Que el cine comercial caiga a veces en un exceso de explicación no es algo necesariamente malo, a veces la saturación narrativa puede constituir una seña de estilo, una forma diferente y fresca de contar las cosas. Que un director no quiera dejar nada a la imaginación es un problema cuando su estilo, además, es excesivamente funcional, de modo que parece que cuenta las cosas por obligación, porque cree que al espectador hay que contárselo todo, independientemente de que sea capaz de ofrecérselo de una manera atractiva. Stephen Daldry tiene este problema en su último film. En un momento de El lector, el protagonista pregunta a su compañera de cama cuál es su nombre, añadiendo que no lo sabe a pesar de que no es la primera vez que se acuestan. Esa secuencia nos basta para saber que los personajes han mantenido hasta ese momento una relación puramente sexual, y hasta podemos intuir cómo se han desarrollado sus encuentros anteriores, lo que nos hubiera ahorrado la primera media hora del film, en la que Daldry nos cuenta los primeros compases del affair entre el adolescente Michael (David Kross) y la madura Hanna (Kate Winslet) utilizando un montaje atropellado, sin frescura, por más que el director pretenda ser creativo con algunas ideas (por ejemplo, el previsible juego de miradas entre la mujer que se viste y el joven que la espía, o el extraño, por incomprensible, montaje en paralelo en el que Michael evoca su primer encuentro con Hanna mientras mira cómo sus padres y hermanas toman sopa para cenar).
Los mejores momentos de El lector no se dan durante los empalagosos encuentros de sus protagonistas, ni durante su interminable tramo final, momentos todos ellos ensuciados a base de insertar sistemáticamente los acordes de piano compuestos por Nico Muhly (una partitura, por cierto, fabulosa si se escucha por separado, como demuestra su presencia en los títulos de crédito finales). Lo mejor del film de Daldry lo encontramos durante las escenas en el juicio y en el seminario al que asiste Michael, unas secuencias que, a priori, deberían ser más frías pero que el director las ejecuta con oficio, dando lugar a alguno de los mejores hallazgos de su cine (cf. el momento en el que Michael, sin levantar la vista, se da cuenta que la acusada que habla desde el estrado es Hanna). También es muy loable (y esto da que pensar) la labor técnica de los profesionales que acompañan a Daldry, en especial la lograda ambientación de la Alemania de posguerra (muy creíble a pesar del ridículo acento alemán con el que intérpretes como Kate Winslet hablan, como no, en inglés) que sugiere una lectura del film más interesante que la historia de amor de sus protagonistas: El lector es también el testimonio de cómo un país supo resurgir de sus cenizas gracias a los valores de una nueva generación (como Michael y sus compañeros) que superó el lastre del analfabetismo que tanto daño hizo a sus predecesores.
'The Reader' - Stephen Daldry - 2008 [ficha técnica]
martes, 3 de marzo de 2009
El lector
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