Reconozco que hasta ahora no le había prestado ninguna atención al cineasta francés Jacques Audiard, autor de algunas películas que gozan de relativa popularidad dentro del panorama europeo y que sólo conozco de oídas, como son Un héroe muy discreto o De latir mi corazón se ha parado, films que cosecharon algún que otro premio, sobre todo, en Francia pero que, desde luego, no venían precedidos de la excelente reputación que ha traído consigo Un profeta en su estreno en España, siendo considerada, entre otras cosas, como mejor película de 2009 por la revista Sight & Sound superando a títulos archiaplaudidos como son la, para mí, sobrevalorada En tierra hostil o la fenomenal La cinta blanca, film éste con el que Un profeta compitió en Cannes, siendo premiado finalmente con la Palma de Oro el trabajo de Michael Haneke y con el Gran Premio el de Audiard. Para quien, como yo, desconocía la obra de su director, Un profeta surge como un agradable descubrimiento, siendo una obra sobresaliente que sorprende por venir firmada por un cineasta que hasta la fecha había tenido una escasa repercusión. Su último film es un thriller carcelario y, por este motivo, se hace inevitable la comparación con la celebérrima cinta de Daniel Monzón Celda 211, un film notable pero que a veces abusa de tópicos con el objetivo de recalcar la pertenencia a cierto género. Es cierto que la trama de Un profeta puede recordar en ocasiones a las ideas de Nicholas Pileggi sobre el proceso de aceptación en los clanes mafiosos que llevó al cine Scorsese en el díptico Uno de los nuestros / Casino, pero el género surge de manera natural de las imágenes de Un profeta, su existencia no es en absoluto rebuscada ya que no hay en ella el menor asomo del lastre cinéfilo que tanto daño hace a muchos directores contemporáneos.
El hecho de que su relato parezca partir de cero, sin buscar referencias previas, es algo palpable en su arranque, cuando su protagonista, el joven Malik El Djebena (Tahar Rahim) es trasladado a la prisión que será el escenario principal del relato y la imagen se nos muestra velada para irse esclareciendo poco a poco, dando a entender que el personaje despierta de un letargo pero, para los espectadores, parece como si el personaje "naciera" en ese instante, una apuesta ciertamente arriesgada por parte de Audiard, al renunciar a cualquier tipo de prólogo y al no incluir ningún flashback en todo el metraje: A partir de aquí, todo lo que se nos cuenta procederá directamente de la acción, algo complicado cuando en el guión (coescrito por el propio Audiard) empiezan a multiplicarse los personajes. Para prevenirnos de tal confusión, el film hace gala de una envidiable economía narrativa, y esto es lo que hace que el trabajo de Audiard sea excepcional, siendo incontables los momentos en los que el film consigue transmitir la psicología y circunstancias de su protagonista con pasmosa facilidad. Valgan como ejemplo de esto último los intentos de Malik por escabullirse del entorno de los matones corsos al principio del relato (el joven intenta, en primer lugar, delatarlos ante unos guardias que están a merced de la mafia interna de la prisión, después participa en una pelea intentando, sin éxito, ser reubicado por mala conducta, todo ello en dos tres escenas puramente visuales); la falta de experiencia del joven al preparar el asesinato de Reyeb (Hichem Yacoubi), primero, no consiguiendo manejar con habilidad la cuchilla que debe ocultar en su boca, después, complicándose las cosas cuando llega el momento clave (un sólo plano de su labio sangrante es suficiente); la imposible adapatación del protagonista al grupo de matones por razones culturales (el cómico momento en el que se presentan ante un nuevo preso con sus apellidos latinos, mientras que él aparece el último diciendo "El Djebena"); la total fascinación que produce en él el mundo exterior durante sus eventuales permisos (ese canto de pájaros que se escucha en su primera salida, o su desorientación en la escena del aeropuerto, recalcada cuando Malik es cacheado rutinariamente y el joven muestra su lengua de manera mecánica); el ascenso social de Malik dentro de la prisión cuando se le empiezan a dar bien las cosas en el negocio del tráfico de drogas, cuando vemos cómo va recibiendo beneficios, entre los cuales se incluyen los servicios de una prostituta (de nuevo, habilmente presentada como tal: en un vis a vis, ambos se conocen, cubren las ventanas de la sala y terminan practicando sexo de manera desenfrenada), o su final aceptación por parte de un nuevo clan, esta vez, de origen musulmán, en medio de un escenario en el cual Malik parece sentirse "en casa" (una mujer mayor se ofrece para lavarle la ropa y Malik disfruta de la estancia terminando con un paseo por la playa). Y lo más importante de todo, Audiard sabe plasmar todas esas ideas pero no se limita a hacer cine contemplativo, ya que Un profeta es, ante todo, una película de acción, de ahí que sus momentos climáticos sean aquellos en los que Malik planea los asesinatos, largas secuencias en las que el director sabe crear una tensión pocas veces conseguida en el policíaco europeo reciente. El hecho de que se trate de cine de género, no impide que Un profeta sea cine en estado puro.
