miércoles, 28 de enero de 2009

Lo mejor de 2008

Otros años me he quejado del poco cine que he visto en relación con la avalancha de películas estrenadas. En 2008 mi frustación ha sido tal que no me veo ni siquiera capaz de dar una lista con mis películas favoritas. Sólo me limitaré a recopilar lo que han dicho los expertos, y hacer alguna que otra puntualización. Ahí van las listas:

Considero imperdonable el olvido casi general (exceptuando una tímida mención en Rockdelux) hacia la fabulosa película de Carlos Reygadas Luz silenciosa, representante de un tipo de cine muy difícil de hacer y cada vez más raro de encontrar. También veo muy extraño que esta vez no esté Wong Kar Wai entre los elegidos ¿acaso no ha gustado My blueberry nights, tal vez la mejor muestra de cine independiente americano del año, con permiso de los Coen? Y ya puestos, ¿por qué nadie se ha acordado del resto de cineastas asiáticos, como Park Chan Wook (Soy un cyborg) o Yôji Yamada (Love and honor)?.

Centrándonos en la crítica española, este año esperaba encontrar más variedad. Encuentro que todas las publicaciones han hecho unos balances casi idénticos, sólo cambia el orden de sus películas (por ejemplo, Cahiers España pone más arriba que los demás a Rivette y Resnáis, tal vez influenciada por la opinión de su versión francesa).

Tal vez lo más decepcionante ha sido que Rockdelux no aporte nada distinto: se agradecería un poco más de transgresión por parte de una publicación no dedicada exclusivamente al cine y que otros años demostró un atrevimiento muy sano al ensalzar un cine de raíz más popular, como los Kill Bill de Tarantino, o influenciado por los mitos musicales, como La leyenda del tiempo de Isaki Lacuesta, elecciones que pueden resultar discutibles (como todas) pero que son una réplica muy necesaria al pensamiento único de las demás publicaciones.

Lo más extraño, sin embargo, ha sido la lista de películas españolas de Fotogramas, que este año es casi una lista de películas invisibles, en el sentido de que el cine español ha sido tan ignorado por la crítica como el cine iraní o el tailandés por el público mainstream.

En cuanto a las publicaciones extranjeras, Sight & Sound vuelve a llamarnos la atención, un año más, con una película de la que aún no tenemos fecha de estreno prevista en nuestro país y Cahiers Francia hace justo lo contrario: Redacted se estrenó en 2007 en España y casi todo el mundo pero hasta 2008 no llegó a Francia. Visto de otra forma, esto parece casi una broma en la que los cahieristas se están riendo de sí mismos: como este año no han tenido ningún estreno de sus todopoderosos Gus van Sant o David Lynch, había que sacarse de la manga un estreno de Bryan de Palma para encabezar su lista.


Actualización (17 de febrero de 2009)

Añado aquí las listas de todos los críticos que votaron para Fotogramas:
 
EspañolasExtranjeras
Raúl Alda (Dias De Cine)
Ricardo Aldarondo (Fotogramas)
Andrés Arconada (Cadena Cope)
Jordi Batlle Caminal (Fotogramas)
Alberto Bermejo (El Mundo)
Lluís Bonet Mojica (La Vanguardia)
Carlos Boyero (El País)
David Broc (Fotogramas)
Conxita Casanovas (Via De Cine/Radio 4)
Quim Casas (El Periódico)
Ramón Colom (Fotogramas)
Jordi Costa (Fotogramas)
Oriol Esteve (Cinema 3/Tv3)
Fausto Fernández (Fotogramas)
Carlos Marañón (Cinemanía)
Fernando Méndez-Leite (Fotogramas)
Antón Merikaetxebarría (El Correo)
Mr. Belvedere (Fotogramas)
José Enrique Monterde (Cahiers Du Cinema)
Pepe Nieves (La Claqueta/Radio Marca)
Jesús Palacios (Fotogramas)
Miguel Anxo Fernández (La Voz De Galicia)
Tomás Fernández Valenti (Imágenes De Actualidad)
Desirée De Fez (Fotogramas)
Álex Gorina (Catalunya Radio)
Jose Mª Latorre (Dirigido Por)
Lo Que Yo Te Diga (Cadena Ser)
Carlos Losilla (Avui)
Tino Pertierra (La Nueva España)
Carmen Puyó (El Heraldo De Aragón)
Esteve Riambau (Fotogramas)
Sofía Carlota Rodríguez (Cuatro)
Oti R. Marchante (Abc)
Rubén Romero (El Público)
Javier Sales (Cartelera Tve)
Sergi Sánchez (Fotogramas)
Mirito Torreiro (Fotogramas)
Antonio Trashorras (Fotogramas)
Pere Vall (Fotogramas)
Vicente Vergara (Cartelera Turia)
Eduardo De Vicente (El Club/Tv3)
Nuria Vidal (Fotogramas)


