domingo, 17 de agosto de 2008

WALL·E

En el último número de Cosas de cine, Diego Salgado elabora un interesante análisis de Cars a partir de la premisa de que la animación por ordenador lleva mucho tiempo demostrando tener unas capacidades expresivas ilimitadas y concluye que si aquella película (como casi cualquier film de animación) respetaba las estructuras clásicas narrativas era porque "el público precisa de ciertas convenciones visuales que le permitan asumir sin sobresaltos mundos que no son el nuestro, pero que terminarán por indiferenciarse de él en su textura". Este interesante corolario explicaría por qué las dos películas de los estudios Pixar dirigidas por Brad Bird no estén (sobre todo en el caso de la aburrida Ratatouille) a la altura de las conducidas por John Lasseter o Pete Docter para este mismo estudio, ya que son las dos únicas historias donde los humanos sostienen gran parte del protagonismo. Obviamente, el interés por la técnica digital es mucho mayor cuando se utiliza para hacer creíble algo que no es real. En una historia con seres humanos se pierde este poder de fascinación, y su lugar lo ocupa una aburrida sensación de seriedad. Lo más llamativo de la manera en la que los mejores films de Pixar describen estos mundos no es la apabullante capacidad de los técnicos del estudio en lo que a animación tridimensional se refiere (que también) sino la pasmosa habilidad de sus directores para describir cinematográficamente estos mundos con el mínimo de medios narrativos posible. Basta con repasar los primeros compases de WALL·E para apreciar la enorme información que obtenemos a partir de poquísimos planos (y de una puesta en escena elaborada a partir de caprichosos encuadres que simulan emplazamientos, travellings y teleobjetivos con un realismo impecable), lo cual es más llamativo si se tiene en cuenta que el film de Andrew Stanton carece de diálogos en casi todo su metraje, cualidad que hace que el realizador haya llevado más allá la proeza que sus compañeros han conseguido año tras año: WALL·E ya no es sólo superior cinematográficamente a casi todo el cine comercial con el que compite en cartelera, sino que puede rivalizar con cualquier director allí donde llegue el cine narrativo. Obsérvese que recientemente sólo directores como Paul Thomas Anderson o Joel Coen han sido capaces de contar una historia a partir de un largo segmento donde los protagonistas apenas pronunciaban una palabra y sabremos de qué estamos hablando. De hecho, las maneras de la cinta de Stanton la emparejan con directores mucho más alejados geográficamente, como el alemán Veit Helmer, el surcoreano Kim Ki-Duk o el israelí Elia Suleiman, directores que han reivindicado en películas tan diferentes como Tuvalu, Hierro 3 o Intervención Divina un cine principalmente visual, no apoyado en el sonido más de lo estrictamente necesario. WALL·E no tiene nada que envidiar a estas películas en su evocación de aquellos directores clásicos que siguieron añorando el cine silente aún décadas después de haber aparecido el sonido en los aparatos de proyección. Las imágenes del protagonista irrumpiendo en la nave espacial Axiom, una gigantesca plataforma completamente automatizada, es casi una revisitación del cine de Jacques Tati, si bien el robot de Pixar no es un Monsieur Hulot sobrepasado por la domótica, sino un asombrado espectador de una aterradora sociedad perfecta que podría haber soñado Aldous Huxley, cuyos ciudadanos son dirigidos por una multinacional llamada BnL, que ha terminado controlando todos los mercados.

No obstante, hay que lamentar, una vez más, que la última maravilla del estudio de John Lasseter no esté teniendo la suficiente consideración basándose en términos estrictamente artísticos, ya que, como viene siendo habitual, la atención generalizada se focaliza en cuestiones extracinematográficas. En este caso, el tema de conversación ya no gira sólo en torno a sus virtudes tecnológicas, o a su copiosa rentabilidad en taquilla. Además de estos tópicos, WALL·E ha levantado un encendido debate de carácter político, no siempre justificado, que corre el peligro de empañar sus virtudes narrativas. Admitamos que la historia encubre una suerte de panfleto contra el consumismo, en tanto que culpa a ello de la devastación del planeta y de la deshumanización de unos individuos con obesidad mórbida, pero no dejemos pasar la trama principal del relato, la historia de amor artificial entre los robots protagonistas, cuyo mensaje ante todo es un canto al contacto físico, algo que ya no va tanto contra el capitalismo como contra las consecuencias de la excesiva dependencia tecnológica en la que viven los humanos del film (y nosotros), haciéndolos más mecánicos que las propias máquinas. En ese sentido, es especialmente destacable la secuencia en la que el oficial al mando de Axiom utiliza sus propias piernas para desplazarse, momento en el que suena la célebre pieza de Así habló Zaratustra que tan popular hizo Kubrick: en el particular 2001 descrito por Stanton el descubrimiento ya no es el del hueso que se utiliza como arma por una tribu de simiescos antepasados del hombre, ni el de la vida extraterrestre en la era espacial, sino el de las propias facultades naturales por parte de unos seres humanos que ya no se reconocen a sí mismos. Por otro lado, es un punto rebuscado acusar al protagonista (como se ha hecho) de apoyar la piratería por grabar en VHS un fragmento de Hello Dolly, o ver una representación gráfica del comunismo en el color de los uniformes de los ciudadanos de Axiom (dos de ellos empiezan a descubrir el mundo después de que WALL·E los "desconecte" accidentalmente de sus pantallas, un instante antes de que una gran computadora central ordene a todos ellos que vistan de azul, por lo cual los "buenos" permanecerán vestidos de rojo). Tampoco es justo acusar al film de hipócrita por denunciar un mundo en el que la multinacional Disney se mueve como pez en el agua (entre otras cosas gracias a los millonarios beneficios que le proporcionan películas como ésta), ya que el film se defiende de esta acusación con un argumento que muy pocos espectadores habrán llegado a apreciar, ya que tiene lugar una vez finalizados los títulos de crédito (que muestran un excelente epílogo en su forma de describir una nueva civilización en la que los robots enseñan a los humanos a estar vivos), cuando vemos la clásica postal del castillo de Disney que cierra todas sus producciones, seguida del logo de BnL, como si fuera ésta y no Disney la responsable última del proyecto: una manera muy sutil de alertarnos de que el mal hay que empezar a buscarlo en uno mismo.

