Durante un tiempo, todos hablaban de Michael Mann como el director que había desperdiciado la oportunidad de juntar en un único plano a Robert De Niro y Al Pacino. Ambos actores eran enemigos en la ficción de Heat, pero Mann se sacó de la manga una escena imposible para que tuvieran un largo encuentro. Sin embargo, llegado el momento, el director rodó la secuencia con un oficio excesivo, resolviéndola entera con planos de Pacino y contraplanos de De Niro, tras lo cual se rumoreó que los dos actores nunca coincidieron en el set de rodaje. A pesar de (o precisamente por) esto, al cabo del tiempo, Heat ha terminado siendo recordada no por su lujoso reparto (por allí pululaban también estrellas del caché de Val Kilmer, Jon Voight o Natalie Portman) sino por sus logradas escenas de acción, hasta el punto de convertirse en un hito dentro del género, como demuestra el hecho de que Christopher Nolan la tuviera muy presente cuando rodó El caballero oscuro, tal vez la superproducción cinematográfica más importante de los últimos años.
Viendo Enemigos públicos se tiene la sensación de que Michael Mann es consciente de la importancia que ha ido adquiriendo con los años su película Heat y parece haberse servido de las desventuras de John Dillinger para hacer una especie de tributo a sí mismo bajo la forma de una relectura de aquél título. Aquí, De Niro y Pacino han sido sustituidos por Johnny Depp y Christian Bale (acaso con la esperanza de que estos actores lleguen a ser alguna vez lo que fueron aquellos) para protagonizar una trama muy similar, sin faltar el obligatorio enfrentamiento dialéctico entre uno y otro (esta vez dentro de una situación menos forzada, en un momento en el que Dillinger está entre rejas y es visitado por el detective Melvin Purvis) como preludio del enfrentamiento físico final, y donde se han cuidado por encima de todo las escenas de acción (que no desmerecen para nada a su precedente) y el carisma de sus protagonistas. Como contrapartida, queda un guión a ratos bastante pobre, sobre todo en lo que respecta a las motivaciones y relaciones de sus personajes (véase con qué facilidad el gélido Dillinger se enamora de Billie, la joven encarnada por Marion Cotillard), demasiado centrado en hacer convivir el tópico de "el malo bueno" sin compensarlo con un ápice de injusticia por parte del que, por otra parte, es "el bueno bueno" (explicando cualquier traspiés de Purvis como consecuencia de una mala decisión de su superior o un error de sus compañeros). Sin embargo, estas carencias también tienen su compensación, en el sentido de que Mann rehace su propio cine sin renunciar a una experimentación radicalmente contraria al academicismo del que hizo gala en los noventa. Lo más llamativo de Enemigos públicos es su arriesgado uso del formato digital en alta definición, cuyo efecto no está muy en consonancia con el realismo que su autor buscaba (según ha declarado en varias entrevistas): esa extraña saturación de cromatismos que tiene lugar cuando Mann emplaza su cámara digital en los interiores recuerda, sobre todo, a movimientos como el (hoy olvidado) Dogma, es decir, adquiere las connotaciones de un lenguaje que ponía en escena todos los artificios del cine. Así, Enemigos públicos pretende ser hiperrealista pero adquiere a menudo texturas irreales, casi abstractas, algo que no por fallido tiene por qué suponer un problema: yo apuesto a que Mann ha abierto un nuevo camino y que su película será un referente en el futuro.
'Public Enemies ' - Michael Mann - 2009 [ficha técnica]
martes, 25 de agosto de 2009
Enemigos públicos
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