'Un prophète' - Jacques Audiard - 2009 [ficha técnica]
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martes, 23 de marzo de 2010
viernes, 19 de marzo de 2010
I'm not there
El uso de diferentes rostros para el papel protagonista de este poco ortodoxo biopic sobre Bob Dylan no refleja tanto la amplia variedad de aspectos presentes en la vida del cantante (talentoso, transgresor, comprometido, etc.) como las diferentes maneras en las que el cineasta Todd Haynes se acerca al personaje retratado. Es decir, lo que hace diferente a I'm not there no es sólo que el protagonismo del relato vaya cayendo en distintos intérpretes sino también que Haynes enfrenta texturas, tempos y, en general, estilos narrativos muy diferentes para desarrollar la historia del protagonista en cada segmento, lo cual es una acertada manera de poner en escena la riqueza del personaje de Dylan que, si bien hace que el conjunto se resienta en sus momentos más dispersos, hace del trabajo de Haynes una obra exuberante, acaso inabarcable en un sólo visionado, en el que el director continúa y multiplica la labor de recreación del cine clásico que inició a propósito de la obra de Douglas Sirk con su anterior Lejos del cielo. Por ejemplo, vemos como Haynes utiliza un estilo directo en blanco y negro para la escenas de los interrogatorios a un joven que viste y habla como Dylan pero que toma el nombre del poeta Arthur Rimbaud (Ben Whishaw), mientras que, en las secuencias que tienen lugar en un extraño y atemporal far-west por las que deambula un maduro Billy the Kid (Richard Gere), Haynes rompe bruscamente el estilo para recrear el de los westerns de Sam Peckinpah (cineasta que, por cierto, contó con Bob Dylan para interpretar al forajido en Pat Garret y Billy el Niño).
Haynes convierte su film en un gran fresco abstracto o, si se quiere, un collage de abstracciones individuales, empezando por la propia idea de escoger diferentes edades, sexos y razas para sus protagonistas dando a entender así ideas muy directas, como son el hecho de utilizar a un actor negro de once años (Marcus Carl Franklin) para el personaje de Woody exponiendo así tanto la personalidad inicial de Dylan (al ser un joven prodigio que despierta la admiración en los demás) como los antecedentes de su arte, ya que Woody Guthrie es el nombre real de uno de los muchos músicos folk que inspiró a Dylan pero que hacía un uso algo más neutral de la música (de ahí que el resto de personajes sugieran al pequeño Woody que cante sobre su propio tiempo), cuyo testigo recoge Dylan literalmente cuando Billy encuentra la guitarra del pequeño. Igualmente, una actriz, Cate Blanchett, personifica el lado artísticamente más ambiguo del cantante con el personaje de Jude Quinn durante un segmento para el que Haynes toma prestados elementos del cine de Fellini (con bastante mejor acierto, dicho sea de paso, que el logrado por Coppola en su fallida Tetro), que está repleto de atractivas imágenes en blanco y negro y de geniales ideas, como son su secuencia de apertura escenificando el concierto que tuvo en lugar en el festival de música folk de Newport, donde Dylan fue abucheado por sus propios fans por aparecer en el escenario rodeado de una banda de rock eléctrico, lo cual se representa con una larga secuencia de imágenes con voz en off y el sonido de unos latidos que establecen una calma que Jude Quinn y sus compañeros rompen al subir al escenario y disparar literalmente contra los espectadores, o la manera en la que se cierra la historia de Jude al morir en un accidente de moto, un accidente real al que Bob Dylan sobrevivió, pero tras lo cual desapareció de la escena pública durante varios años declarando estar avergonzado de las sanguijuelas de las que se rodeaba, sugiriendo así que en el accidente "muere" el Dylan más despreocupado.
