Si el cine coreano tiene hoy en día cierto prestigio internacional no se debe a criterios cualitativos (no estoy diciendo con esto que sea malo) sino a que muchos de sus representantes se han movido en una misma dirección, definiendo con ello una identidad inequívoca. La mayoría de los directores coreanos con proyección en el extranjero, y cada uno en su medida (desde los más extremos como Park Chan-Wook, hasta otros más comedidos como Bong Joon-ho, pasando por Jang Sun-Woo o Kim Ki-Duk), han basado el imaginario de su lenguaje en la crudeza visual, a menudo siguiendo un tratamiento hiper-realista de la violencia cuyo efecto en el espectador no llega a los extremos del gore, al contrario, se asemeja a la tensión psicológica producida cuando la violencia tiene lugar fuera de cuadro . Los que no conocemos su film de debut (The Chaser) descubrimos con The Yellow Sea que Na Hong-jin no es una excepción, basta ver cómo en su relato se utiliza la enfermedad de la rabia como leitmotiv, llegando a ser la semilla de su discurso, la explicación insinuada de por qué alguno de sus personajes actúa de una manera tan despiadada: en una de las secuencias vemos a los miembros de uno de los clanes comer con las manos trozos de carne, que parece estar cruda, de un animal desmembrado, acaso uno de los perros rabiosos que el narrador cita al principio del relato.
No obstante, los mejores momentos de la función se nos ofrecen en las escenas más contenidas, sobre todo en el segundo segmento de este film por episodios, cuando Hong-jin nos muestra a su desesperado protagonista planificando el asesinato que sus acreedores le han encargado, cómo éste calcula los tiempos que debe esperar para que las luces de la escalera se apaguen y se enciendan con normalidad, para así no despertar las sospechas del chófer de la víctima. La ansiedad del personaje en este tramo, quien parece no haber matado nunca a nadie pero a la vez necesita cometer el crimen para asegurar su propia supervivencia, recuerdan gratamente a los primeros compases del brillante relato carcelario desarrollado en Un profeta, pero es una pena que Hong-Jin no mantenga mucho rato el rigor de Jacques Audiard, y es precisamente en el momento de un crimen que al final no seguirá el curso esperado cuando el director resuelve la escena de un modo, en mi opinión, desleal y que se repetirá de manera mecánica en instantes posteriores del relato, consistente en guiar la acción de la manera más imprevisible, acorralando a su personaje donde ya no tiene escapatoria, para darle la vuelta mediante un montaje nervioso e ininteligible, convirtiendo al espectador en alguien que no es testigo de los hechos, sino que supone que el personaje estaba acorralado pero, de algún modo, ahora ya no lo está. Conviene comparar la secuencia del barco, donde el protagonista se va deshaciendo de los matones a medida que escapa por estrechos pasadizos, con aquella en la que el personaje central de Old boy hacía lo mismo con sus enemigos: Park Chan-wook hacía creíble el momento con una toma lateral ininterrumpida similar a la de los antiguos videojuegos de perspectiva en dos dimensiones, sin duda una solución de puesta en escena mucho más arriesgada y efectiva que el inestable punto de vista de Hong-jin.
Hwanghae - Hong-jin Na - 2010 [ficha técnica]
sábado, 3 de marzo de 2012
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A ver si puedo verla pronto. The Chaser genial.
ResponderEliminarEs verdad que la segunda parte se hace pesada, porque se hace poco creíble, tanta sangre y aún así los personajes clave siguen en pie.
ResponderEliminarPero no por ello, la película desmerece, gracias a su propuesta inicial, y el desenlace final en la escena del banco, que me ha costado comprender.
Y de fondo, como en muchas otras, esa visión triste, gris y como de otra época que se ve en las ciudades koreanas.
Me quedo con The Chaser, de todas formas, y te recomiendo que la veas.