El hecho de que la animación Disney, desde su génesis, se haya dirigido al público infantil es algo que no debería llamarnos tanto la atención como su otro gran rasgo creativo: aprovechar la libertad ofrecida por la imagen generada artificialmente para describir mundos diferentes al nuestro, es decir, el mismo argumento de los pintores abstractos intentando sobrevivir a la fotografía ¿para qué conformarnos con imitar la realidad mediante el dibujo, si esto ya se consigue con la imagen real? El estudio Pixar, como casi todas las escuelas de animación occidental ha perpetuado la idea de la casa pero, tal vez traicionado por esa necesidad de engañar al ojo humano mediante el perfeccionamiento (asombroso, por otro lado) de la imagen generada por ordenador, ha reservado en todas sus películas un lugar para nuestro mundo cotidiano, con esos humanos "posibles" que conviven con los "imposibles" protagonistas del relato (juguetes vivos, insectos pensantes, monstruos en sociedad, peces aventureros, ratas cocineras, casas volantes...). Por ello, no es casualidad que se considerara el trabajo más personal del director John Lasseter (máximo responsable del estudio) a Cars, un film que es, por un lado, el más conectado con la tradición Disney, imitando deliberadamente las líneas definidas en personajes dibujados en la casa durante los años cuarenta o cincuenta, como el avión Pedro de la colección de cortos Saludos amigos o, sobre todo, los automóviles de Susie, el pequeño coupe azul. Por otro lado, Cars es la película más surrealista y desconectada de la realidad de cuantas ha concebido un estudio tan creativo como Pixar, cierto que aquí los automóviles son también un trasunto de los seres humanos, pero el mundo de la película es completamente imaginado, perteneciente a una realidad que no es la nuestra. El caso es que no van mal encaminados los que ven aquí un proyecto personal de Lasseter, cuando el director aparcó las labores de dirección con la primera parte y no las ha retomado hasta ahora, lo que ha originado que de esa surrealista e infantil idea de una sociedad compuesta por vehículos a motor vivos se sumen ya alrededor de tres horas de relato cinematográfico, que Lasseter, en todo momento, plantea de una forma aparentemente convencional pero muy extraña en el fondo. Porque hay algo de experimental en la cadencia narrativa de estas películas, con secuencias dialogadas que dan paso a otras de acción frenética, encadenadas con pasajes de transición acompañados de canciones pop, como si se tratara de un sencillo show televisivo juvenil y no de una superproducción recreada mediante las más avanzadas técnicas de imagen artificial (y con ello nos referimos a cualquier uso artístico, médico o científico que pueda hacerse a día de hoy a nivel mundial de la imagen de síntesis). Y es que Lasseter disfruta con esta ambivalencia, respetando la ingenuidad de sus personajes al tiempo que regala un espectáculo de primera magnitud: como muestra, esa impagable escena de acción introductoria en medio del mar, el primero del centenar de escenarios que veremos y que parecen haberse diseñado durante décadas, seguida de la extensa secuencia de regreso a Radiator Springs, la cual se impregna de la candidez de sus habitantes. Por todo ello, es de extrañar la fría acogida que ha tenido este nuevo trabajo Pixar en algunos círculos críticos, en los que se habla de agotamiento de una fórmula, como si esta continuación, por el evidente hecho de ser menos original que su antecesora, careciera de la imaginación de cualquiera de los trabajos producidos bajo el seno de Pixar, y no tuviera la virtud de tomar una idea infantil e insignificante y hacerla avanzar de manera sobresaliente y adulta.
P.D.: Un mes de julio se estrenaba en España Cars, película que daba lugar, hace cinco años, a la primera entrada de este blog.
Cars 2 - John Lasseter, Brad Lewis - 2011 [ficha técnica]
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sábado, 16 de julio de 2011
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