El hecho de que por "cine negro" no nos refiramos exactamente a lo mismo que cuando hablamos de "cine de gangsters" o de "thriller policiaco", no se debe solamente a una cuestión formal. El uso expresionista de la imagen o el empleo continuo de claroscuros, que puede que fuera fundamental en películas como El halcón maltés o Sed de mal (definitorias de la primera, y para muchos única, etapa del género), ha sido accesorio en el film noir postclásico, donde nunca se han buscado formas y texturas comunes, sólo se ha puesto empeño en recuperar el lado más sórdido de la novela negra. A la larga, el hecho de que este nuevo cine negro no tenga unas características formales definidas ha llevado a muchos cineastas a exagerar esa sordidez, hasta el punto de que muchos de estos relatos se acercan en ocasiones a lo sobrenatural, ya sea porque en ellos se plantea una concepción del mal demasiado aberrante o porque se subraya hasta la extenuación el carácter tortuoso de sus protagonistas. Así, una de las cosas que tienen en común películas presumiblemente pertenecientes al cine negro tan distantes entre sí como Chinatown y Old boy es la macabra definición que en ellas se hace de personajes muy poderosos (hombres que están por encima del bien y del mal y se toman asuntos tan inmorales como el incesto y la pederastia como algo habitual en sus vidas); un hecho que los artífices de uno y otro film tratan de narrar utilizando distintos esquemas visuales que en ningún caso se parecen a los clásicos.
Cleaner, de Renny Harlin, entra en el género negro adoptando unos formatos televisivos que se han puesto de moda tras el éxito de muchas teleseries contemporáneas, obras que han cosechado un gran éxito a base de huir de la ingenuidad con la que eran concebidas sus antecesoras (en cualquier caso, habrá que volver a revisar tanto unas como otras al cabo de unos años para ver cuáles aguantan mejor el paso de los años). Con ello, Harlin pretende atraer la atención del espectador hacia la pulcritud de las imágenes (véase el cuidado cromatismo de Cleaner, que hace que hasta la sangre tenga una hermosa viscosidad) para después capturar esta atención durante el mayor tiempo posible a base de montar un sinfín de planos muy breves y desde casi todos los ángulos, sin prestar atención al significado de esas imágenes (una toma de un vaso de agua que ocupa toda la pantalla aunque no tenga relevancia dentro de la secuencia; la imagen del protagonista desde fuera de la habitación, como si estuviera siendo espiado, cuando está solo; los planos y contraplanos de una conversación filmada en contrapicado sin ningún motivo aparente...). Efectivamente, Cleaner termina siendo un largometraje entretenido, cuya agilidad narrativa no impide que su trama pueda seguirse sin problemas, gracias a las aptitudes técnicas de Harlin. Pero el director olvida las premisas del género al que pertenece el material que tiene entre manos, y no puede evitar que esa sordidez del cine negro de la que hablábamos desaparezca de la mente del espectador nada más abandonar la sala de proyección, en parte porque Cleaner no aprovecha lo suficiente la ambigüedad del relato de partida, no prestando demasiada intención a hechos como que el bueno de Tom Cutler (Samuel L. Jackson) participara en una trama para eliminar al asesino de su mujer después de que éste fuera encarcelado, o que el único agente de todo el cuerpo de policía que nunca ha participado en tramas de corrupción pueda ser capaz de llevar a cabo un terrible asesinato. Todo ello tal vez se deba a cierto temor a que los (tele)espectadores de Cleaner necesiten identificar quiénes son los buenos y los malos de la función, pero el hecho de que no se saque partido a los aspectos más maduros del relato lleva a que tampoco se perdonen los muchos problemas del guión de Matthew Aldrich: que Cutler vaya a limpiar el escenario del crimen en la casa de los Norcut a plena luz del día y sin saber de qué va el asunto sin que haya suficientes testigos o pistas que le impidan iniciar una investigación por su cuenta; el momento en el que unos policías dan una paliza a Cutler sin que sepamos nunca quiénes son, ni tenga sentido dentro del posterior curso de los acontecimientos; por no hablar de la escena final en la que el personaje que dispara la última bala hace que el momento resulte tan tópico como poco verosímil.
'Cleaner' - Renny Harlin - 2007 [ficha técnica]
jueves, 22 de octubre de 2009
Cleaner
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