Estos acontecimientos biográficos son repartidos con cuidado entre los diferentes personajes con el fin de perfilar cada uno de ellos y de diferenciarlos del resto, de manera que Jack Rollins (Christian Bale) protagoniza una historia contada en clave de falso documental, y encarna el lado más comprometido y político de Dylan, el de alguien contrario a la guerra de Vietnam y que una vez apareció ebrio en una entrega de premios para insultar a la audiencia y confesar haber visto algo de sí mismo en el magnicida Lee Harvey Oswald, pero también de alguien que a finales de los setenta se entregó fervientemente al cristianismo. A propósito de Rollins, Haynes pone en práctica otra pirueta narrativa con el personaje de Robbie Clark (Heath Ledger), un actor en la ficción encargado de interpretar a Rollins en el film "Grain of Sand", el cual sufre una crisis matrimonial, hecho que hace que sea el personaje más humano (el actor que finje ser un mito) el que refleja los problemas de pareja de Dylan, sus problemas "terrenales". Y así se cierra un círculo en el que Haynes trata de abarcar los infinitos matices de un personaje genial e inclasificable. Pocas veces un retrato ha sabido transmitir tan bien la fascinación de su autor por el personaje retratado.
'I'm Not There' - Todd Haynes - 2007 [ficha técnica] ... leer más
Haynes convierte su film en un gran fresco abstracto o, si se quiere, un collage de abstracciones individuales, empezando por la propia idea de escoger diferentes edades, sexos y razas para sus protagonistas dando a entender así ideas muy directas, como son el hecho de utilizar a un actor negro de once años (Marcus Carl Franklin) para el personaje de Woody exponiendo así tanto la personalidad inicial de Dylan (al ser un joven prodigio que despierta la admiración en los demás) como los antecedentes de su arte, ya que Woody Guthrie es el nombre real de uno de los muchos músicos folk que inspiró a Dylan pero que hacía un uso algo más neutral de la música (de ahí que el resto de personajes sugieran al pequeño Woody que cante sobre su propio tiempo), cuyo testigo recoge Dylan literalmente cuando Billy encuentra la guitarra del pequeño. Igualmente, una actriz, Cate Blanchett, personifica el lado artísticamente más ambiguo del cantante con el personaje de Jude Quinn durante un segmento para el que Haynes toma prestados elementos del cine de Fellini (con bastante mejor acierto, dicho sea de paso, que el logrado por Coppola en su fallida Tetro), que está repleto de atractivas imágenes en blanco y negro y de geniales ideas, como son su secuencia de apertura escenificando el concierto que tuvo en lugar en el festival de música folk de Newport, donde Dylan fue abucheado por sus propios fans por aparecer en el escenario rodeado de una banda de rock eléctrico, lo cual se representa con una larga secuencia de imágenes con voz en off y el sonido de unos latidos que establecen una calma que Jude Quinn y sus compañeros rompen al subir al escenario y disparar literalmente contra los espectadores, o la manera en la que se cierra la historia de Jude al morir en un accidente de moto, un accidente real al que Bob Dylan sobrevivió, pero tras lo cual desapareció de la escena pública durante varios años declarando estar avergonzado de las sanguijuelas de las que se rodeaba, sugiriendo así que en el accidente "muere" el Dylan más despreocupado.
