No deben de estar muy contentos los detractores del celebérrimo largometraje de Jean-Pierre Jeunet Amélie (la que según Tomás Fernández Valenti es una de las más insufribles odas a ese afán de injerencia que tienen algunas personas hacia las vidas de los demás a fin de "corregirlas" y hacerlas ir por "el buen camino") al descubrir que tanto la actriz como el personaje interpretado por Audrey Tatou hace diez años siguen funcionando como carta de presentación para abrir el camino comercial a películas como La Delicadeza, sin más gancho para el público que el ambiente parisino y la similitud entre Amélie y el personaje interpretado aquí por Tatou, Nathalie Kerr, de nuevo una joven de ingenuidad marciana, de comportamiento disonante entre los que le rodean, pero rebosante de buenas intenciones y sin un ápice de maldad. Aparte de eso, pocos atractivos adicionales a destacar aquí. La cinta nos presenta a dos cineastas debutantes, los hermanos Foenkinos, siendo uno de ellos (David) autor de la novela en la que se basa el guión escrito por ambos, y que en su opera prima carecen de la imaginación y/o los medios que suele tener su compatriota Jeunet para maquillar el absurdo y la falta de credibilidad que a menudo tiene el recurrente tono onírico de sus relatos (escenas como la de la boda de la protagonista o la del joven pletórico que se siente admirado por todas las mujeres después de ser besado por una desconocida aspiran a transmitir un aire mágico que sus responsables no consiguen darle). La Delicadeza se convierte así en una de esas tantas cintas francesas situadas sobre la delgada línea que separa un ejercicio arriesgado y fresco del más completo despropósito narrativo: véase la irrupción en escena del personaje de Markus Lundl (François Damiens) que, siendo co-protagonista del relato, aparece casi en la mitad del metraje sin que conociéramos absolutamente nada acerca de él, lo que puede ser tanto un atrevimiento por parte de los autores, como una delación de la falta de experiencia que tienen, dicho de otro modo, o bien no quieren adscribirse a los cánones narrativos clásicos o bien no son capaces de hacerlo. Yo me decanto por lo segundo.
La délicatesse - David Foenkinos, Stéphane Foenkinos - 2011 [ficha técnica]
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domingo, 15 de julio de 2012
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