sábado, 10 de febrero de 2007

El truco final (El prestigio)

The prestige es un ejemplo más de cierta tendencia en el cine comercial reciente, ése que ha intentado separarse, por fin, de la corriente adrenalínica ochentera, y ofrece un trato con el público presumíblemente más inteligente pero, no nos engañemos, en ocasiones igual de formulario. Me refiero a todas esas películas (y en esto el título en castellano de The prestige no hace sino afianzar esta apreciación) que se basan en un giro final, no como en un whodunit de Agatha Christie, sino de manera más radical, poniendo patas arriba todo el relato al descubrir, por ejemplo, que una o más partes de la narración eran ensoñaciones de algún personaje o, más aún, que el propio personaje no existía o estaba muerto. La tendencia no puede estar más extendida, pues se ha aplicado en películas de géneros tan dispares como el de gangsters (Sospechos habituales), el fantástico (Los otros), el de ciencia ficción (Fantasmas de Marte) o el thriller (Memento, debut del propio Christopher Nolan). La trampa de alguno de estos films (no necesariamente los que he citado) suele consistir en un ejercicio de infidelidad con el espectador: el relato puede revelar incongruencias, de manera que al final sí se consigue engañar al público pero a costa de que no encajen algunas piezas. El primer punto a favor de The prestige es precisamente su lealtad en ese sentido: no sólo no da un testimonio falseado sino que no pone reparos en ir revelando pistas, sin miedo a resultar esclarecedor con excesivo anticipo, como ocurre, por ejemplo, en la secuencia en la que un niño descubre, durante la representación de un truco, que el mago debe matar a un pájaro para hacerlo desaparecer (y después mostrar a "su hermano"), o como ocurre con Fallon, un personaje demasiado misterioso como para que no sospechemos de él como alguien relevante en la explicación final.

El principal interés de la última película de Christopher Nolan lo encontramos en cómo revela esas pistas, no mediante elementos de discutible obviedad, sino a partir de las motivaciones de sus dos personajes principales, Robert Angier (Hugh Jackman) y Alfred Borden (Christian Bale), dos magos enfrentados desde el momento en el que uno de ellos provoca accidentalmente la muerte de la mujer del otro durante la representación de un número de magia. A partir de aquí, las carreras de ambos magos se separarán, compartiendo ambos la idea de ser mejor mago que su adversario, aunque sus inquietudes serán muy diferentes: en esta competición, a Angier le obsesiona la fama y el éxito, de ahí su decepción cuando, al realizar un truco de teletransportación, permanece encerrado bajo un falso suelo mientras un doble de sí mismo queda expuesto a la ovación del público, lo cual lo llevará a adoptar soluciones fatales, a "ensuciarse las manos" (la forma en la que Angier conseguirá superar el arte de su rival es verdaderamente macabra) que definen tanto su absoluto desprecio por el objeto que desaparece en el truco como su fijación por ser el doble que recibe los aplausos. Por su parte, a Borden lo que le obsesiona es la magia en sí, de ahí su admiración por el mago Chung Ling Soo (al parecer, un personaje real), cuyo secreto estaba en hacer el truco también fuera del escenario, sacrificando así toda su vida para dar credibilidad a un número de magia.

También es paradigmático, no ya del cine comercial americano actual, sino de toda una tradicción de narradores que, pese a quien pese, siempre han demostrado una hegemonía absoluta en el arte de contar historias, el apreciable ritmo con el que está recreada una trama de semejante alambicación, cuyo único bache significativo lo constituye su epílogo: el artificio llega a tales niveles de misterio, que Christopher Nolan no encuentra una forma adecuada de resolverlo, y tiene que hacer que sean los propios personajes quienes provean al espectador de una (necesaria) explicación, en un estilo demasiado directo. Supone este desafortunado broche el punto débil en un producto cinematográfico cuyas principales virtudes provienen también de su inteligente construcción, pero no tanto de su funcional puesta escena ni, sobre todo, de las habilidades de Nolan como director de actores. En la película, el duelo entre los intérpretes es ficticio pero nunca interpretativo: si Hugh Jackman no pasa de correcto, Christian Bale peca a menudo de un exceso de histrionismo, aunque peor parados salen un Michael Caine que se conforma con figurar y una Scarlett Johansson tan limitada como de costumbre. The prestige es, pues, obra de un cineasta con algo que aprender, pero también de un narrador con mucho que contar, como demuestran las ideas que aparecen en el tramo final, donde la película deja de ser una intriga de época victoriana para entrar de lleno en el género fantástico. La fuerza de este hallazgo reside en saber cómo rescatar la fascinación decimonónica por ciencias hoy tan habituales como la electricidad, o de inventores como Nikola Tesla, que en su día fueron una auténtica leyenda. Esa capacidad de evocación es el auténtico truco final y el mayor logro del film.