Estos acontecimientos biográficos son repartidos con cuidado entre los diferentes personajes con el fin de perfilar cada uno de ellos y de diferenciarlos del resto, de manera que Jack Rollins (Christian Bale) protagoniza una historia contada en clave de falso documental, y encarna el lado más comprometido y político de Dylan, el de alguien contrario a la guerra de Vietnam y que una vez apareció ebrio en una entrega de premios para insultar a la audiencia y confesar haber visto algo de sí mismo en el magnicida Lee Harvey Oswald, pero también de alguien que a finales de los setenta se entregó fervientemente al cristianismo. A propósito de Rollins, Haynes pone en práctica otra pirueta narrativa con el personaje de Robbie Clark (Heath Ledger), un actor en la ficción encargado de interpretar a Rollins en el film "Grain of Sand", el cual sufre una crisis matrimonial, hecho que hace que sea el personaje más humano (el actor que finje ser un mito) el que refleja los problemas de pareja de Dylan, sus problemas "terrenales". Y así se cierra un círculo en el que Haynes trata de abarcar los infinitos matices de un personaje genial e inclasificable. Pocas veces un retrato ha sabido transmitir tan bien la fascinación de su autor por el personaje retratado.
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martes, 9 de marzo de 2010
Up in the air
Editada por primera vez en 2001, la novela de Walter Kim Up in the air está protagonizada por el personaje ficticio Ryan Bingham, un ciudadano estadounidense de clase media cuyo trabajo consiste en viajar a lo largo y ancho de su país y comunicar a los empleados de diferentes empresas que han sido despedidos. Tal material de partida permite al cineasta Jason Reitman desarrollar, con desiguales resultados, dos lecturas de los quehaceres del personaje. Por un lado, Bingham es un tipo entregado en cuerpo y alma a su trabajo, pasando gran parte del año volando, hasta el punto de que no se considera residente de ningún lugar fijo, sino de los aviones en los que viaja y de los hoteles en los que se hospeda, al tiempo que se enorgullece de ello, siendo una especie de eminencia en ponencias a las que es invitado entre despido y despido y en las que predica un modo de vida sin compromisos personales. Ésta es única faceta destacable del film, al enmarcar una línea narrativa principal entorno al (algo moralista) drama interno del personaje, sumido en un desengaño en el tramo final del relato. Si Reitman sabe comunicar este mensaje es porque, por lo menos, tiene la capacidad de convencernos de la fascinación del personaje por el mundo en el que cree, sobre todo en lo que respecta a sus ocasionales encuentros con Alex Goran (Vera Farmiga), una atractiva mujer que aparenta compartir sus principios y con la que entabla una relación de la que ambos eliminan cualquier tipo de compromiso. Hay detalles más que acertados a la hora de describir el personaje de Alex Goran como una mujer altamente atractiva para Ryan, al mostrarse intelectualmente interesante en las conversaciones que ambos mantienen en aeropuertos y lugares de paso, pero también con el espectacular cuerpo de la modelo (ignoro el nombre) que dobla a Vera Farmiga cuando aparece desnuda de espaldas y adornada con un lazo.
Todo estos méritos existen en Up in the air a pesar de la cadencia expositiva de Reitman, esforzado en todo momento por dar al film una factura aséptica, de aburrida pulcritud y mesura, donde, para colmo, la dicción de George Clooney durante su encarnación de Ryan Bingham, con un timbre de voz más grave de lo habitual en el actor, dan al conjunto un tono somnífero que hace de su seguimiento una cuestión de fe. Y así es como Reitman desperdicia el otro gran tema del libro de Walter Kim, que es el hecho de que el protagonista sea el encargado de esparcir la desgracia por todo su país siendo el portavoz de sus clientes a la hora de despedir a los empleados. Un tema de gran actualidad ahora que occidente pretende salir de una de sus peores recesiones y que Reitman no es capaz de acentuar lo suficiente (es significativo que gran parte de los actores que encarnan a empleados despedidos se estén interpretando a ellos mismos y que la mirada de Reitman filtre cualquier asomo de realismo en sus testimonios), acaso porque el director estuvo trabajando en este proyecto ya antes de realizar sus anteriores Gracias por fumar y Juno y no se ha enterado de lo que ha ocurrido en el mundo desde entonces.
