El oportunista título en español de A prairie home companion puede hacernos creer que el recientemente fallecido Robert Altman concibió el film anunciando su retirada, o presagiando su propia desaparación. No fue así, aunque en el film se deja leer entre líneas la que podría ser la postura de Altman en su despedida. Casi toda la historia se desarrolla durante la última emisión en directo de un viejo pero desconocido programa de radio, que tiene lugar en un teatro donde parece que se haya detenido el tiempo, y cuyo solar ha sido comprado por un inversor que pretende construir unos aparcamientos. En el fondo del relato está, pues, el consabido efecto del progreso sobre los míticos templos culturales que tantas veces hemos denunciado, cada vez que se cierra una sala de cine en el centro de una ciudad para abrir un multisalas en un área comercial de la periferia, o cada vez que el edificio de un antiguo teatro es adquirido por una cadena de supermercados. Sin embargo, Altman parece no llorar demasiado en su última función, como el personaje de G.K. (Garrison Keillor, también guionista) no cree que haya que dar demasiada importancia a la muerte, o piensa que en el último show no es necesario montar aparatosas despedidas, se limita a hacerlo como siempre y pasarlo lo mejor posible. Más aún, Keillor y Altman cierran su historia casi ridiculizando a sus personajes, cuando vemos que Lola Johnson (Lindsay Lohan) ha abandonado la tradición cantante de su madre (Meryl Streep) y su tía (Lily Tomlin) para convertirse en alguien importante en una empresa tecnológica, dejando a sus mayores como dinosaurios que planean giras y no han entendido que los tiempos han cambiado, y que sólo están dejando pasar las horas hasta que el ángel de la muerte se dirija también hacia ellos.
En el fondo, A prairie home companion, es un film un tanto inclasificable, no es una comedia musical al uso, pero sí es un relato muy cómico y con mucha música, casi íntegramente construido sobre la sucesión de canciones folk que tienen lugar en un escenario y las divertidas situaciones que se desarrollan entre bastidores. La historia es deliberadamente humorística aunque la trama podía haber dado para un relato mucho más turbio si, como decimos, Altman hubiera pensado que las cosas eran más graves. De hecho, no es un relato de cine negro pero esto sí que se apunta como una especie de broma al principio: el relato arranca con la voz en off del clásico detective arruinado (Kevin Kline) llamado Guy Noir (!) quien, sobre un fondo de jazz muy hermoso, nos presenta lo que podría haber sido el enésimo homenaje al género. La gracia está en la excasa aptitud que revelará el detective, quien se presenta como Philip Marlowe para pasar a ser al poco rato una especie de Jacques Clouseau y dar lugar a alguna de las escenas más divertidas de la película. Pese a ser un film muy dialogado, el humor no proviene del todo de lo que dicen sus personajes, y en este sentido hay que destacar lo diferente que es este film de las películas de otro tahur de las comedias cuya realización y dirección de actores recuerda bastante a Altman, Woody Allen: éste basa buena parte de su talento en el ingenio (o ingenuidad) de tal o cual personaje, que cobra protagonismo durante un instante, mientras que Altman solía ofrecer relatos corales hasta el último extremo, donde difícilmente ninguno de sus personajes destacaba sobre el resto, ni siquiera en momentos concretos. Con Altman hemos perdido a un maestro de esta manera tan plural de hacer cine, algo que, por otro lado, también ha intentado recientemente gente de la talla de Paul Thomas Anderson (Magnolia), con el oficio de Steven Soderbergh (Traffic) o con el talento para los guiones de Paul Haggis (Crash). Pero no es lo mismo.
'A prairie home companion' - Robert Altman - 2006 [ficha técnica]
jueves, 5 de abril de 2007
El último show
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