Martin Scorsese confirma con Shutter Island lo que ya venía insinuando en los largometrajes de ficción que ha realizado en los últimos diez años, y es que ya no tiene demasiado interés en seguir siendo una de las estrellas de sus propias películas, sino que se conforma (y no es poco) con tomar las riendas de proyectos ingeniados por terceros y realizar una labor de dirección lo más transparente posible. Esto, que constituyó una limitación en sus impersonales Gangs of New York y El aviador, ha producido unos resultados más que notables en Infiltrados y en Shutter Island, no porque Scorsese realice una labor muy superior como realizador (en ese sentido, tampoco es que en Gangs of New York y El aviador lo hiciera tan mal) sino porque cuenta con dos factores de inspiración fundamentales. Por una lado, la colaboración de su habitual montadora Thelma Schoonmaker vuelve a ser clave en el trabajo del director italoamericano, recordando en gran medida a las ocasiones en las que el Scorsese "clásico" se acercaba al cine de género, por ejemplo en ¡Jo, qué noche! y El cabo del miedo, trabajos donde la presencia autoral del director hacia que los materiales de partida perdieran su aire convencional (como comedia o thriller) y se convirtieran en algo completamente diferente. El trabajo de Schoonmaker en Shutter Island es, de nuevo, un ejercicio de superación que explota todas las posibilidades del montaje cinematográfico en beneficio del ritmo narrativo, jugando sobre todo con los golpes de efecto sonoros y la estupenda recopilación de partituras utilizadas como acompañamiento (fundamental tanto en los frenéticos minutos introductorios como en la hermosa secuencia final) y con los contrastes visuales, algo notorio en las escenas oníricas que toman prestados detalles del cine de, entre otros, David Lynch (ese cigarrillo encendido filmado hacia atrás, con lo que el humo fluye en sentido contrario) o Alan Parker (especialmente en su excelente El corazón del ángel, film con el que Shutter Island mantiene no pocas similitudes) no cayendo en la copia gratuita, sino llevando a cabo un complejo trabajo visual que alimenta el clima de confusión tan importante en la trama principal del film.
Por otro lado, Infiltrados y Shutter Island parten de sendos guiones adaptados que aprovechan con creces, cuando no superan, el potencial de los originales: en caso de Infiltrados el guión escrito por William Monahan (a mi juicio, mucho más interesante, se mire por donde se mire, que el original para Infernal Affairs de Alan Mak y Felix Chong), en caso de Shutter Island, el guión de Laeta Kalogridis adaptando la novela del escritor Dennis Lehane, un guión rico en lecturas alrededor de las prácticas psiquiatricas modernas en contraposición con los inhumanos procedimientos de la psiquiatría clásica y las macabras instituciones que la encubrían, así como la equiparación de éstas con los campos de exterminio nazis, en el sentido de que en uno y otro caso se experimentaba con seres humanos con el fin de ingeniar fatales formas de controlar a los individuos. Pero el guión de Kalogridis es interesante también a la hora de adscribirse a la relativamente nueva corriente de "la fragilidad del relato" o, si se quiere, de su "testimonio falaz" en el sentido más cartesiano del término, produciendo un descabellado, casi ilícito, giro final (donde lo más desacertado es la larga escena del faro por ser demasiado explicativa, ya que está a punto de destrozar la ambigüedad del relato), algo que no debe verse como un genial invento ni por parte de Scorsese, ni de Kalogridis, ni de Lehane, ya que es, como decimos, una especie de moda a la que se han apuntado alguno de los narradores del cine americano mainstream más interesantes de los últimos veinte años, a saber, David Fincher (El club de la lucha), Bryan Singer (Sospechosos habituales), M. Night Shyamalan (El sexto sentido) o Christopher Nolan (Memento).
'Shutter Island' - Martin Scorsese - 2010 [ficha técnica]
viernes, 5 de marzo de 2010
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
No hay comentarios:
Publicar un comentario