'Up in the Air' - Jason Reitman - 2009 [ficha técnica] ... leer más
Todo estos méritos existen en Up in the air a pesar de la cadencia expositiva de Reitman, esforzado en todo momento por dar al film una factura aséptica, de aburrida pulcritud y mesura, donde, para colmo, la dicción de George Clooney durante su encarnación de Ryan Bingham, con un timbre de voz más grave de lo habitual en el actor, dan al conjunto un tono somnífero que hace de su seguimiento una cuestión de fe. Y así es como Reitman desperdicia el otro gran tema del libro de Walter Kim, que es el hecho de que el protagonista sea el encargado de esparcir la desgracia por todo su país siendo el portavoz de sus clientes a la hora de despedir a los empleados. Un tema de gran actualidad ahora que occidente pretende salir de una de sus peores recesiones y que Reitman no es capaz de acentuar lo suficiente (es significativo que gran parte de los actores que encarnan a empleados despedidos se estén interpretando a ellos mismos y que la mirada de Reitman filtre cualquier asomo de realismo en sus testimonios), acaso porque el director estuvo trabajando en este proyecto ya antes de realizar sus anteriores Gracias por fumar y Juno y no se ha enterado de lo que ha ocurrido en el mundo desde entonces.
'Up in the Air' - Jason Reitman - 2009 [ficha técnica] ... leer más
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domingo, 7 de marzo de 2010
Lo mejor de la década según Cahiers España (y III)
Para cerrar esta serie de entradas sobre el estudio de Cahiers España con lo mejor de los años dos mil, veamos el apartado dedicado a los cineastas. Ellos dan una lista con los mejores cineastas de la década (por cierto, bastante previsible y acorde con el pensamiento cahierista) pero no se nos dice a partir de la opinión de quién o quiénes se ha confeccionado la lista:
- Gus Van Sant
- David Lynch
- Pedro Costa
- Jia Zhang-ke
- Quentin Tarantino
- Clint Eastwood
- Apichatpong Weerasethakul
- Abbas Kiarostami
- Jean-Luc Godard
- Arnaud Desplechin
- Hou Hsiao-hsien
- Phillipe Garrel
- M. Night Shyamalan
- Weng Bing
- Jean-Marie Straub / Danièle Huillet
Asímismo, dan otra lista de "descubrimientos", es decir, directores importantes cuya labor ha comenzado en los últimos diez años:
- Lissandro Alonso
- Wang Bing
- Isaki Lacuesta
- Albert Serra
- David Gordon Green
- Miguel Gomes
- Kelly Reichart
- Jia Zhang-ke
- Raya Martin
- Lucrecia Martel
Para terminar, incluímos aquí los votos de los cineastas que han sido invitados a verter sus opiniones acerca del cine de la década, opiniones que, como en el caso de los especialistas citados en el post anterior, no han sido tenidos en cuenta más que a título informativo:
Cineastas | |
Pedro Aguilera | |
Santi Amodeo | |
Daniel Arévalo | |
Pedro Costa |
|
Paz Encina | |
Amat Escalante |
|
Manuel Gutierrez Aragón | |
Nicolas Klotz |
|
Nanni Moretti | |
Mark Rappaport | En realidad, odio las listas de los "Diez mejores". Para mí, el cineasta más importante de la década ha sido Park Chan-wook. Sympathy for Mr. Vengeance, Oldboy y Lady Vengeance son sus grandes logros. Añadamos también El laberinto del fauno, de Guillermo del Toro y Un cuento de Navidad, de Arnaud Desplechin, y ésa es mi lista. Pertenezco a la escuela maximalista del más es más en el cine. Qué demonios, añadiré también dos sorpresas agradables: The proposition, de John Hilcoat, y Alta fidelidad, de Stephen Frears. Y la peor película de la década, sin condiciones, sin peros, ni aunques, es Anticristo, de Lars Von Trier. |
Javier Rebollo |
|
Felipe Vega | |
Jia Zhang-ke |
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viernes, 5 de marzo de 2010
Shutter Island
Martin Scorsese confirma con Shutter Island lo que ya venía insinuando en los largometrajes de ficción que ha realizado en los últimos diez años, y es que ya no tiene demasiado interés en seguir siendo una de las estrellas de sus propias películas, sino que se conforma (y no es poco) con tomar las riendas de proyectos ingeniados por terceros y realizar una labor de dirección lo más transparente posible. Esto, que constituyó una limitación en sus impersonales Gangs of New York y El aviador, ha producido unos resultados más que notables en Infiltrados y en Shutter Island, no porque Scorsese realice una labor muy superior como realizador (en ese sentido, tampoco es que en Gangs of New York y El aviador lo hiciera tan mal) sino porque cuenta con dos factores de inspiración fundamentales. Por una lado, la colaboración de su habitual montadora Thelma Schoonmaker vuelve a ser clave en el trabajo del director italoamericano, recordando en gran medida a las ocasiones en las que el Scorsese "clásico" se acercaba