Si se estudian las películas que Woody Allen ha rodado en la década que está a punto de finalizar, se concluirá que el director neoyorkino ha rodado un film excelente, Match Point, otro fallido, Cassandra's Dream, y una rareza, Vicky Cristina Barcelona. El resto de su filmografía (La maldición del escorpión de jade, Todo lo demás, Scoop...) es una serie de comedias sencillas girando una y otra vez sobre el mismo tema, cambiando siempre los actores, a veces los escenarios, pero muy poco los personajes y las relaciones entre estos. No obstante, son estas películas menores las que han acabado constituyendo "el estilo de Woody Allen" por ser las películas en las que uno piensa cuando se habla del autor. Si la cosa funciona es otro paradigma de este estilo, de esta manera de rodar las películas y de escribirlas introduciendo sólo pequeñas variaciones. Por ello el personaje de Boris Yellnikoff no es exactamente el arquetipo que el Allen actor hubiera podido interpretar, pero sí es un personaje que le vendría como un guante si fuera tan corpulento como el cómico Larry David, es decir, si pudiera imponerse físicamente a sus semejantes y dar rienda suelta a su misantropía, tratando a los demás como Boris lo hace con los padres de los niños a los que enseña a jugar al ajedrez. "El estilo de Woody Allen" es a menudo aplaudido por la destreza de Allen en la escritura de diálogos, pero ese estilo con el tiempo ha ido definiéndose también por una palpable desgana a la hora de llevar estos diálogos a la pantalla. Excepto en algunos slapsticks muy logrados (los primeros minutos de Granujas de medio pelo o algunos disparatados momentos de Un final made in Hollywood) y algunas escenas de más dramatismo (como algunas inspiradas ideas de planificación en los pasajes "serios" de Melinda y Melinda), parece como si Woody Allen no disfrutara haciendo un uso práctico del cine, como si le pareciera suficiente tanto su labor de guionista como el natural quehacer de sus actores.
Si la cosa funciona es otro catálogo de los problemas del cine de Woody Allen, y si no fuera porque la acidez en los diálogos de su protagonista salvan la mayoría de las situaciones, estaríamos delante de una de las peores películas concebidas por su creador no ya en los últimos años, sino en toda su carrera, debido al grave hecho de que el Allen director parece haber llevado a cabo su trabajo con mayor desgana que nunca. En esta ocasión como en ninguna otra, diálogos y actores lo constituyen absolutamente todo en la película y si, como decimos, los diálogos de Si la cosa funciona resultan a veces francamente divertidos, los actores del cine de Allen empiezan a resentirse de la mínima atención que les presta su director, de ahí que actrices como Patricia Clarkson desarrollen algunos pasajes con un histrionismo excesivo, dando la sensación de que con Woody Allen no se repite ninguna toma, la primera siempre es definitiva. Y esto es otro de los rasgos que han terminado por definir una repetitiva forma de rodar las películas: una economía de medios no propiciada por la escasez de presupuesto sino por la prisa con la que se intenta encadenar un film tras otro a ritmo de uno (o más) por año. ¿Y cómo afecta esta prisa a Si la cosa funciona? pues en el sentido en el que la película es casi un ejemplo de anticine: una cosa es saber utilizar la virtud cinematográfica del off visual (cf. los momentos en los que los personajes de Larry David y Evan Rachel Wood ven en la tele películas con Fred Astaire que nosotros no vemos) y otra muy diferente es aplicar la economía narrativa de manera enfermiza, ahorrando tanto que se termina por no rodar absolutamente nada. Porque nada de lo que realmente ocurre en Si la cosa funciona se nos muestra a los espectadores, todos los hitos narrativos (personajes que se separan, que intentan suicidarse, que discuten, que practican sexo...) nos son ocultados, no porque sea más sugerente el fuera de plano, sino porque es mucho más rápido y fácil hacer que la narración de acontecimientos provenga de un actor y no de las imágenes. No obstante, quedan algunos instantes en los que el cine fluye inevitablemente de las imágenes de Si la cosa funciona, casi siempre a costa de la relación entre Boris y la ingenua Melodie, como cuando ésta permanece sentada en la escalera en la que vemos las piernas de Boris bajar cojeando, una efectiva manera de hacernos ver que los achaques del anciano deben ocupar la mente de Melodie después de haberse acostado con un hombre mucho más joven y guapo que su marido, o como cuando se nos describe la manera en la que la pareja protagonista se va conociendo, dejando claro que la admiración de Boris hacia su compañera es tanto paterno-filial como de atracción sexual, algo que queda claro en el momento en el que Boris se despierta asustado y Melodie le hace compañía en el sofá, una escena en la que, por cierto, se manifiesta otro de los clichés del cine de Woody Allen, éste mucho más fetichista, que no seré yo quien critique: la fijación del septuagenario director por filmar a sus musas en bragas.
'Whatever Works' - Woody Allen - 2009 [ficha técnica]
domingo, 11 de octubre de 2009
Si la cosa funciona
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En la Liga de los Directores Viejunos, creo que Harry el Sucio sabe mejor lo que hace. Aunque comparada con "Vicky Mierdita Majadahonda", esta peli parezca excelente, si uno la mira con pespectiva, no aguanta mucho análisis.
ResponderEliminarLos actores (jóvenes) me parecen MUY MALOS (culpa de Juliet Taylor, responsable de todos sus castings, que no es la de antaño y de Mr. Allen). El plantel en general es muy flojo, como casi todas sus pelis de la década sin nombre (2000-2009).
No me creo muchas escenas: la transformación de la madre (en los 70 la hubiera hecho divertida y creible; hoy día no), la escena del mercado con el fan de la chica.
Los diálogos son normalitos,salvo las disgresiones del viejuno, pero me suenan, aunque divertidas, a ya vistas.
Creo que Allen se ha quedado algo desfasado para contarnos cosas "de jóvenes" y creo que si la historia se hubiera centrado en la relación con sus amigotes (el filósofo me encanta), dejando en segundo lugar su historia de ¿amor?, la cosa hubiera mejorado. ¿Por qué no coge Allen el testigo de Up y nos hace una excelente peli de viejunos?
Veo una película que funcionaría comercial y artísticamente: Juntar a Angelica Huston, Alan Alda,... y contar qué pasaría con los personajes de Annie Hall, Manhattan, Hanna y Sus Hermanas, 25-30 años después. Es previsible, pero creo que nuestro neurótico no está para mucho más.