... leer más

domingo, 25 de enero de 2009

Revolutionary Road

Siendo también productor del film, Sam Mendes parece haber intentado en Revolutionary Road recordarnos una y otra vez que la película ha sido orquestada por el director de American Beauty. Pese a que en Camino a la perdición demostró mayores dotes como narrador cinematográfico (sin los pretenciosos a la vez que vacíos ejercicios visuales de su primer largometraje), Mendes sabe que, si se hizo popular por algo, fue por hablar de las crisis del ciudadano de clase media, y no sobre la venganza de un gánster traicionado por su superior (Camino a la perdición) o las contiendas del siglo XXI (Jarhead). Así, en su última película vuelve a mostrarnos las miserias de unos individuos admirados dentro de su comunidad de clase acomodada, pero con grandes problemas existenciales. La gran diferencia está en que la acción en este caso tiene lugar en la sociedad de mediados de siglo, lo que permite a Mendes, con muchísima intención, insertar el apunte de que la única posibilidad de salvación para sus personajes es un viaje a Europa donde podrían empezar de cero y encontrar la auténtica felicidad (algo más aceptable en este film que el chirriante "american" de su primer trabajo, ¿acaso la película nos hablaba sólo del bienestar americano?, ¿es que en otros países estamos por encima de su falsamente idílico modo de vida?).

Por tanto, tenemos de nuevo la crítica al sueño americano visto desde dentro y servida con alguna que otra imagen de belleza rebuscada y con una recurrente pieza para piano de Thomas Newman. Es casi una precuela de American Beauty, tanto porque el contexto de su narración remite a un tiempo anterior, como porque su director parece aquí mucho más inexperto como cineasta. Hay en Revolutionary Road una concepción excesivamente teatral del cine, Mendes se agarra a sus actores y sus diálogos como un clavo ardiendo, hasta el punto de que muchas de las mejores ideas del film las obtiene convirtiendo en personajes lo que sólo son conceptos o hechos abstractos: véase, por ejemplo, cómo la decisión de los protagonistas de viajar a París es vista como una locura por todos sus vecinos, excepto por uno de ellos, el hijo del matrimonio Givings, John (Michael Shannon), un enfermo mental que ha estado internado durante mucho tiempo en un psiquiátrico; éste es recibido con los brazos abiertos por los protagonistas hasta que uno de ellos se arrepiente de su decisión y termina enfrentándose con violencia a John en uno de los momentos climáticos del relato.

Y es que, pese a parecer un vehículo para lucimiento de Leonardo DiCaprio y Kate Winslet (quienes, dicho sea de paso, dibujan dos interpretaciones "perfectas", de esas en las que no podemos ver a los personajes por la marcada presencia de los actores que los interpretan), Revolutionary Road termina encontrando más significativos a sus secundarios, no tanto por su relación con los protagonistas sino por su manera de vivir sus propios dramas. Por ejemplo, el cabeza de los Campbell (David Harbour) que finge tolerar a una mujer a la que no ama de verdad, o sentir aprecio por unos hijos que no le escuchan. O el anciano Howard Givings (Richard Easton), protagonista del último plano del film, de una gran fuerza por ser casi el único de todo el metraje en el que Mendes no necesita de los diálogos para transmitirnos lo que nos está contando.

'Revolutionary Road' - Sam Mendes - 2008 [ficha técnica]
... leer más

martes, 20 de enero de 2009

La clase

De todos los directores franceses que han dado de qué hablar en los últimos años, Laurent Cantet ha sido de los pocos que no ha renunciado a un lenguaje cinematográfico más o menos tradicional a la hora de demostrar su autoría como cineasta. Lo utilizó con el transfondo del mundo laboral en Recursos humanos y en su fabulosa El empleo del tiempo (cuyo tono gélido pudo haberle servido como modelo a su compatriota Nicolas Klotz a la hora de abordar La cuestión humana). Su siguiente film, Hacia el sur, una cinta excelente donde Cantet abandonaba el escenario de su país para trasladarse a Haití, pasó algo más desapercibida, tal vez por ello Cantet ha realizado La clase echando mano a unos elementos más al estilo de sus congéneres, como son el vídeo digital, la cámara al hombro o los actores no profesionales (a este paso nos va a resultar exótico ver cine de autor rodado sin aire amateur, no en vano, Cantet no es que no haya ganado previamente una Palma de Oro, es que ni siquiera se ha atrevido a presentar ningún largometraje en Cannes hasta que no ha rodado "a lo Dardenne", da que pensar).

