Muchos cineastas como Michael Haneke nos recuerdan insistentemente que no es necesario hacer explícita la violencia en la pantalla para alertarnos sobre ella, consiguiendo con ello películas que son a menudo una exigente prueba para los espectadores, quienes somos incapaces de soportar la violencia no mostrada, por más que los medios audiovisuales nos hayan inmunizado contra la violencia explícita. Eso no quiere decir, sin embargo, que la representación figurativa de la violencia no pueda también incomodar, lo que pasa es que, a estas alturas, es muy difícil no traspasar mediante la imagen en movimiento la línea que separa la repulsión hacia el acto violento de la atracción hacia ese mismo acto. El demonio bajo la piel cuenta con cuatro secuencias climáticas que describen los actos violentos de su protagonista y narrador, el ayudante de sheriff Lou Ford (Casey Affleck), y lo hacen alternando la violencia fuera de campo con una exposición deliberadamente frontal: por un lado, en un flashback se nos sugiere que un Lou Ford adolescente está violando a una pequeña de cinco años ante la mirada atónita de su hermano mayor, y de forma aún más sutil, mediante una elipsis, sabemos que Ford se ha deshecho de su cómplice, el adolescente Johnnie Pappas (Liam Aiken); por otro lado se nos muestra con insoportable claridad cómo Ford deforma el rostro de su amante, la prostituta Joyce Lakeland (Jessica Alba), mientras la golpea impulsivamente hasta matarla, y más tarde tampoco se nos ahorra la imagen de la agonía de la prometida de Ford después de que éste la golpee brutalmente en el estómago. El director Michael Winterbottom (quien, con esta particular participación en el cine negro, completa la filmografía más heterogénea del panorama mundial) realiza una filmación nada acomodaticia de la violencia, y lo hace utilizando formatos antagónicos pero con constante brillantez, sobre todo gracias a la impecable interpretación de Casey Affleck. Sin embargo, el trabajo de Winterbottom y Affleck queda malogrado al pasar por las exigencias de producción de El demonio bajo la piel, cuya ambientación "noir" obliga a recargar las imágenes con todo tipo de parafernalia de época, incluyendo unas nada afortunadas canciones populares de corte excesivamente frívolo, que suenan cada vez con más frecuencia a medida que la película se acerca a su tramo final, y que terminan dando la sensación de que los hechos son narrados con cierta ironía, imponiendo de este modo un inadecuado distanciamiento entre el espectador y la crudeza del material de partida.
'The killer inside me' - Michael Winterbottom - 2010 [ficha técnica]
lunes, 24 de enero de 2011
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