Pocas películas como la última de David Fincher representan mejor el conflicto entre lo viejo y lo nuevo, la ruptura generacional como consecuencia de una violenta evolución en el estado de las cosas. Más o menos toda la primera mitad del guión de Aaron Sorkin a partir del best seller de Ben Mezrich pone en tela de juicio el inamovible orden tradicional representado por las universidades. Son muchas las escenas en las que se subraya cómo los jóvenes personajes del film adoptan una actitud irreverente y contestataria hacia sus académicos adultos, en las que se define a la universidad como un mundo sectario, casi militarizado, llegando a ser La red social durante este tramo una teen movie de corte amargo, incidiendo en la postura del protagonista, el joven creador de Facebook Mark Zuckerberg (Jesse Eisenberg), ante el patético elitismo de las hermandades universitarias y la inexplicable influencia que éstas tienen en la vida de compañeros como Eduardo Saverin (Andrew Garfield). Es notorio en este sentido cómo Fincher contrapone mediante montajes paralelos el apasionado trabajo de Zuckerberg para hacer realidad su proyecto con las vejaciones que sufren un grupo de novatos, entre los que se encuentra Saverin, para ingresar en la popular hermandad Phoenix, si bien la labor mejor lograda por el director a la hora de plasmar este enfrentamiento entre lo viejo y lo nuevo tiene lugar de la mano de los gemelos Winklevoss (encarnados por el actor Armie Hammer, el doble de cuerpo Josh Pence y un ejército de técnicos en efectos especiales), personajes que, en cierto modo, vienen a ser "los malos" de la función y a quienes, sin embargo, Fincher observa con un admirable respeto, haciendo que una de las grandes virtudes de su película sea la pluralidad del punto de vista. Éstos, por respeto a unos valores institucionales que obedecen ciegamente, miran pasivamente cómo Zuckerberg incumple su contrato y les arrebata la idea, pasando por el trance de ser ridiculizados por el presidente de la Universidad de Harvard a quien piden ayuda (y cuya secretaria les advierte de que se encuentran en una estancia más antigua que el propio país en el que se encuentra) sin por ello decidir emprender acciones legales y traicionar así unos valores tricentenarios. Por ello, la secuencia en la que los gemelos deciden finalmente demandar a Zuckerberg es precedida por una secuencia de carácter experimental, en la que un equipo de remo capitaneado por los hermanos Winklevoss pierden por muy poco en una competición, filmada con la técnica fotográfica de tilt-shift y acompañada de una versión de la partitura de M, el vampiro de Düsseldorf, subrayando así el carácter rupturista de la secuencia y la importancia que tienen los Winklevoss dentro del relato. En contraposición a éstos, Sean Parker, encarnado por un más que acertado Justin Timberlake, se presenta como el paladín del nuevo estado de las cosas, un antisistema del entramado industrial dolido por el control que las generaciones anteriores ejercen sobre la sangre nueva, de ahí que insista continuamente a Zuckerberg en que deje bien claro a los dinosaurios del mercado que ya no mandan ellos, especialmente cuando Parker se mete a su socio en el bolsillo en el diálogo que tiene lugar entre ambos sobre el estridente sonido de unos altavoces de discoteca, en uno de los textos mejor escritos de un film muy dialogado (cualquiera que haya tenido la suerte de conocer a un genio de los negocios como el creador de Napster sabe que ese poder de persuasión es completamente real).
'The Social Network' - David Fincher - 2010 [ficha técnica]
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domingo, 17 de octubre de 2010
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