En una de las secuencias del arranque de The Grand Budapest Hotel la voz en off del narrador tiene una participación excesivamente literaria, indicando incluso qué personaje enuncia cada línea de diálogo, y en esto vemos una decisión de Wes Anderson que es al mismo tiempo una contradicción y una confirmación del estilo del cineasta: La decisión contradice al estilo de uno de los directores independientes que más cuidan la disposición de los encuadres, siendo en ese sentido un ejemplo de "narrador visual", que no necesitaría de la palabra hablada para completar su discurso, pero también es una decisión lógica para alguien que habitualmente ve conveniente subrayar lo que tiene de artificial su trabajo. En otras palabras, al igual que Anderson ofreció un largometraje de animación de estilo añejo como Fantastic Mr. Fox renunciando a técnicas vanguardistas con el fin de poder exponer las imperfecciones de un artesano, cuando aquí toca rendir homenaje a una personalidad literaria como Stefan Zweig (en cuyas obras se basa la historia ideada por el propio Anderson) el director decide presentar su historia poniendo el oficio literario casi por encima del cinematográfico.
No obstante, ya desde el principio, el director toma también algunas decisiones claramente fotográficas (como esa manera de separar los tiempos narrativos utilizando diferentes proporciones de aspecto) y, a medida que avanza el relato, Anderson va demostrándose cada vez más hábil como creador de imágenes en movimiento. De hecho, The Grand Budapest Hotel es uno de sus mejores trabajos como realizador, tanto por el cuidado trabajo de composición en términos de simetría y cromatismo que, junto a su inseparable Robert D. Yeoman, deposita sobre cada plano, como por lo logrado de algunas secuencias de acción contadas exclusivamente mediante imagen en movimiento, tales como la persecución protagonizada por los personajes Jopling (Willem Dafoe) y Kovacs (Jeff Goldblum), o el momento climático de la huida de prisión emprendida por Gustave (Ralph Fiennes) y sus compañeros de celda. Sin embargo, y al igual que ocurre en muchos de sus trabajos anteriores, lo que termina por impedir que la obra de Anderson alcance mayores niveles es que esa visión fascinada hacia referentes como Zweig tienen como consecuencia un tratamiento de los personajes caricaturesco, carente de profundidad, que hace que el resultado funcione como comedia ligera, tan hermosa en sus formas como superficial en su visión de los hechos.
The Grand Budapest Hotel - Wes Anderson - 2014 [ficha técnica]
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miércoles, 23 de abril de 2014
miércoles, 16 de abril de 2014
Noé
La extrañísima combinación ofrecida por Noé, entre un director tan peculiar como Darren Aronofsky y un fragmento veterotestamentario como el del Diluvio Universal, prometía (y al menos en esto no defrauda) un resultado curioso. Era de esperar que un autor de origen judío como Aronofsky no se acercara al tanaj de sus ancestros arrojando una mirada ortodoxa, sino buscando dar al relato un punto de vista novedoso. Lo más interesante (si no lo único) de la propuesta lo encontramos en la descripción escenográfica que el realizador hace del entorno donde mora el protagonista con su familia, esa infinita extensión de tierra yerma y marciana que da al relato un marco no sólo atemporal (es decir, no claramente asociado a un tiempo pretérito), sino también aespacial, que parece estar situado en un planeta fantástico y desconocido. Por desgracia, el relato conjuga con demasiada rapidez esta osadía inicial con una aptitud más reconocible y acomodada a los tiempos que corren, al adoptar las formas que se esperan hoy en día de una superproducción de este tipo, en el momento en el que entran en escena la imaginería del relato épico, variante "espada y brujería", interpretando las sagradas escrituras (y esto también tiene su gracia) en calidad de novela fantástica, donde los personajes se refieren a dios como "el creador" y nunca con alguna de las denominaciones bíblicas.
A partir de aquí, la película avanza entre pasajes espectaculares de efectos especiales, a menudo, muy mejorables (como esa recreación de los animales acomodándose en el arca, que tal vez constituya uno de los resultados más sonrojantes de Industrial Light & Magic) y fragmentos omisibles por lo obvio y/o ridículo (cf. el plano de la paloma y la rama de olivo) para terminar en un malogrado segmento final en el que un demostrado especialista en dramas psicológicos como el director de La fuente de la vida, El luchador o Cisne negro, se empeña en sacar punta de manera insuficiente al conflicto moral del protagonista que se debate entre cumplir su deber como destructor de la humanidad o traicionar al creador para salvar a su propia familia, esto es, el mismo problema que tienen muchas de las películas de superhéroes donde sus artífices no consiguen contagiar al espectador con dudas que se encuentran en un orden moral imposible. Nos hacemos una idea de los resultados de ese "Batman año uno" que Aronofsky nunca llegó a realizar.
Noah - Darren Aronofsky - 2014 [ficha técnica] ... leer más
A partir de aquí, la película avanza entre pasajes espectaculares de efectos especiales, a menudo, muy mejorables (como esa recreación de los animales acomodándose en el arca, que tal vez constituya uno de los resultados más sonrojantes de Industrial Light & Magic) y fragmentos omisibles por lo obvio y/o ridículo (cf. el plano de la paloma y la rama de olivo) para terminar en un malogrado segmento final en el que un demostrado especialista en dramas psicológicos como el director de La fuente de la vida, El luchador o Cisne negro, se empeña en sacar punta de manera insuficiente al conflicto moral del protagonista que se debate entre cumplir su deber como destructor de la humanidad o traicionar al creador para salvar a su propia familia, esto es, el mismo problema que tienen muchas de las películas de superhéroes donde sus artífices no consiguen contagiar al espectador con dudas que se encuentran en un orden moral imposible. Nos hacemos una idea de los resultados de ese "Batman año uno" que Aronofsky nunca llegó a realizar.