Sin embargo, este tipo de escritura no es en el film de Cantet tanto una muestra de realismo como una manera de encubrir la ficción de su relato. Como tantas veces hemos leído desde que se presentó la película en Cannes, el director utilizó tres cámaras para rodar en el interior del aula donde transcurre la mayor parte de la acción: dos para ofrecer el plano/contraplano del profesor hacia el alumno y una tercera para captar los pequeños hechos que pudieran escapar a las dos anteriores (un alumno que se distrae, una silla que se balancea). La trampa la tenemos en que esta tercera cámara pudo rodar estas situaciones en instantes diferentes a la acción principal, y después pudieron ser montadas como si ocurrieran en paralelo, logrando así una falsa sensación de espontaneidad. Así, Cantet consigue con facilidad un realismo impostado que le permite dedicar un mayor esfuerzo al aspecto ficcional de su discurso.

Y, pese a que muchos han querido ver en La clase un film muy realista, no cuesta ver en la película situaciones que son, cuanto menos, poco creibles (cf. la joven que no atiende en clase pero que lee a Platón en sus ratos libres). Con ello, el realizador transciende una descripción plana de la vida en un espacio concreto (un instituto del que no saldremos en ningún momento) para desarrollar una trama narrativa que hace de ese espacio un reflejo de lo que ocurre en el exterior. Si bien es verdad que el rechazo por parte de adultos hacia los malos modales y la falta de educación de los jóvenes es un gesto casi tan antiguo como la enseñanza (el mismísimo Sócrates se quejaba de que los jovenes de su época contradecían a sus padres y le faltaban al respeto a sus maestros), es cierto que, en la actualidad, la conducta de los jóvenes se ha visto empeorada como consecuencia de la difícil situación social en la que nos encontramos. Por poner un ejemplo, la manera en la que los alumnos del film se ensarzan en discusiones sobre sus países de origen (Mali, Marruecos o Haití) no dista demasiado de los problemas de convivencia que se dan entre las distintas minorías que tratan de integrarse en grandes capitales como París. Estos y otros problemas estallan, por tanto, entre los muros del instituto (de ahí el Entre les murs del título original) y los profesores poco pueden hacer: en ese sentido, la escena en la que la madre del joven Suleyman habla en una lengua que los profesores no entienden (ni nosotros tampoco: no hay subtítulos en ese momento) es significativa por la manera en la que se manifiesta la impotencia de estos últimos. También es toda una revelación la decadencia del profesor interpretado por Bégaudeau, alguien que intenta caer bien a sus alumnos, aceptando sus costumbres y aplaudiendo el uso que hacen de los teléfonos móviles pero que, llegado un punto, se da cuenta de que hay una línea que no puede cruzar, entre otras cosas porque intenta saltarse unas normas de disciplina que él mismo ha intentado imponer. Al final, pese a verse sacrificado, como decimos, el realismo del film, Cantet introduce un apunte no por poco probable menos excelente: el de todos los alumnos unidos contra el profesor en defensa de un objetivo común, contienda que termina suavizándose con el partido de fútbol que alumnos y profesores juegan al final del curso. La juventud es, de esta forma, la única etapa de la vida en la que el ciudadano occidental lucha por sus derechos contra una sociedad que trata de adiestrar a sus individuos despreciando sus orígenes.

'Entre les murs' - Laurent Cantet - 2008 [ficha técnica]
... leer más

domingo, 11 de enero de 2009

Las invisibles de 2008


En el número de julio de 2008, la revista Cahiers du Cinema España dedicaba su portada y un extensísimo reportaje al Cine invisible, todas aquellas películas a las que, por su radicalidad o por la condición proscrita de sus creadores, les era vetado el acceso a las pantallas españolas. Ofrecía, además, una guía con las cincuenta películas malditas más representativas de este vacío.