al cine de género, por ejemplo en ¡Jo, qué noche! y El cabo del miedo, trabajos donde la presencia autoral del director hacia que los materiales de partida perdieran su aire convencional (como comedia o thriller) y se convirtieran en algo completamente diferente. El trabajo de Schoonmaker en Shutter Island es, de nuevo, un ejercicio de superación que explota todas las posibilidades del montaje cinematográfico en beneficio del ritmo narrativo, jugando sobre todo con los golpes de efecto sonoros y la estupenda recopilación de partituras utilizadas como acompañamiento (fundamental tanto en los frenéticos minutos introductorios como en la hermosa secuencia final) y con los contrastes visuales, algo notorio en las escenas oníricas que toman prestados detalles del cine de, entre otros, David Lynch (ese cigarrillo encendido filmado hacia atrás, con lo que el humo fluye en sentido contrario) o Alan Parker (especialmente en su excelente El corazón del ángel, film con el que Shutter Island mantiene no pocas similitudes) no cayendo en la copia gratuita, sino llevando a cabo un complejo trabajo visual que alimenta el clima de confusión tan importante en la trama principal del film.
Por otro lado, Infiltrados y Shutter Island parten de sendos guiones adaptados que aprovechan con creces, cuando no superan, el potencial de los originales: en caso de Infiltrados el guión escrito por William Monahan (a mi juicio, mucho más interesante, se mire por donde se mire, que el original para Infernal Affairs de Alan Mak y Felix Chong), en caso de Shutter Island, el guión de Laeta Kalogridis adaptando la novela del escritor Dennis Lehane, un guión rico en lecturas alrededor de las prácticas psiquiatricas modernas en contraposición con los inhumanos procedimientos de la psiquiatría clásica y las macabras instituciones que la encubrían, así como la equiparación de éstas con los campos de exterminio nazis, en el sentido de que en uno y otro caso se experimentaba con seres humanos con el fin de ingeniar fatales formas de controlar a los individuos. Pero el guión de Kalogridis es interesante también a la hora de adscribirse a la relativamente nueva corriente de "la fragilidad del relato" o, si se quiere, de su "testimonio falaz" en el sentido más cartesiano del término, produciendo un descabellado, casi ilícito, giro final (donde lo más desacertado es la larga escena del faro por ser demasiado explicativa, ya que está a punto de destrozar la ambigüedad del relato), algo que no debe verse como un genial invento ni por parte de Scorsese, ni de Kalogridis, ni de Lehane, ya que es, como decimos, una especie de moda a la que se han apuntado alguno de los narradores del cine americano mainstream más interesantes de los últimos veinte años, a saber, David Fincher (El club de la lucha), Bryan Singer (Sospechosos habituales), M. Night Shyamalan (El sexto sentido) o Christopher Nolan (Memento).
'Shutter Island' - Martin Scorsese - 2010 [ficha técnica] ... leer más
Por otro lado, Infiltrados y Shutter Island parten de sendos guiones adaptados que aprovechan con creces, cuando no superan, el potencial de los originales: en caso de Infiltrados el guión escrito por William Monahan (a mi juicio, mucho más interesante, se mire por donde se mire, que el original para Infernal Affairs de Alan Mak y Felix Chong), en caso de Shutter Island, el guión de Laeta Kalogridis adaptando la novela del escritor Dennis Lehane, un guión rico en lecturas alrededor de las prácticas psiquiatricas modernas en contraposición con los inhumanos procedimientos de la psiquiatría clásica y las macabras instituciones que la encubrían, así como la equiparación de éstas con los campos de exterminio nazis, en el sentido de que en uno y otro caso se experimentaba con seres humanos con el fin de ingeniar fatales formas de controlar a los individuos. Pero el guión de Kalogridis es interesante también a la hora de adscribirse a la relativamente nueva corriente de "la fragilidad del relato" o, si se quiere, de su "testimonio falaz" en el sentido más cartesiano del término, produciendo un descabellado, casi ilícito, giro final (donde lo más desacertado es la larga escena del faro por ser demasiado explicativa, ya que está a punto de destrozar la ambigüedad del relato), algo que no debe verse como un genial invento ni por parte de Scorsese, ni de Kalogridis, ni de Lehane, ya que es, como decimos, una especie de moda a la que se han apuntado alguno de los narradores del cine americano mainstream más interesantes de los últimos veinte años, a saber, David Fincher (El club de la lucha), Bryan Singer (Sospechosos habituales), M. Night Shyamalan (El sexto sentido) o Christopher Nolan (Memento).