'The Prestige' - Christopher Nolan - 2006 [ficha técnica]

3 comentarios:

  1. Querido guionista:
    En los años 80 jugaba en el Real Valladolid un jugador que se movía entre la genialidad y la mediocridad. La genialidad le llevó a fichar por el Barcelona, la mediocridad a estar sólo un año y pasar sin pena ni gloria. Me refiero a Onésimo.
    Onésimo cogía el balón, regateaba a todos los rivales que le salían al paso de manera cada vez más espectacular que la anterior y cuando llegaba delante del portero siempre elegía la peor opción de todas las posibles que había generado. El balón solía acabar en la grada y la afición tratando de quemar la adrenalina que la jugada les había generado de cualquier manera excepto cantando gol, normalmente gritanto ¡Chupóooon!
    Eso es su guión. Después de llevarlo más o menos bien, ir resolviendo la trama de manera (más o menos) creíble, llega al final y el tiro se le va a la grada.
    ¿Hay manera más fácil de resolver una trama que introduciendo un elemento fantástico sin venir a cuento?
    La película es una competición entre dos "artistas" que buscan ser mejor que su rival a base de sacrificio e ingenio. Todos los trucos tienen su explicación, pero llega un momento que, por lo que se ve, has quemado todos tus cartuchos y la única explicación que se te ocurre es una máquina absurda que vulnera todos los principios de la física y que no tiene ninguna credibilidad.
    Si la película fuera cómica ("Wild wild west"), o de ciencia ficción ("El sexto día") me lo puedo creer, pero si me has presentado la película como un espectáculo de magia en el que me siento espectador y en el que todo tiene explicación, dame una razonable. O incluso no me la des, pero no me tomes el pelo con una máquinita.
    ¡Chupóooon!

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    1. No lo podía haber dicho mejor, es exactamente lo mismo que pensé después de ver la película e, incluso, intenté pensar que la máquina en realidad no existía o no hacía lo que prometía pero nada, no ofrece esa lectura (o al menos yo no la veo). Fantástica metáfora con lo de Onésimo, sin duda el guionista ha chutado a la grada en el momento álgido de la jugada cuando podría haber sido un golazo.

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  2. Es un film que vale la pena. “El Truco Final” nos oferta una serie de actividades de extrema competición profesional con ánimo de venganza familiar y tono de misterio, por cierto me recuerda a “El Hipnotizador” la nueva serie de HBO, tiene temática similar. En fin, la película tiene una historia entretenida en primera instancia, con diálogos rimbombantes y conjeturas rebuscadas nuestro director ejecuta una obra en fragmentos estilo puzzle pero sin llegar a los extremos, con una cuidadosa fotografía, escenarios planeados con la delicadeza de un gran artífice, maquillaje certero y fidedigno, es obvio que toda la producción se esfuerza por sacar la obra a flote sin el desventajoso desinterés del arrebato, sino con la intención de delicadeza, suspense y tensión, para los amantes de la taquicardia cuya percepción inspecciona hasta al más mínimo detalle, el cual será crucial en la película. Las virtudes de la cinta son evidentes, el guión es una obra escapista/ilusionista con el simple propósito de engañar al espectador y hacerlo sentir diversas emociones; la dirección de actores es exquisita.

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