El cine de autor que se aplaude, se premia y es rentable rara vez ataca directamente a su público objetivo. Películas como Babel intentan denunciar un mal como la globalización, pero terminan haciendo que los occidentales se sientan orgullosos al pensar cómo funcionaría el mundo si no fuera por ellos, una forma de pensar que seguramente esté en el origen de la globalización misma. Ésta es una de las razones por las que el cine independiente americano tiene últimamente tan buena acogida en Europa, y que películas como Little Miss Sunshine se hagan tan populares, basta con dejar claro que lo que se denuncia es la manera que tienen los estadounidenses de castigar a los perdedores: en Europa, claro, no somos tan injustos (!). Ante semejante forma de entender el mercado, es normal que a films como La vida de los otros les falte un mínimo de autocrítica, y se contenten con dar una descripción dantesca de unos tiempos que ya pasaron, sin insinuar siquiera que muchos de los males supuestamente erradicados (como el control total del individuo por parte del estado) siguen presentes en las sociedades del bienestar. También puede que fuera la causa de que un título como 4 meses, 3 semanas, 2 días ganara la Palma de Oro en el pasado festival de Cannes por el mero hecho de ser más atrevido de lo normal, aunque no le falten otras razones para ser valorado. El segundo largometraje de Cristian Mungiu utiliza el contexto de la Rumania de Ceaucescu como mero escenario, sin recrearse en la crueldad del régimen, para así dejar abiertas las relaciones entre el ámbito de los protagonistas y el de los espectadores. De hecho, el drama que viven sus personajes podía haberse dado en muchas democracias de los años ochenta, e incluso en las actuales, donde no faltan quienes pidan al mismo tiempo la pena de muerte y la prohibición del aborto.
Alguno de los movimientos de cámara del film parece rescatado directamente de los últimos trabajos de Gus van Sant, para el que el travelling que persigue a un personaje a lo largo de un escenario (algo que parece extraído de algunos videojuegos) se ha convertido en marca de la casa. La referencia corresponde, sin embargo, a razones superficiales. Mungiu es un virtuoso de los planos secuencia y un enamorado de los decorados naturales, de ahí las dificultades de Oleg Mutu para fotografiar sus complicados trayectos a través de estancias con iluminación natural a veces inexistente. Dado que uno no se acerca a una obra artística para ver dónde pone su artífice el punto de vista (la cámara) sino para preguntarse por qué lo ha puesto allí, descubrimos que las pretensiones del realizador rumano son muy cercanas al cine de Michael Haneke, alguien mucho más atrevido que nunca ha vacilado a la hora de criticar severamente a su público, utilizando para ello un lenguaje muy peculiar. Suele decirse que, en películas como Funny games, Los tiempos del lobo o Caché, el director austriaco violenta al espectador sin mostrar una gota de sangre. En realidad en todas estas películas sí que hay algunos segundos de violencia filmada, lo que ocurre es que Haneke oculta las imágenes más desagradables para producir un impacto mayor que si las mostrase, de manera que cuando su cámara se fija en la violencia física ésta pasa casi desapercibida. Algo parecido ocurre con Mungiu, siendo una idea generalizada que, tras visionar 4 meses, 3 semanas, 2 días, no se entienda por qué en medio de un montaje suavizado continuamente por la elipsis y el fuera de campo su director no nos ahorra el (ya célebre) plano del pequeño cadáver en el baño del hotel, cuando lo cierto es que el film nos ha ido dejando momentos igualmente viscerales, gracias a la formidable interpretación de sus actores y la calculada puesta en escena de Mungiu.
