Cuando se adapta un material ajeno para la gran pantalla ocurre a menudo que se exija al cineasta a cargo un mínimo grado de fidelidad hacia la fuente original. Si, además, este material original comprende hechos reales como los presumiblemente narrados en películas como La red social parece como si esa fidelidad no fuera ya una exigencia sino una obligación. Por ello, el hecho de que, a modo de epílogo, junto a la proyección de los créditos finales de The Fighter veamos en vivo a los verdaderos Micky Ward y Dicky Eklund, los hermanos boxeadores en torno a los cuales ha girado la trama de la película, es un ejercicio de honestidad por parte de los artífices de The Fighter (al poner de manifiesto las palpables diferencias físicas entre los personajes reales y los actores que los encarnan), pero también, y según se mire, una cuestión de orgullo por parte de un David O. Russell al que no le importa demasiado que la historia real se parezca a su historia. Lo más loable de la labor del director es su capacidad de remontar mediante un sano ritmo narrativo un encorsetado guión firmado por tres autores (Scott Silver, Paul Tamasy y Eric Johnson) que jamás ofrece al espectador un mínimo margen de duda a la hora de juzgar la moral de Micky Ward (Mark Wahlberg): en todo momento las decisiones que toma el protagonista son indudablemente las más acertadas, ya que los personajes que le rodean, lamentablemente, carecen de ambigüedad; Micky siempre está apoyado por los personajes descritos como más sensatos (la chica que se enamora de él y le anima a cambiar de rumbo, el empresario que le ofrece una oportunidad para salir del agujero, el padre cuyas traiciones a la familia le cuestan las agresiones de su esposa), personajes que tienen que enfrentarse a su madre y hermanas, representativas de lo más rancio y reaccionario del white-trash americano, y adoradoras de un boxeador acabado y adicto al crack que, según se mire, nunca logró nada importante.
A pesar de esto, la película se sigue bastante bien, sobre todo gracias al discurso paralelo que Russell desarrolla en torno al espectáculo del boxeo, casi siempre insertando elementos que hacen referencia al tratamiento que un medio de masas como la televisión hace de él (sin importar, como decimos, el grado de fidelidad de este tratamiento "real" dentro del carácter de ficción del conjunto), que empieza por la descripción del trabajo de los realizadores del canal de televisión HBO que siguen las andanzas de un alucinado Dicky Eglund en pleno ocaso, uno de los cuales es interpretado por el auténtico Richard Farrell, el que fuera codirector del reportaje High on Crack Street: Lost Lives in Lowell: Eglund y su familia creen estar protagonizando una crónica sobre su regreso al boxeo, por más que Farrell admita que su trabajo habla de la adicción al crack (más tarde, el relato dará paso a la proyección del montaje final por televisión ante la mirada atónita de todos los que adoran al ex-boxeador, secuencia climática tras la cual el rumbo de los acontecimientos da un inadvertido giro). A todo ello se suma el formato deliberadamente catódico que tienen los combates filmados en la película, sobre todo en lo que concierne a la espectacular y kitsch presentación de los púgiles, y a la filmación de las propias contiendas, que recupera la clásica costumbre cinematográfica de situar la cámara fuera del ring (algo que, por otro lado, es inevitable en televisión). Por eso, la presencia de los auténticos Micky Ward y Dicky Eklund como broche de la propuesta puede leerse también como un tributo del film al trabajo, no siempre valorado, de ciertos profesionales de la retaguardia de la industria del entretenimiento.
The Fighter - David O. Russell - 2010 [ficha técnica]
A pesar de esto, la película se sigue bastante bien, sobre todo gracias al discurso paralelo que Russell desarrolla en torno al espectáculo del boxeo, casi siempre insertando elementos que hacen referencia al tratamiento que un medio de masas como la televisión hace de él (sin importar, como decimos, el grado de fidelidad de este tratamiento "real" dentro del carácter de ficción del conjunto), que empieza por la descripción del trabajo de los realizadores del canal de televisión HBO que siguen las andanzas de un alucinado Dicky Eglund en pleno ocaso, uno de los cuales es interpretado por el auténtico Richard Farrell, el que fuera codirector del reportaje High on Crack Street: Lost Lives in Lowell: Eglund y su familia creen estar protagonizando una crónica sobre su regreso al boxeo, por más que Farrell admita que su trabajo habla de la adicción al crack (más tarde, el relato dará paso a la proyección del montaje final por televisión ante la mirada atónita de todos los que adoran al ex-boxeador, secuencia climática tras la cual el rumbo de los acontecimientos da un inadvertido giro). A todo ello se suma el formato deliberadamente catódico que tienen los combates filmados en la película, sobre todo en lo que concierne a la espectacular y kitsch presentación de los púgiles, y a la filmación de las propias contiendas, que recupera la clásica costumbre cinematográfica de situar la cámara fuera del ring (algo que, por otro lado, es inevitable en televisión). Por eso, la presencia de los auténticos Micky Ward y Dicky Eklund como broche de la propuesta puede leerse también como un tributo del film al trabajo, no siempre valorado, de ciertos profesionales de la retaguardia de la industria del entretenimiento.
The Fighter - David O. Russell - 2010 [ficha técnica]
A destacar la interpretación de Christian Bale y la cara de loco que pone. A mi me asusta.
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