En el mundo empresarial se ha puesto de moda en las últimas décadas el término "coaching" que, dada su raíz deportiva (a partir del anglicismo "coach", entendido como entrenador de un equipo o preparador de un atleta), aplicado al terreno ejecutivo casi se define por sí mismo, al denotar una ruptura con el concepto de jefe tradicional, con el mero ejecutor de la voz de mando, y abogar por un nuevo modelo de liderazgo, que trata de posicionar de manera justa a los integrantes de un equipo según sus habilidades y motivarles para la consecución de un objetivo común. Moneyball, una película centrada en la cúpula de un modesto equipo de baseball, es uno de esos largometrajes perfectos para ser proyectados como ejemplo práctico a un curso de coaching ejecutivo, o de cualquier cosa que tenga que ver con el etéreo mundo del liderazgo empresarial, ya que el guión de Steven Zaillian y Aaron Sorkin a partir del libro Moneyball: The Art of Winning an Unfair Game (obra del cronista financiero Michael Lewis), que versa sobre el equipo de baseball Oakland Athletics y su director general Billy Beane (interpretado por Brad Pitt en la ficción), se edifica sobre una sucesión de moralejas aplicables al socialmente vilipendiado rol de jefe y/o directivo. Entre estas moralejas destacamos, por ejemplo, la virtud del responsable de un proyecto para encontrar la solución buscando primero el problema (cuando todos piensan que basta con reemplazar a tres importantes jugadores que han abandonado el equipo, Beane ve que son un equipo pequeño sin los recursos para pensar como los grandes); la importancia de una idea revolucionaria y sus problemas de aceptación (la ruptura con el modelo clásico, con innumerables partidarios, basado en los caza-talentos y la valoración a partir de aptitudes para batear y robar bases); la necesidad de confiar ciegamente y contra corriente en la decisión tomada (las matemáticas avanzadas como base de la constitución del equipo, a partir del análisis del rendimiento de los jugadores, una idea que hace que los Athletics pierdan al principio casi todos los partidos); la dura pero necesaria labor de expulsar o corregir a los miembros del grupo "no alineados" para encauzar la situación (la cesión a otros equipos de dos jugadores sobrevalorados con el fin de que el entrenador no tenga más remedio que convocar a otros aparentemente menos dotados pero que se ajustan al modelo), o la implicación del líder mostrándose cercano al equipo como revulsivo final para la consecución del éxito (en el momento de máxima crisis, Beane deja de ser una figura jerárquica ausente y charla con cada uno de los jugadores para motivarles, siendo de especial relevancia el discurso ante el más veterano, al que le hace ver que aún no ha dado todo lo que podía y le anima a que sea un ejemplo para los jóvenes).
En lo cinematográfico, añadir que es una lástima que este segundo largometraje de ficción de Bennet Miller pase desapercibido, en cierto modo y sobre todo en comparación con su laureado debut Capote, o que este Moneyball se haya descrito como un vehículo para lucimiento de su actor principal, cuando lo cierto es que en muchos sentidos Miller corre aquí más riesgos al no hablarnos de un personaje tan ilustre como Truman Capote y tratar un tema tan peliagudo, sobre todo en los tiempos que corren, como la gestión de personas y el manejo del dinero, aparte su extraño estilo directo y reposado, con una enorme claridad expositiva y una manera muy sutil de dirigir a los actores (con detalles tan imperceptibles como un personaje que se balancea nervioso en su silla cuando habla con alguien al que reconoce como superior), y la facilidad en su didáctica para transmitir conceptos, en ocasiones, demasiado abstractos, devienen fundamentales para el relato narrado, si bien esta claridad es en ocasiones sólo aparente, ya que Miller y su editor Christopher Tellefsen combinan diferentes formatos y adoptan a menudo soluciones de montaje poco ortodoxas, como cuando vemos sucederse en la pantalla imágenes que resumen el curso de determinados acontecimientos y al mismo tiempo escuchamos (en una clara crítica a cierto tipo de periodismo ventajista) a varios locutores deportivos narrar exactamente lo contrario. En el guión de Zaillian y Sorkin se asume incluso que parece estar narrándose un manual de buenas prácticas en el liderazgo, llegando a tratarse con ironía en el momento en que el rechoncho Peter Brand (Jonah Hill) enseña a Beane un vídeo en el que un bateador no sabe ver su éxito presa de sus miedos afirmando, en un guiño de humor de los guionistas, que se trata de una metáfora. Por otro lado, queda la incógnita de saber cómo hubiera resuelto el proyecto Steven Soderbergh de no haberlo abandonado, si hubiera optado por la simplicidad narrativa de Miller, o cómo lo hubiera acogido la prensa cinematográfica, ahora que parece que nadie tiene nada bueno que decir del autor de Sexo, mentiras y cintas de vídeo, lo cierto es que parece que quede algo en el trabajo (más que correcto, todo hay que decirlo) de Brad Pitt a las órdenes de Miller de lo que este actor compuso para su personaje en la trilogía de Ocean's Eleven, sobre todo ese tono más o menos pacífico con puntuales estallidos de rabia, o su comportamiento en las conversaciones de grupo (sobre todo en esas asambleas de crisis del principio del film), su manera de señalar a los demás y de encerrarlos mediante la dialéctica, ofreciendo un humor tan contenido como inteligente.
Moneyball - Bennett Miller - 2011 [ficha técnica]
domingo, 11 de marzo de 2012
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