lunes, 27 de octubre de 2014

Perdida

Bien el guion de Perdida, escrito por Gillian Flynn adaptando su propia novela, o bien la lectura que el prestigioso cineasta David Fincher hace de dicho guion, ofrece al menos dos aspectos que rozan lo que podríamos considerar desleal para la audiencia. Por un lado, sobre todo en sus primeros compases, los artífices del film insisten en presentar una serie de situaciones breves que juegan con la intuición del espectador para darle pistas de dudosa credibilidad sobre el caso de la desaparición de Amy Dunne (Rosamund Pike), con el fin de apuntar hacia su marido Nick (Ben Affleck) como principal sospechoso: por citar unas cuantas, véase cómo Nick se preocupa de que su gato permanezca encerrado en una habitación mientras la policía examina el lugar de los hechos; cómo el personaje provoca que salten las alarmas cuando cruza un detector de metales o entra en la cabaña de su padre; incluso en la escena del discurso ante los medios de comunicación Affleck, con sus estudiadas pausas ("I did not... have..."), parece imitar a Bill Clinton en aquellas primeras comparecencias donde negaba haber tenido relaciones sexuales con Monica Lewinsky... Sin embargo, nada hay que reprochar a Fincher o Flynn sobre estos detalles ya que cualquiera de ellos encajan tanto en la hipótesis de inocencia de Nick como en la de su culpabilidad.

El otro aspecto negativo lo encontramos en la segunda mitad de un relato cuya ambiciosa construcción basada en giros y sorpresas se toma demasiadas licencias a la hora de atar cabos, hasta el punto de que los propios personajes principales critican a las autoridades cuestionando la cantidad de inconsistencias que deja la resolución "oficial" del caso. No obstante, lo que hace grande esta vez a la labor de Fincher es que ofrece un entretenido resultado donde lo más importante no es la trama detectivesca sino la inteligente lectura que subyace bajo esa trama. Fincher juega brillantemente con la auto-referencia (esos primeros minutos en la que los personajes se enamoran parecen rescatados de El curioso caso de Benjamin Button) y con el tiempo narrativo para ir incrementando la atmósfera malsana de la película, llevando la historia desde dos puntos de vista enfrentados, con los que consigue que simpaticemos alternativamente. Primero, situando al personaje de Affleck como un figurante desvalido en medio de una situación kafkiana, fruto de un mundo gobernado por los hombres que, para equilibrar la balanza, de vez en cuando pone en el punto de mira social a incautos como Nick (en más de una ocasión, se palpa en la atmósfera algo que él también advierte: que todas las mujeres están en su contra).

Pero si Affleck, con su porte de inofensivo grandullón, cumple con lo requerido para el papel, el actor se ve superado a todas luces por el trabajo de una acertadísima Rosamund Pike bajo la piel de Amy: la actriz no solo aporta la metamorfosis física que requiere el personaje (aparte de engordar y maquillar su rostro, cambia radicalmente su refinado acento de Nueva York y su manera de moverse), también realiza una composición interna del personaje que va mutando en las diferentes etapas de la trama, y que facilita que Perdida tenga tiempo para dar a Amy su parte de razón, máxime tras escuchar a Amy maldecir cómo, con el paso del tiempo, se ha convertido en una mera mascota sexual para su compañero. Al final, lo que encubre Fincher tras este best-seller es una amarga historia contra los convencionalismos que tiene que sufrir una pareja de clase acomodada, utilizando un camino menos directo, pero igual de acertado, que el empleado por su colega Sam Mendes en films como American Beauty o Revolutionary Road. No es casual que la imagen elegida para abrir y cerrar el relato nos muestre la siempre misteriosa pose de Amy mientras escuchamos a Nick cuestionarse "cuánto daño nos hemos hecho, cuánto daño nos haremos". Perdida ofrece una de las tesis contra el matrimonio más desoladoras de cuantas ha dado el cine americano en muchos años.

Gone Girl - David Fincher - 2014 [ficha técnica]

4 comentarios:

  1. Veo que te ha gustado, aunque no tanto como a mí. A mí los giros no me molestaron, ya que la película es en última instancia una reflexión sobre el peso que tienen las apariencias en las relaciones contemporáneas, por tanto, es coherente que la película juegue con el espectador de esa manera. Es decir, los quiebros no están ahí para recuperar el interés del espectador cuando la trama se va volviendo aburrida, sino que son los que sostienen la propuesta, que indaga en la obsesión por llevar una vida idílica que tanto invade nuestra sociedad.
    Y aunque el matrimonio desde luego sale mal parado y es el objetivo de Fincher sin duda, el panorama humano que puebla la película más allá de la pareja protagonista, es el más deprimente que he visto en mucho tiempo. Y en cuanto a la reflexión sobre el machismo, yo no termino de verlo: a primeras la película puede parecer un tanto misógina (yo llegué a pensarlo en algún momento) pero si uno reflexiona un poco, se encuentra que Fincher no juzga a los personajes por su género en absoluto: reparte puyas a los dos géneros indistintamente.
    Saludos y no te demores tanto hasta la próxima entrada.

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    1. Creo que no me he explicado bien, en ningún momento hablo de machismo o misoginia, ni en el punto de vista de Fincher ni dentro de la ficción que cuenta la película, y he querido dejar claro que el director tiene tiempo para dar la razón tanto a él como a su mujer.

      Gracias por tu comentario. El trabajo no me deja tiempo que dedicar al blog, pero sí que tengo algunas películas pendientes de comentar.

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    2. Yo salí con miedo de volver a mi casa, el tema de la película son las ralaciones matrimoniales lo otro es un mcguffin .

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    3. Desde luego, no sé si hasta ese extremo, pero la gran virtud de la película es su tesis sobre el matrimonio.

      Gracias por tu comentario.

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