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viernes, 4 de abril de 2014
Her
En el segmento Cousins? de la serie de Jim Jarmusch Coffee and Cigarettes, los actores Alfred Molina y Steve Coogan se interpretaban a sí mismos durante un divertido diálogo en el que Coogan cambiaba la actitud hacia su interlocutor tras ver cómo aquél recibía una llamada de un tal Spike: Coogan, que hasta entonces había resultado arrogante y casi maleducado hacia Molina, pasaba a hacerle la pelota, al saber que no se trataba de "Spike Lee" sino de "Spike Jonze". Sirva esta reflexión de Jarmusch, sin duda uno de los referentes del cine independiente contemporáneo, para recordarnos el prestigio que a principios de la pasada década lograron dentro del circuito americano talentos recién llegados como Michel Gondry, Spike Jonze o Charlie Kaufman, gracias a los guiones de este último. Con el tiempo, esta fama se ha ido desvaneciendo a medida que Kaufman ha dejado de escribir para terceros (permanece inactivo desde su inadvertido Synecdoche, New York, único trabajo como director) y es significativo en el caso de Jonze que hubiera alcanzado tal reputación llevando al cine los relatos de Cómo ser John Malkovich y Adaptation, lo cual derivó en dos largometrajes irregulares, en los que el director apenas supo abarcar la compleja inventiva de Kaufman, y sin embargo pareció tener un reconocimiento más discreto en el caso de Donde viven los monstruos, a mi juicio, un film mucho más regular.
Al igual que en aquella entrañable adaptación de la literatura de Maurice Sendak, Jonze desarrolla Her a partir de una historia lineal, sin experimentar con las reglas narrativas, aunque en este caso Jonze peca de las irregularidades de sus dos primeros trabajos, en este caso no por lo inabarcable de su estructura, sino por el hecho de que Jonze no parece dispuesto a recortar un guion original, escrito por él mismo. Y es que el cineasta sigue permitiéndose algunas osadías, como por ejemplo contar para el papel protagonista con una celebridad mundial de primerísimo nivel como Scarlett Johansson y completar el metraje sin que aparezca en un solo fotograma (de hecho, todo el film se rodó con la participación de Samantha Morton, cuya voz fue sustituida por decisión del director en el montaje final), si bien la ronca y humana voz de Johansson interpretando irónicamente a un sistema informático le proporcionan uno de sus mejores papeles dramáticos, tanto es así que la química verbal entre la actriz y un desvalido Joaquin Phoenix está entre lo mejor de la cinta, una prueba más del acierto de un Jonze que, como ya demostró en Donde viven los monstruos, apuesta con fe ciega y total seriedad por el relato que tenga entre manos, ya discurra en la mente de un niño o en un futuro en el que los adultos entablan relaciones sentimentales con sistemas programados por una empresa de software. No en vano, el futuro mostrado en la ficción de Her presenta mínimas diferencias con el presente de su autor, véanse cómo los diseños de la oficina donde trabaja el protagonista no distan de los de cualquier empresa de creatividad actual; cómo los interfaces de usuario no están lejos de lo que permite nuestra tecnología, o cómo el escenario de la acción es una simple recreación de Los Ángeles tomando prestados paisajes reales de Shanghai: Lo que preocupa a Jonze no es tanto el trasfondo futurista de la historia como su afectación sobre la invariable condición humana.
Her - Spike Jonze - 2013 [ficha técnica] ... leer más
Al igual que en aquella entrañable adaptación de la literatura de Maurice Sendak, Jonze desarrolla Her a partir de una historia lineal, sin experimentar con las reglas narrativas, aunque en este caso Jonze peca de las irregularidades de sus dos primeros trabajos, en este caso no por lo inabarcable de su estructura, sino por el hecho de que Jonze no parece dispuesto a recortar un guion original, escrito por él mismo. Y es que el cineasta sigue permitiéndose algunas osadías, como por ejemplo contar para el papel protagonista con una celebridad mundial de primerísimo nivel como Scarlett Johansson y completar el metraje sin que aparezca en un solo fotograma (de hecho, todo el film se rodó con la participación de Samantha Morton, cuya voz fue sustituida por decisión del director en el montaje final), si bien la ronca y humana voz de Johansson interpretando irónicamente a un sistema informático le proporcionan uno de sus mejores papeles dramáticos, tanto es así que la química verbal entre la actriz y un desvalido Joaquin Phoenix está entre lo mejor de la cinta, una prueba más del acierto de un Jonze que, como ya demostró en Donde viven los monstruos, apuesta con fe ciega y total seriedad por el relato que tenga entre manos, ya discurra en la mente de un niño o en un futuro en el que los adultos entablan relaciones sentimentales con sistemas programados por una empresa de software. No en vano, el futuro mostrado en la ficción de Her presenta mínimas diferencias con el presente de su autor, véanse cómo los diseños de la oficina donde trabaja el protagonista no distan de los de cualquier empresa de creatividad actual; cómo los interfaces de usuario no están lejos de lo que permite nuestra tecnología, o cómo el escenario de la acción es una simple recreación de Los Ángeles tomando prestados paisajes reales de Shanghai: Lo que preocupa a Jonze no es tanto el trasfondo futurista de la historia como su afectación sobre la invariable condición humana.
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