Seis meses después, todas ellas (excepto My blueberry nights) siguen ignoradas o secuestradas por las distribuidoras, pero en Cahiers España no dejan de protestar por tan lamentables ausencias. En breve, recopilaremos por aquí las listas de ésta y otras publicaciones con lo mejor de 2008, pero antes véamos cuáles han sido, para ellos, las diez "películas invisibles" del año:

  1. Shirin (Abbas Kiarostami)
  2. Le genou d'Artemide (Jean-Marie Straub)
  3. La frontière de l'aube (Philippe Garrel)
  4. Of Time and the City (Terence Davies)
  5. 24 City (Jia Zhang Ke)
  6. Wendy and Lucy (Kelly Reichardt)
  7. Still Walking (Hirokazu Koreeda)
  8. Aquele Querido Mês de Agosto (Miguel Gomes)
  9. La Vie moderne (Raymond Depardon)
  10. Cry Me a River (Jia Zhang Ke)

... leer más

sábado, 3 de enero de 2009

El intercambio

Pese a no contar con la colaboración de Steven Spielberg, el resultado final de la labor de Clint Eastwood en El intercambio parece contaminado por el que fuera su productor en Banderas de nuestros padres. Al igual que la mayoría de las películas de Spielberg, El intercambio peca de un excesivo metraje, fruto de no querer dejar ningún cabo suelto y de querer mostrarlo absolutamente todo, sin elipsis. Como en Los puentes de Madison o Million Dollar Baby Eastwood vuelve a narrar la historia de una mujer que demuestra ser la más fuerte en un mundo de hombres, al tiempo que van apareciendo en el relato los infiernos infantiles de Un mundo perfecto o Mystic River, si bien el drama que sufren los niños de El intercambio es, si cabe, mucho más terrible. Con todo, a pesar de (o precisamente por) ese excesivo metraje, Eastwood consigue escuchar a todos sus personajes, dando a cada uno algún momento de dignidad en el que consiguen dar a entender sus motivaciones, hasta el punto de que el personaje presumiblemente más cruel de todos es en un momento dado el que mejor entiende a la protagonista, por haber sufrido como ella el maltrato por parte de las instituciones y de los medios de comunicación. Hay también algo del Fritz Lang de M, el vampiro de Düsseldorf en la manera en la que Eastwood juzga los transtornos del asesino de niños, pero se diferencia de aquél en que después no arremete contra un grupo social concreto. De hecho, evitando los tópicos progresistas más al uso, la iglesia presbiteriana encabezada por el Reverendo Briegleb (John Malkovich) es la primera en ayudar a la desvalida Christine Collins (Angelina Jolie), mientras que las instituciones hacen aquí de inquisición, de forma que el Doctor Jonathan Steele (Denis O'Hare), quien encabeza el hospital psiquiátrico para mujeres donde es enviada Christine, entiende como infalible el "Código 12" por el cual la policía encierra a las mujeres a su centro.

Pero, como decimos, todos ellos tienen tiempo de defender su inocencia, ya que El intercambio no es un discurso contra un concepto concreto, sino contra uno abstracto: el miedo, entendiéndolo no como mecanismo de defensa del ser humano sino como arma de represión por parte del poder establecido. Sabemos que, tanto en dictaduras como en democracias (y ejemplos recientes no faltan), el miedo es utilizado por los mandatarios para mantener el orden y/o la sumisión del pueblo, pero El intercambio demuestra que el miedo mantiene inalterado un estado de las cosas, sí, pero éste no es necesariamente el más acertado, y que en esa impasibilidad hay dramáticos efectos colaterales. Desde que escuchamos a Christine contar al pequeño Walter (Gattlin Griffith) cómo su padre los dejó solos por no ser lo suficientemente valiente, el miedo es un sentimiento que aparece a lo largo de todo el relato. Es lo que estremece a un detective que escucha la terrible historia de un niño (haciendo que su cigarro se consuma sin dar ninguna calada) o a dos mujeres que presencian la agonía de un ahorcado (y cuyas manos se juntan involuntariamente en un plano tan hermoso como el anterior), pero también es lo que hace que ese mismo niño se vea obligado a participar en crímenes horribles, que otro niño permanezca desaparecido durante años o que el asesino tema ir al infierno y no ayude a Christine antes de ser ejecutado. No en vano, en las últimas palabras que escuchamos del pequeño Walter, ya advierte a su madre de que no teme a nada, ni siquiera a la oscuridad. Es la declaración de intenciones del que, como su madre, será uno de los héroes anónimos de un sistema envenenado por la cobardía.

'Changeling' - Clint Eastwood - 2008 [ficha técnica]
... leer más