Aunque el cineasta francés Albert Lamorisse está más olvidado que sus congéneres, su corta carrera como director de cortometrajes infantiles y algún que otro documental fue suficiente para que el crítico André Bazin, otro francés mucho más recordado, le dedicara un interesante capítulo de su libro ¿Qué es el cine?, donde elogiaba a su compatriota Lamorisse (de cuyos primeros trabajos, Bim y Crin blanc, dijo que eran "los dos únicos films sobre niños reales jamás hechos"), centrándose en su cortometraje premiado en Cannes El globo rojo, un trabajo que, para Bazin, constituía un ejemplo de cómo prescindir del montaje para llevar la realidad al cine. Bazin comparaba el trabajo de Lamorisse con una película de animación (que desconozco) llamada Une fée... pas comme les autres, cuyo director, Jean Tourane, hacía un uso artificioso del montaje. El globo rojo del film de Lamorisse obedece al niño que protagoniza el relato, esperándolo a que salga de clase y persiguiéndolo por las calles de París como si se tratara de una obediente mascota (incluso juega con otro globo azul que pertenece a una niña que se encuentra con el protagonista). Bazin decía que "es un cuento contado en imágenes, una creación pura de la mente, pero lo importante del asunto es que esta historia debe todo al cine precisamente porque, en esencia, no le debe nada", en alusión a que era una puesta en escena de la imaginación, realista en el sentido de que usaba todo tipo de trucajes excepto el montaje cinematográfico.
Es un acierto que la primera película europea del director taiwanés Hou Hsiao-hsien pretenda, en principio, ser sólo una nota a pie de página de El globo rojo, un film de un cineasta francés poco conocido. Primero, porque el director de Millennium Mambo, a sus sesenta años, entra con humildad en un cine que le es extranjero, imitando sus formas de representación más populares (de manera similar a Wong Kar Wai en My blueberry nights, su debut en el cine americano). Asímismo, Hsiao-hsien entiende y respeta el discurso de Lamorisse, pero le da un importante giro para adaptarlo a los tiempos que corren y ofrecer una lectura tan interesante o más que la de su predecesor. Porque si el globo rojo de Lamorisse era como un animal fiel al pequeño protagonista de aquella versión, ese mismo globo cincuenta años después se limita a observar a su dueño, a perseguirlo en silencio: el globo encarna la imaginación del niño, algo que ha perdido su sentido en el momento en el que los adultos pasan a formar parte de su mundo. Cuando se comparan ambas películas uno tiene la impresión de que a mediados del siglo XX se podía contar una historia sobre la infancia de una manera absoluta, dando a los adultos un papel muy secundario, mientras que en la actualidad esto ya no es posible, pues el mundo de los niños está demasiado "contaminado" por los problemas de sus mayores. Véase como en El vuelo del globo rojo, Suzanne (Juliette Binoche), madre del pequeño Simon (Simon Iteanu), aunque demuestra que quiere mucho a su hijo, no puede evitar ocultar sus problemas personales cuando está con él, al tiempo que procura tenerlo entretenido en lecciones de piano y asuntos similares cuando ella está fuera de casa. Este "sucedaneo" de vida familiar hace que el niño ya no juegue con el globo ni con sus amigos, sino con máquinas recreativas, con su PlayStation y con una hermana a la que ve de vez en cuando.
Es relevante en ese sentido que la niñera de Simon (Fang Song) sea uno de los personajes más importantes del relato: especie de álter ego del director, la joven asiática estudia cine en París y rueda con su pequeña cámara digital un documental sobre la relación del niño con el globo rojo. La intención de Hou Hsiao-hsien era que del material rodado por Fang Song pudiera obtenerse un cortometraje, pero finalmente no pudo ser. Éste es uno de tantos proyectos que empezaban o terminaron con el film de Hou Hsiao-hsien. Por ejemplo, los ensayos para un espectáculo de marionetas en los que participa, con una sobrecogedora convicción, Juliette Binoche, eran previos a un espectáculo que tampoco pudo ser llevado a cabo. Asimismo, la propia película nace de un proyecto orquestado por el Museo D'Orsay en su veinte aniversario, cuya idea principal era que los directores Jim Jarmusch, Raúl Ruiz, Olivier Assayas y Hou Hsiao-hsien rodaran otras tantas historias entre cuyas imágenes apareciera el museo, con el fin de ser estrenas en un film colectivo. Finalmente, los proyectos de Jarmusch y Ruiz acabaron en nada. El de Assayas, como el de Hsiao-hsien pasó a ser un largometraje, Las horas del Verano, una película (a mi juicio) sobrevalorada pero que utilizaba el museo para uno de sus momentos más interesantes. En ese sentido, el director taiwanés tampoco se queda atrás: al final del El vuelo del globo rojo, Simon y sus compañeros, sentados en el suelo del museo ante el cuadro de Félix Vallotton Le ballon, intentan interpretar el mensaje del pintor, de forma similar a la que muchos espectadores nos preguntamos qué ha querido decirnos el director con su película. Niños y adultos equiparados ante el arte.
'Le voyage du ballon rouge' - Hou Hsiao-hsien - 2007 [ficha técnica]
... leer más
sábado, 25 de abril de 2009
El vuelo del globo rojo
jueves, 16 de abril de 2009
Un cuento de Navidad
Hace dos años Arnaud Desplechin era un completo desconocido para muchos de nosotros cuando su película Rois et reine fue incluída dentro del programa (Des) Encuadernados en filmotecas de toda España. Entonces, yo manifesté mi contrariedad al conocer al cineasta francés dentro de un ciclo que trataba de rescatar para el espectador español un cine prohibido por su radicalidad en las formas o su incorrección en el fondo. El cine que Desplechin llevaba a cabo en Rois et reine le definía como un creador nervioso en las labores de producción, pero nunca un radical a la altura de Jia Zhangke, Víctor Erice o Aleksandr Sokurov. Si se me permite el término, Desplechin era un director prescindible, al menos en comparación con unos compañeros de cartel cuyas ausencias en nuestro país eran mucho más graves (algunos como Pedro Costa o el matrimonio Straub siguen ausentes en nuestras salas comerciales), o con unos compatriotas que no por disfrutar de una distribución más sana resultaban menos renovadores en lo cinematográfico o menos activos políticamente (uno de los ejemplos que citaba entonces era Laurent Cantet, quien ha vuelto a demostrar las virtudes de su obra en su nada despreciable La clase).
En Un cuento de Navidad, su primer estreno "oficial" en España, Desplechin nos ofrece más de lo mismo: cine francés estándar, repleto de diálogos y citas literarias, pero sin la frescura que muchos quieren ver en el cine del director. Lo único mínimamente diferente en sus películas es un superficial tratamiento de montaje y realización, presente en Un cuento de Navidad desde su primera secuencia, cuando Abel (Jean-Paul Roussillon) es filmado sin demasiado sentido desde múltiples ángulos mientras oficia el funeral de su hijo. Abel será el patriarca de una familia en la que absolutamente todos sus integrantes padecen una grave excentricidad, acaso infectados por el carácter nervioso del cineasta francés. En Un cuento de Navidad todo resulta histriónico y llevado con excesiva ligereza, de manera que resulta difícil emocionarse o identificarse con los personajes. Una lástima, ya que la historia podía haber dado para mucho más: no en vano, hay quien ha querido ver a Bergman en su génesis.
'Un conte de Noël' - Arnaud Desplechin - 2008 [ficha técnica]
... leer más