarinas de ballet (que podriá derivarse a cualquier profesión, si se lleva hasta el extremo), no exenta de un punto de vista algo excesivo, por momentos sensacionalista, o eso creo. Un saludo.