A la hora de adaptar el guión del original Teniente corrupto escrito por el propio director de aquel film, Abel Ferrara, en colaboración con otros tres autores, una de las decisiones más interesantes tomadas por el cineasta Werner Herzog y/o el guionista William M. Finkelstein, gracias a la cual Herzog logra un punto de distinción con este remake, consiste en dar una vuelta de tuerca a las motivaciones de su protagonista: a diferencia del policia interpretado por Harvey Keitel en la versión de Ferrara, quien a lo largo del metraje le veíamos utilizando su poder para saciar toda clase de vicios al tiempo que se veía conmovido por el caso de violación de una joven monja, el teniente Terrence McDonagh (encarnado por un descomunal Nicholas Cage) es un agente de policia que va descendiendo progresivamente hacia un cada vez más lamentable infierno personal por culpa de su relación con Frankie (Eva Mendes), una prostituta de lujo, su adicción a las drogas (a las que se engancha para atenuar sus dolores físicos) y su afición a las apuestas, pero compagina su lado más abyecto con un envidiable ascenso profesional, conseguido principalmente gracias a una implacable investigación en el caso del asesinato de una familia afroamericana, investigación durante la cual el protagonista comete algunas atrocidades fruto de su sentido de la moral (cf. la escena en la que interroga a la abuela del único testigo del crimen, donde Terrence está a punto de matar a la anciana de la cual está a cargo quitándole el tubo de oxígeno) pero que, en líneas generales, demuestra una conducta ejemplar, no tolerando el más mínimo abuso policial sobre los implicados y dirigiendo con enorme inteligencia cada una de las operaciones. Para Herzog, las conductas más deplorables del protagonista son casi siempre una consecuencia indirecta de sus adicciones: por ejemplo, mientras el teniente de Ferrara detenía deliberadamente el coche de dos chicas para amenazarlas forzándolas a representar un numerito sexual, cuando Terrence detiene a una pareja de jovenes su único fin es requisarles la droga que llevan encima, aunque después termine teniendo sexo con la chica debido a la actitud promiscua de ésta y al temor de la pareja a ser delatados a sus padres.
Menos afortunado es el desenlace que Herzog / Finkelstein proponen en lugar del planteado por Ferrara, quien hacía que su protagonista fuera asesinado en un ajuste de cuentas tras no poder pagar sus deudas de juego. Terrence, en cambio, vive un final tremendamente idílico, lo cual no tendría por qué ser un problema en sí mismo, siempre que el guión de Finkelstein no estuviera lleno de incongruencias en su tramo final: véase cómo los peligrosos matones que reclaman a Terrence una importante suma de dinero por haberle robado a un cliente de Frankie acuden con incomprensible imprudencia a un tiroteo del que, evidentemente, salen mal parados; cómo el principal sospechoso en el caso de asesinato que investiga Terrence parece no recurrir a sus abogados cuando la policía halla una pista falsa introducida en la escena del crimen, o cómo las deudas de juego de Terrence quedan saldadas cuando gana apostando en un partido de fútbol americano en el que, según hemos visto poco antes (en un ejercicio de despiste al espectador bastante desleal por parte de Herzog), a dos minutos del final el resultado estaba siendo muy desfavorable para Terrence. Como broche a este desafortunado tramo final se situa la secuencia de apenas dos minutos en la que el protagonista recibe tres fugaces visitas de personajes que resuelven verbalmente sus problemas, una secuencia expuesta de manera tan atropellada que se diría que o bien ha sido rodada por un tercero o bien es una broma por parte de Herzog quien, para demostrar su disconformidad con el carácter complaciente del desenlace, rueda la secuencia para que parezca un inserto impuesto por los productores.
'The Bad Lieutenant: Port of Call - New Orleans' - Werner Herzog - 2009 [ficha técnica]
lunes, 10 de enero de 2011
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