No está claro a qué ocho personajes se refiere el título de la última película de Quentin Tarantino, un relato en su mayoría centrado en un total de nueve personajes "odiosos", no (sólo) en el sentido de que se les puede odiar, sino en referencia al odio acumulado en cada uno de ellos. Más de un cartel publicitario deja fuera de este grupo a O.B Jackson (James Parks), quien conduce al resto de personajes en su diligencia, huyendo de una brutal ventisca, hacia la cabaña donde transcurrirá casi toda la narración, tal vez por ser el único personaje que se presenta desarmado e imparcial, si bien en la segunda mitad del film sabremos que O.B no es el único convidado de piedra, y que la cabaña oculta a un décimo invitado igualmente "odioso"... Por eso podemos pensar que el título se refiere más a la filmografía de su director, a la manera de Federico Fellini y su 8½, sobre todo cuando en los créditos de apertura se habla del film como "el octavo de Quentin Tarantino", un recuento que, por cierto, también tiene su controversia, al considerar el díptico Kill Bill como un solo largometraje y no sumar decimales (cosa que sí hizo Fellini) por su participación en el proyecto colectivo Four Rooms. Además, hay mucho de auto-reflexión en una película donde el cineasta no mira tanto a sus referentes (que también) como mira a su propia filmografía, al resto de sus "odiosos ocho" largometrajes, poniendo en escena múltiples referencias y guiños a sí mismo. Consecuencia de esto es que no trata tanto de imitar u homenajear desde la distancia a directores como su idolatrado Sergio Leone, como de estar a la altura de ellos intentando repetir sus pasos, no reciclando un lenguaje tradicional sino valiéndose de medios tradicionales para reafirmar su propio lenguaje: véase la recuperación de un amplísimo formato de celuloide en setenta milímetros (que ha desencadenado costosos procesos de producción y distribución, para sufrimiento de los hermanos Weinstein), o la colaboración de Ennio Morricone, al que ya no se le roban temas de anteriores trabajos, sino que compone una efectista partitura original, que cobra gran importancia desde que acompaña a esa imagen del crucifijo tallado y cubierto por la nieve, uno de los más bellos planos de apertura de los que ha filmado el realizador.
Parece como si Tarantino hubiera decidido por fin liberarse de esa etiqueta de gamberro que arrastra, sobre todo, a raíz de su amistad y colaboraciones con personajes tan nocivos como Robert Rodríguez. Desde Jackie Brown el autor no había vuelto a esforzarse en dirigir un largometraje tan regular, tan poco dado a la pirotecnia; es como si se hubiera descubierto a sí mismo como una institución en el panorama cinematográfico, sabiéndose tan importante como sus referentes sin reparar en lo que digan sus detractores, a la manera de autores como Lars von Trier, acostumbrados a imponer su propio nombre por encima, incluso, de su cine (cosa que no debe impedirnos medir la calidad de sus películas). Como el danés, Tarantino se dirige a su público con su propia voz (en un momento puntual, justo a la mitad del metraje), y también construye su filmación como un desafío formal, como un ejercicio de abstracción teatral dentro de ese escenario cerrado que tantas veces servirá de representación de una situación social concreta, donde los personajes solo se ponen de acuerdo en temas tan terribles como un ahorcamiento, si se hace "de manera civilizada", o el racismo como modo de relación (los blancos odian a los negros, los negros odian a los mejicanos). Esa visión de una América de posguerra, violenta, racista y construida sobre el odio, la desconfianza y la mentira que ofrece Los odiosos ocho, con esa secuencia de cierre donde los protagonistas, heridos de muerte y bañados en sangre, "izan" a una mujer ahorcada mientras leen una carta (falsa) del presidente... tantos detalles recuerdan a las intenciones del autor de Bailar en la oscuridad, Dogville y Manderlay. Tanto Lars von Trier como Tarantino han demostrado muchas veces que saben escribir y narrar, pero a este último le faltaba poner tales virtudes al servicio de la reflexión, y no al del mero divertimento.
The Hateful Eight - Quentin Tarantino - 2015 [ficha técnica]
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martes, 2 de febrero de 2016
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