El clima grisáceo y frío en el que habitan los personajes es el causante del tono desolador que desprenden las imágenes del film, y no así, como decimos, el contexto político del relato, ya que el guión no hace referencias demasiado explícitas a la situación política del país, y las dificultades que sus protagonistas van encontrando se deben principalmente a la apatía de sus compatriotas, como demuestra el carácter machista de los entornos familiares de los personajes, o el gesto déspota con el que los revisores del autobús o los recepcionistas del hotel tratan a sus clientes, rasgos de una comunidad que, sospechamos, no debieron de cambiar durante el periodo de transición que posteriormente vivió el país. Esta ausencia de filtros políticos constituye el principal atractivo del film y se hace más notoria en la ambigüedad moral con la que la narración va juzgando a sus protagonistas. Al principio, los sigue con un peculiar distanciamiento, de manera que no sabemos hasta bien avanzado el metraje cuáles son sus oscuros planes. En la secuencia en la que las jóvenes negocian con su cómplice, contada con una aterradora frialdad, que concluye en el momento de la vejación de ambas fuera de campo, parece haber compasión por las chicas por el enorme precio que tienen que pagar por hacer uso de unos derechos que el estado les niega, si bien esta sensación de benevolencia desaparece en el momento en que Otilia (Anamaria Marinca) recrimina cruelmente a Gabita (Laura Vasiliu) por la manera ingenua en la que planeó los hechos. Esto deja paso al segmento final del film donde, una vez llevado a cabo el delito, las mujeres actúan marcadas de por vida por la humillación que han sufrido, pero también inmersas en una extraña sensación de arrepentimiento, debida a la gravedad de su falta, constatada en la famosa imagen del cadáver. El hecho de que el director no nos ahorre esta imagen hace que quede en manos del espectador la tarea el juzgar la gravedad del delito, como parece querernos decir Otilia cuando, en los últimos fotogramas, mira directamente a la cámara. Por cierto, otro de los recursos lingüísticos de Michael Haneke.
'4 luni, 3 saptamani si 2 zile' - Cristian Mungiu - 2007 [ficha técnica]
martes, 5 de febrero de 2008
4 meses, 3 semanas, 2 días
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estoy totalmente contigo sobre el cine de autor que esta de moda ahora, que es el que denuncia lo mal que estaban antes en esos paises y lo bien que estan ahora, cuando ahora es mucho peor.
ResponderEliminaren esta peli denuncia a la Rumania comunista de Ceaucescu , seguro que lo pasaron muy mal pero es hoy en dia cuando emigran como ratas pq se mueren de hambre, asi que el capitalismo actual sera peor digo yo.
esta claro que el cine politicamente correcto esta de moda, y solo mirar quienes han ganado las ultimas palmas de oro en cannes lo demuestra.
Yo sí que estoy de acuerdo con esta Palma de Oro, a mi parecer, a años luz por delante de premios de otras ediciones. Sin ir más lejos, el despropósito del año anterior: premio gordo para El viento que agita la cebada, en un año en el que competían, entre otras, Fast Food Nation, Los climas, Luces al atardecer o Juventud en marcha. Lamentable.
ResponderEliminarLos rumanos que están emigrando por toda Europa no pertenecen a las clases acomodadas de Rumanía, sino a etnias que siempre han estado muy marginadas. No sé si pensar que antes de la llegada del capitalismo vivían mucho mejor, puede que también lo pasaran mal, pero no lo tuvieran tan fácil para abandonar el país.
Un saludo.
para mi no ha sido la mejor este año en cannes, pero si se puede enmarcar en este nuevo cine denuncia politicamente correcto tan de moda en los circulos criticos actuales.
ResponderEliminarte recuerdo la palma de otro año, fahrenheit 9/11, sin comentarios.
sobre Rumania, yo no se si antes vivian mejor o no, pero lo que te puedo asegurar que hoy en dia unos pocos viven muchisimo mejor y una mayoria muchisimo peor, son los daños colaterales del capitalismo, pero bueno este blog es para hablar de cine y no de politica, aunque tengan mas que ver de lo que la mayoria de la gente cree.
p.d:cierto es que es un poco demagogo utilizar a los gitanos rumanos para reflejar los problemas del capitalismo.