'Shutter Island' - Martin Scorsese - 2010 [ficha técnica] ... leer más
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martes, 2 de marzo de 2010
Lo mejor de la década según Cahiers España (II)
Aparte de la lista con la selección de Cahiers España y de los votos de los colaboradores que participaron en la encuesta "oficial", la revista incluye también los votos de otros especialistas cuyas opiniones, por razones que ignoro, no han sido incluídas en la votación principal, lo que ellos llaman "el consejo de redacción" (esto es extraño, ya que muchos de estos otros especialistas son también críticos habituales de Cahiers España).
En el estudio tampoco se hace un recuento "alternativo" con estos votos, una labor que he considerado interesante llevar a cabo aquí. Para ello he contado los puntos asignados a cada película incluyendo sólo las películas que han sido votadas, al menos, por un diez por ciento de los especialistas (esto es, cinco votantes). El resultado difiere de la lista "oficial":
Ahí van los votos.
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puntos | votos | ||
1 | YI YI | 20 | 8 |
2 | Armonías de Werckmeister | 18 | 5 |
3 | Mulholland Drive | 17 | 12 |
4 | Inland Empire | 15 | 10 |
5 | Caché | 15 | 7 |
6 | Juventude Em Marcha | 15 | 6 |
7 | Les amants réguliers | 14 | 7 |
8 | L'Intrus | 14 | 5 |
9 | Last Days | 13 | 6 |
10 | La ciénaga | 13 | 5 |
11 | No quarto da Vanda | 13 | 5 |
12 | Deseando amar | 12 | 15 |
13 | Elephant | 12 | 9 |
14 | El nuevo mundo | 9 | 5 |
15 | Naturaleza muerta | 9 | 5 |
16 | Pozos de ambición | 8 | 6 |
17 | Saraband | 7 | 13 |
18 | The World | 3 | 6 |
Ahí van los votos.
Especialistas | |
Álvaro Arroba | |
Jordi Balló | |
Fernando Bernal | |
Nancy Berthier | |
Nicole Brénez |
|
Quim Casas | |
Josetxo Cerdán | |
Jordi Costa | |
Mark Cousins | |
Jean Douchet | |
Doménec Font | |
Scott Foundas | |
Jean-Michel Frodon | |
Alejandro G. Calvo | |
Leonardo García-Tsao | |
Javier Garmar | |
Jorge Gorostiza | |
Christoph Huber | |
Joanna Hurtado | |
Nick James | |
Kent Jones | |
Gabe Klinger |
|
Violeta Kovacsics | |
José Luis Castro de Paz | |
Adrian Martin |
|
Javier Mendoza | |
Juan Miguel Company | |
Luis Miranda | |
Olaf Müller | |
Martin Pawley | |
Olivier Pére | |
Xavier Pérez | |
Iván Pintor | |
Vicente Ponce | |
Quintín | |
Andy Rector |
|
Esteve Riambau | |
Jonathan Rosenbaum |
|
Andrés Rubín de Celis | |
Santiago Rubín de Celis | |
Diego Salgado | |
Sergi Sánchez | |
Richard Schikel | |
Gavin Smith | |
Fernando Solórzano | |
Jenard Talens | |
Mirito Torreiro | |
Antonio Weinrichter | |
Jara Yáñez | |
Manuel Yáñez | |
Santos Zunzunegui |
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