Cuando Steven Spielberg desarrolló en su fascinante War Horse una especie de ensayo sobre las posibilidades dramáticas del lenguaje cinematográfico, que resultó ser uno de los ejemplos de cine en estado puro más claros de toda su trayectoria, no hacía sino ofrecer una consecuencia lógica a lo que su filmografía ha venido significando en las últimas décadas, esto es, una transición hacia la madurez profesional sustentada sobre un refinado gusto por la narración en imágenes. Es por ello que su siguiente largometraje como realizador, Lincoln, no es sólo un extraño giro dentro de esta progresión, sino una manifiesta rareza dentro de su filmografía. Y es que nunca hasta ahora el realizador norteamericano había confiado en semejante medida su cine al uso del diálogo, hasta el punto de que no faltará quien vea en Lincoln un ejemplo de ese aberrante oxímoron que es el "teatro filmado". Cierto es que a estas alturas el otrora conocido como Rey Midas de Hollywood ha logrado una destreza como realizador cinematográfico que no puede ocultar (buena parte de las secuencias de Lincoln parten de elegantes tomas largas que se disuelven mediante el montaje clásico, y no faltan en la película notables fragmentos silentes o con voz en off), pero sí que es cierto que hay mucho de la tradición teatral en la cuidada escenografía elaborada alrededor del carismático presidente americano: desde el diseño de producción concebido minuciosamente por Rick Carter (un tradicional colaborador de Spielberg) hasta un elenco de actores procedentes, en su gran mayoría, del teatro que se pronuncian con enorme credibilidad a favor y en contra de los ideales del personaje encarnado con solvencia por un Daniel Day-Lewis esforzado por ocultar su acento. En contra de lo que cabría esperar, la recreación que ofrece el conjunto no es, en absoluto, artificial, y es significativo, de hecho, que la súbita aparición de un actor conocido por la audiencia y con la marcada presencia de Tommy Lee Jones en el primer cuarto de metraje suponga una grieta dentro del ambiente decimonónico expuesto hasta el momento.
Por otro lado, sorprende que un enemigo de la elipsis como Spielberg, cuyas películas suelen sufrir su obsesión por querer contarlo absolutamente todo sobre un tema, haya decidido, precisamente en Lincoln (que se prestaba a ser un extenso biopic), conformarse con un guión como el de Tony Kushner, centrado más en la Decimotercera Enmienda a la Constitución de los Estados Unidos que en el personaje que da nombre al film, resultando un relato casi exclusivamente enfocado, más que en cualquier otra preocupación del presidente, en la carrera contrarreloj del equipo de Lincoln por conseguir la abolición de la esclavitud, sabedor de que ésta conseguiría el apoyo de un pueblo que veía en ello el fin de la Guerra de Secesión, pero que temía perder su estatus social cuando los negros se incorporaran al mundo laboral. Es por ello que el mayor (si no el único) problema del film es que, una vez resuelta esta trama en la climática secuencia de los votos a favor y en contra del manifiesto en la Cámara de Representantes (cuyo elegante sentido del humor es también una culminación del tono expuesto hasta ese momento), la historia queda huérfana de un hilo conductor sólido al que el espectador pueda agarrarse. Por más que hasta ese momento la narración de Lincoln logra adherir a la trama central otros aspectos históricos conocidos (la mujer del presidente que no pudo superar la muerte de uno de sus hijos por fiebre tifoidea; la frustración del primogénito del matrimonio Lincoln por no poder participar en la guerra, o las duras consecuencias que ésta tuvo para la población americana), finalizado el bloque principal del film sólo veremos una serie de secuencias brillantemente ejecutadas pero que funcionan como un prescindible apéndice para lo contado anteriormente.
Lincoln - Steven Spielberg - 2012 [ficha técnica]
domingo, 27 de enero de 2013
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En primer lugar, me alegró de que alguien rompa una lanza a favor de "Caballo de batalla", imperfecta pero intersantísima, y con una puesta en escena fascinante.
ResponderEliminarEntrando en "Lincoln", como bien has dicho, coincidimos en la valoración bastante. Llama la atención que Spielberg se haya decantado por una película tan dialogada, algo en principio ajeno a su estilo, pero que resuelve con su habitual maestría, y como bien dices, haciendo gala de su talento visual cuando hace falta.
Como te comento en mi respuesta a tu entrada, no me rompe nada la presencia de Jones, ya que casi todos los actores, están más o menos vistos en televisión y cine.
Y en cuanto a que se alargue la película tras la aprobación de la enmienda, creo que tiene razón de ser en el explicar el fin de la guerra civil, y el precio que terminó pagando. Además huye de sensacionalismos y mostrandolo en una secuencia estupenda. A mí no me molestó particularmente.
Muy bien escrita la entrada.
Saludos
A lo mejor es que yo no reconocí a ningún otro actor (de hecho me sorprendió encontrarme a James Spader en los títulos de crédito, ¿en qué papel?), por eso la presencia de Tommy Lee Jones me chocó bastante.
EliminarGracias por el elogio. Un saludo.
La verdad es que cuesta reconocerlo... Es el más degollado de todos los compravotos que utiliza Lincoln. El que tiene bigote y perilla de mosquetero
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