Winter's Bone es una de esas películas que funcionan a pesar de su discutible caligrafía. La directora Debra Granik imprime un criterio de realización azaroso, sin un motivo claro a la hora de elegir tal o cual plano, y con un exceso de recurrencia hacia aleatorios emplazamientos de cámara: tan pronto pone el objetivo a ras de suelo como lo vuelve a situar a una altura convencional, dejando claro con ello que no se busca un significado concreto con estos caprichosos ángulos sino que sólo pretende dar al montaje un carácter nervioso (con unos problemas de raccord que, me temo, no son deliberados) no siempre apropiado para el tono del relato. Las secuencias de presentación de la adolescente Ree (Jennifer Lawrence), avanzan de esta guisa pero, por suerte, el desafortunado trazo de Granik no logra desdibujar otras facetas mucho más logradas, como son el elaborado diseño de producción de Mark White o el acertado cromatismo fotográfico de Michael McDonough, completamente afines al frío paisaje humano que rodea a la protagonista. La realizadora cuenta con este apoyo para extender una incisiva mirada sobre la pobreza cultural de los hillbillies residentes en cierta zona de Missouri que Daniel Woodrell, autor de la novela homónima, conoce perfectamente, y Granik describe las costumbres de los pobladores de la región con eminente mala uva ya que, aunque parece contar con la colaboración de habitantes reales para algunas escenas (como son el momento del concierto folk familiar), su mirada no es para nada amable hacia ellos, sino notablemente crítica. Véase ese punto de inflexión del relato que es la visita de Ree a una subasta del ganado donde el nervioso montaje antes citado equipara los orondos cuerpos de los vaqueros aglomerados en una grada con el hacinamiento de las reses preparadas para la subasta, o los gritos de la protagonista con los berridos de uno de los terneros. Sin embargo, lo más interesante no es ya esta descripción social sino el tratamiento que la directora hace del camino iniciático emprendido por la protagonista, cuyo aprendizaje no connota algo positivo sino una manera de cerrar tan hermética sociedad sobre sí misma. Así, la escena final de la motosierra, una especie de catártico bautismo de sangre para Ree impulsado por sus coterráneas de mayor edad, se corresponde con la manera en la que, en otro momento, la propia joven anima a sus hermanos pequeños a destripar una ardilla. Es uno de los niños, la pequeña Ashlee (Ashlee Thompson), una figura fundamental para entender la mirada de la directora, ya que la pequeña personifica mejor que nadie esa terrible espiral de hermetismo como consecuencia de un relevo generacional, especialmente por parte de las mujeres, que perpetúa la moral de los adultos. Hay detalles tan sutiles como la manera en la que Ashlee incordia a su hermano para despertarlo al principio de la película, que es similar a la forma en la que el tío de Ree despertará a ésta más adelante; la habilidad que Ashlee tiene para encontrar ardillas cuando los hermanos salen de cacería, o el plano, una vez finalizados los títulos de crédito, de Ashlee correteando con dos palitos en la cabeza a modo de cuernos (de nuevo la cruel equiparación del personaje con el ganado), pero no hay una imagen tan reveladora como el inverosímil plano final de Ashlee tomando el banjo de su padre y tocándolo con una fantástica habilidad, una manera tajante de envenenar el final feliz sugiriendo que en el futuro los personajes tendrán más de lo mismo.
Winter's Bone - Debra Granik - 2010 [ficha técnica]
... leer más
martes, 15 de marzo de 2011
Suscribirse a:
Entradas (Atom)