El hecho de que para el guión de The Master Paul Thomas Anderson haya incluido ideas de los primeros borradores de There will be blood hace que ambas películas constituyan un singular díptico dentro de la filmografía del autor californiano. Es como si hubiera dejado aparcados (ya veremos si de manera definitiva, pues nada se sabe de sus siguientes proyectos) a los personajes anónimos y/o perdedores de sus anteriores largometrajes para centrarse en el tipo de hombres que cambiaron la historia reciente de su país. Sin desmerecer las excelentes cualidades que las dos películas tienen por separado, hay que reconocer que ambas se complementan y se potencian si se las considera en conjunto, estableciéndose entre ellas, cuanto menos, un impecable juego de espejos entre sus personajes, narrando en ambas la vida de dos hombres seglares, el Daniel Plainview (Daniel Day-Lewis) de There will be blood y el Freddie Quell (Joaquin Phoenix) de The Master, y la relación de éstos con dos individuos de sospechosas creencias religiosas, respectivamente Eli Sunday (Paul Dano) y Lancaster Dodd (Philip Seymour Hoffman). Plainview, alguien movido únicamente por la ambición, con innatas cualidades para ascender al poder, es un negativo de Quell, personaje sin ningún tipo de habilidad, bebedor empedernido de los brebajes que él mismo prepara, y cegado completamente por sus instintos sexuales. Es por ello que la relación con sus antagonistas religiosos está también completamente invertida: mientras que Plainview se consideraba a la altura de Sunday durante todo el relato, hasta llegar a aplastarlo, literalmente, al final de There will be blood, Quell es un juguete en manos del soberbio Dodd, a quien aquél mira con fascinación. Es como si Anderson, que dejó la Historia americana poco antes del crac del 29, la hubiera retomado después de la Segunda Guerra Mundial encontrándose con un ciudadano americano desorientado, ansioso de creencias y de drogas que le evadan de la realidad.
Con todo, el director dedica una presentación al protagonista de The Master que no desmerece al silente prólogo de su anterior film. De Anderson, quien por primera vez en su carrera prescinde de Robert Elswit, su habitual director de fotografía, no se puede decir que haya perdido con la colaboración del rumano Mihai Malaimare Junior. Desde los primeros fotogramas, el trabajo de Malaimare constituye un elemento vital en la caligrafía de Anderson, rescatando el formato de 65mm, que ha estado en desuso durante casi dos décadas, y utilizando angulares para la mayoría de las tomas. Las imágenes de Malaimare casi nos remiten al cine de Terrence Malick, de no ser porque Anderson es mucho más explícito y controvertido, y no tardará en recordárnoslo: ya al principio vemos como el joven soldado Quell finge copular y manosear, de forma soez, a una mujer de barro que sus compañeros han moldeado en la playa, para después recostarse junto a ella de manera apaciguada, definiendo un plano al que Anderson volverá después recurrentemente; poco después el protagonista flirteará con una bella joven (trabaja, literalmente, como maniquí) que no tardará en mostrar una desnudez aberrante para el espectador pero ideal para la mente trastornada de Quell, cuando le enseña su descompensado vientre después de que éste la emborrache con uno de sus cócteles; es con una de estas bebidas con las que Quell mata a un anciano al que le ofrece un trago, lo que desencadena la huida del protagonista que finalmente le llevará hasta una embarcación en la que se encontrará con Dodd y su secta "La Causa" (la imagen nocturna del barco por debajo del Golden Gate es uno de los planos más hermosos que ha dado el cine americano en muchos años), momento en el que, realmente, Anderson "empieza" su película.
A partir de aquí, el director se apoyará en las sobresalientes interpretaciones de Joaquin Phoenix y Philip Seymour Hoffman, quienes desarrollan dos labores interpretativas completamente opuestas (véase la distancia entre uno y otro rol en la escena de la carcel), rayando la perfección en ambos casos. Anderson expondrá hasta la extenuación la relación entre dos hombres que se profesan una hipócrita admiración, y que son muy similares en el fondo. Por más que Dodd se considere un mesías y vea a Quell como un pobre descarriado, hay momentos como el fascinante número musical en el que, de repente, todas las mujeres en escena aparecen completamente desnudas, donde dudamos si se nos muestran las cosas desde el punto de vista de Quell, o desde la no menos obscena mirada de su mentor (la igualmente impactante escena siguiente, protagonizada por el líder y su esposa, nos hacen sospechar lo segundo). The Master niega cualquier tipo de complacencia a sus espectadores, al introducirlos sin miramientos en el proceso de conversión que Dodd pretende aplicar sobre Quell, sin concesiones. Hay larguísimos montajes de secuencias, como el de la terapia en la que, entre otras cosas, Quell camina con los ojos cerrados, una y otra vez, entre la pared y la ventana de una habitación, en los que el director pone a prueba la paciencia del espectador con el fin de reflejar lo absurdo del método de la secta: al completar dicha terapia, "El Maestro" da a su pupilo un indulgente abrazo, como si hubiera completado con éxito la manipulación... cuando todos hemos visto que el joven sigue teniendo las mismas sensaciones que al principio. Es ésta, en cierto modo, una particularización de lo que es el grueso del relato: al final, Quell no habrá aprendido nada importante de su maestro, más allá de aplicar sus técnicas de terapia para encandilar a una joven con la que tendrá sexo algo más convencional, por más que para él no sea nada más que la mujer de barro del principio. Si Paul Thomas Anderson ofrecía en su anterior largometraje una mirada brutal del hombre moderno, en The Master su idea es, si cabe, más patética, al mostrarlo desvalido, errático, perverso e inútil.
The Master - Paul Thomas Anderson - 2012 [ficha técnica]
sábado, 19 de enero de 2013
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He visto todo lo de Anderson, y ninguna de ellas me ha convencido del todo... Les reconozco el interes, pero nunca culminan con lo que prometen. A veces debido a la megalomanía del director. No sé si a esta le daré una oportunidad o no, aunque tal y como lo planteas parece interesante.
ResponderEliminarPues si no te ha convencido ninguna no sé si recomendarte ésta. Ya me dirás.
EliminarPues la acabo de ver y me parece lo mejor de este hombre. Aún así su manera tan particular de narrar sigue haciendo que no entre de lleno en su cine. Me llama la atención que en el estupendo análisis que haces de la cinta no comentes nada sobre la homosexualidad latente entre los dos protagonistas, obvia en momentos como la primera sesión a la que someten a Fredie(rodada como un coito, con cigarro incluido...), o la disputa pseudomarital en las celdas.
ResponderEliminarSaludos y feliz año
No recuerdo haber percibido nada de "homosexualidad latente" entre los personajes, aunque no tengo la película reciente.
ResponderEliminarGracias por tu comentario, y feliz año.