Entre las muchas virtudes que demuestra David Robert Mitchell en su segundo largometraje se encuentra un interesante respeto al punto de vista cinematográfico, no en un sentido visual (es decir, no porque el realizador sitúe a veces la cámara en primera persona) sino en uno narrativo: It follows es una película conducida desde las vivencias de su personaje central, la joven Jay (Maika Monroe), por ello al espectador se le muestra lo que la chica conoce y siente. Incluso la primera secuencia, único momento en el que la protagonista no está presente, está planteada en torno a esta idea: en ella vemos a otra adolescente, Annie (Bailey Spry), huir aterrada de un perseguidor desconocido, oculto para el espectador, por una decisión de planificación que no (solo) responde a ese estándar del cine de terror consistente en no enseñar al monstruo a las primeras de cambio, al contrario, el espectador no puede ver lo que persigue a Annie porque si Jay, la conductora del relato, estuviera allí, entonces tampoco podría verlo. De hecho, a excepción del momento final en el que el director decide no mostrar la amenaza por una decisión, aquí sí, efectista (como veremos, el espíritu que ataca a la joven es el de su propio padre), Mitchell lleva a rajatabla esta idea, de manera que en su primera aparición ante Hugh (Jake Weary), la protagonista todavía no puede ver a la misteriosa mujer de amarillo a la que Hugh señala en varias ocasiones, y no será hasta que Hugh ya haya "contagiado" a Jay con la maldición, en la célebre escena en la que ella está atada a una silla con ruedas, cuando los espectadores podamos ver la terrorífica forma de una mujer desnuda que se acerca, impasible, hacia su víctima.
Esta idea del punto de vista se hace, si cabe, más notable en cuanto que el realizador filma cómo Jay se observa a sí misma en contraposición a la visión que tiene del resto de personajes. Volviendo a la primera secuencia, el director muestra a la joven Annie ligera de ropa y corriendo en tacones, viendo continuamente el cuerpo de la chica al completo, como un claro objeto de deseo, antes de ser brutalmente deformado; la víctima perfecta de esa amenazante maldición que se transmite mediante el apareamiento... nada más lejos de la imagen que se nos da de Jay, incluso en esos planos medios en ropa interior, de los que parece haberse eliminado su contenido erótico, pero sobre todo en esos planos cortos de sus pies o sus manos, lo propio de quien se mira a sí misma como una persona, y no como un juguete sexual. Es cuando Hugh recomienda a Jay y sus amigos que la joven traspase la maldición, igualmente, por vía sexual, cuando la realización deja paso a un interesante juego de planos en los que el sexo aparece latente, casi desafiante, entre tanto muchacho rebosante de hormonas: plano del atractivo Greg (Daniel Zovatto) como posible receptor de la maldición, plano de una hermosa Yara (Olivia Luccardi) durmiendo, indefensa, como un elemento más en la cadena de depredadores, plano del feo Paul (Keir Gilchrist) voluntario para acostarse con Jay a cualquier precio...
Tanto o más interesante en It follows es cómo explota las capacidades de los escenarios en los que se mueven los personajes. Volviendo de nuevo a la secuencia introductoria, el realizador explora esa solitaria y fría calle al atardecer, por la que huye Annie, con un lento movimiento de cámara de trescientos sesenta grados al que volverá de manera recurrente a lo largo del metraje, permitiéndole describir los espacios por los que Jay descubrirá, aterrada, esas figuras humanas que se dirigen hacia ella. El terror emerge así de lo cotidiano, pero la cotidianidad para Mitchell es casi igual de perturbadora, adornada con unos oportunos acordes eléctricos, y recreada con un sofisticado diseño de producción repleto de anacronismos, que dan a la historia un contexto atemporal. Todo ello ofrece una atmósfera desconcertante, que permite al director ofrecer momentos tan brillantes como el mencionado primer ataque a Jay cuando está atada, o la confusa aparición de un espíritu cuando los protagonistas están disfrutando en la orilla de una playa, momento en el que el espectador tiene que contar mentalmente el número de personajes en escena para descubrir que uno de ellos no debería estar ahí. Al igual que Annie, los personajes se acercan a al orilla para escapar de lo que los persigue, y Mitchell juega muy en serio con el simbolismo del agua, elemento en el que los personajes buscan protección una y otra vez, no solo esa pequeña piscina en la que Jay se sumerge al principio, y que en un momento vemos destrozada sin un porqué claro, también ese mar en el que unos muchachos navegan, para descubrimiento de una Jay que se dispone a ofrecerse sexualmente a ellos, o esa piscina final que nos ofrecerá la nada casual imagen del agua tiñéndose de sangre como posible fin de la amenaza.
It Follows - David Robert Mitchell - 2014 [ficha técnica]
sábado, 31 de octubre de 2015
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