'WALL·E' - Andrew Stanton - 2008 [ficha técnica]

5 comentarios:

  1. 'WALL·E ha levantado un encendido debate de carácter político, no siempre justificado, que corre el peligro de empañar sus virtudes narrativas'
    estoy deacuerdo contigo en casi todo lo que dices un tu critica, solo discrepo (como supondras) en que no creo que empañe sus virtudes su mensaje politico, sino que las aumenta, yo no creo que sea un panfleto politico anticapitalismo-comsumismo, sino que es tan evidente el daño que esta haciendo al medio ambiente y al ser humano este sistema, que hasta pixar-disney se ha unido al discurso.

    podriamos debatir sobre si esta postura es la politicamente correcta hoy en dia y sobre que sea una compañia como disney la que denuncie esto sea etico, pero eso es otro asunto.
    lo que esta claro que aparte de las undudables virtudes tecnicas y artisticas la peli tiene un mensaje , y guste mas o guste menos , lo dice bien clarito.

    si me llegan a decir hace 10 años que una peli de disney seria casi muda y que tendria una tematica de politica-denuncia, me hubiera reido en su cara, pero los tiempos estan cambiando.

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  2. En líneas generales estoy de acuerdo con la crítica. Yo añadiría que WALL- E tiene unos primeros cuarenta o cuarenta y cinco minutos que pueden ser considerados como una obra maestra y el resto de la película, aunque de una enorme calidad, resulta excesivamente reiterativa. Por supuesto los logros artísticos y narrativos de la película están muy vinculados a la idea que sostiene todo el metraje: una dura crítica dirigida a todos nosotros y al sistema autodestructivo en el que se ha convertido la globalización. WALL-E es una cinta ecologista y que fomenta el pensamiento crítico, pero no olvidemos de dónde procede: del mismísimo Hollywood, ese inmenso negocio especializado en crear mentiras edulcoradas. En unos tiempos en los que el capitalismo de rapiña es cada vez más ingenioso, habría que sospechar sobre la transparencia y honestidad de los que cuentan la historia, vaya a ser que de nuevo se nos de gato por liebre y nos cuelen otra "verdad incómoda" como la que el patético Al Gore nos propuso hace unos años, pero esta vez para toda la familia al completo.

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  3. Jose Carlos, ante el dilema planteado por el hecho de que una compañía como Disney haga determinadas denuncias, la película ofrece una respuesta, y es el logo de BnL al final de los títulos de crédito. Es como una burla al sistema desde dentro, similar a lo que hacían Berlanga y Bardem con la censura española.

    Manuel, lo de decir que la primera mitad está mejor que la segunda se está convirtiendo en un tópico, para mi sorpresa: yo ni siquiera percibí que hubiera dos mitades mientras veía la película.

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  4. Hi Manuel,
    The character of WALL·E was cute and the scene of future Earth was impressive to me. But I couldn't enjoy the movie deeply. Maybe because it was a story of metallic machines, even though they act like humans.

    ** I sent you a mail yesterday, to visit you next week (11 or 12 Sep). But maybe you coundn't read it. Can you tell me your another account (ex, gmail account) or phone number? (My gmail account is 'yiaong'.)

    Yours,
    Jihoon/Ernesto

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  5. Si eres fan de Disney y buscas coleccionar artículos de sus películas, dirigirte a una tienda friki en Canarias es un viaje mágico. Encuentra tesoros que avivan tu pasión por la animación.

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