A pesar de los patinazos artísticos (que no comerciales) que Paul Verhoeven filmó en Hollywood, concretamente Showgirls y El hombre sin sombra, hay que saber reconocerle al director holandés su tarea como terrible renovador del cine comercial americano, habiendo aportado un conjunto de atractivos títulos cuyo interés es tanto mayor cuanto cronológicamente anterior, a saber, Robocop, Desafío total, Instinto básico y Starship Troopers. La presencia de Verhoeven en estos títulos no es accesoria, su mala uva está integrada en su obra de principio a fin. Sharon Stone se cruzaba de piernas sin ropa interior en el momento álgido de un guión que describía un mundo turbio, de personajes corruptos y despiadados, donde el bueno era un detective adicto a todo, cuyo currículum había conseguido mantener limpio gracias a su habilidad para burlar el detector de mentiras. Arnold Schwarzenegger utilizaba como escudo humano a un inocente que era despedazado a tiros por las fuerzas del orden, en medio de una lectura gamberra, divertida y fascinante (sobre todo en su primera mitad) de un relato de Philip K. Dick que, en el fondo, era tomado muy en serio. Sin embargo, los ejecutivos de las majors responsables de El libro negro, que han querido devolver a Verhoeven al cine europeo, han entendido que su misión en cada proyecto debe ser la aportación de esas pequeñas dosis de violencia extrema o erotismo desacomplejado, que del resto ya se encargarán ellos como dueños absolutos del proyecto (es significativo que los títulos de crédito los cierren los agradecimientos de los productores, los del director no figuran por ningún lado).
Verhoeven aparece en su última película en pequeñas dosis, está presente en las sucias escenas de desnudos o en la sangre de algunas ejecuciones, pero todo lo demás son escenas de acción de pulso nervioso, resueltas en planos muy cortos y sin ningún esfuerzo por resultar verosímiles (a excepción del asesinato de Van Gein o de la escena de la insulina y el chocolate). Asímismo, el guión descuida a menudo el dibujo de los personajes y sus motivaciones, cuando no crea contradicciones en sus actos, empezando por su personaje principal, Rachel (Carice van Houten) quien, después de haberse mostrado como una fría agente de la resistencia capaz de llegar hasta donde haga falta en sus labores de espionaje, se va de la lengua con increíble candidez cuando habla con su ¿amiga? Ronnie (Halina Reijn), mientras que esta última parece mostrarse del bando nazi cuando conoce la noticia, pero al final actúa de manera distinta, como si también estuviera implicada en la causa rebelde, algo que a los espectadores no nos queda claro. El tono edulcorado del relato también hace que esas subidas de adrenalina a cargo del director estén fuera de lugar, hay un momento en el que la protagonista es desnudada, golpeada y bañada con excrementos, donde el gesto del film abandona sus formas correctas para alcanzar niveles pasolinianos, pero no sólo son problemáticas secuencias como ésta: hay en la relación de Rachel con Müntze (Sebastian Koch) un extraño sabor a cuento de hadas, entre guapa-valiente y nazi-bueno, que no casa con los encuentros íntimos entre ambos, que tienen un punto de amor fatal debido, sobre todo, al buen hacer de los actores, algo que es notable en ella, cuya inexpresividad no consigue transmitir gran cosa en la mayoría de las secuencias restantes.
Y es que ése es el problema de El libro negro, no sólo su condición de superproducción europea donde atrezzo y vestuario lucen por la pantalla a modo de escaparate, sino el no haberse dado Verhoeven el gusto de impregnar de sí mismo todo el relato como hiciera en sus mejores películas americanas, y haberse limitado a hacer apariciones puntuales cuyo simbolismo podría haberse aprovechado con mayor fortuna en el resto de escenas. Véase, por ejemplo, como Rachel tiene que lavar sus pies en la taza de un water después de habérselos ensuciado al preparar la invasión de sus camaradas: después de la corrupción, sus armas de mujer (los zapatos de tacón) vuelven a estar listas, aunque para ello ha debido usar un medio aún más sucio. Una secuencia aún más llamativa es aquella en la que tiñe de rubio su vello púbico, filmada sin ningún tipo de distancia entre el espectador y el cuerpo desnudo de la mujer, ilustrando sin complejos el grado de vejación al que se ve sometido el personaje (también por lo chocante, hasta ahora todo había sido tan políticamente correcto como hemos dicho anteriormente), teniendo que negar su condición de judía hasta su naturaleza más íntima, aunque aquí será más revelador el hecho de que Hans Akkermans (Thom Hoffman) se avalance sobre ella cuando ésta termina su labor, satisfecho porque él "la poseerá primero", no sólo poniendo en evidencia que Rachel será la puta de todos, sino que todos son malvados, como se verá posteriormente. En conexión con esto, Rachel cerrará literalmente el ataud de su enemigo utilizando como atornillador un colgante con fotos de la familia que le han arrebatado los nazis, con el cual cierra una enorme cruz cristiana que permite respirar a quien se esconde dentro, ilustración muy directa de la venganza de la heroína en honor a la causa judía. Y desde aquí saltamos al epílogo, situado en el presente (toda la película es un flashback) en Israel, donde Rachel entra con su feliz familia en el enorme santuario que ha construído con el dinero de los judíos, y el fundido en negro final apenas nos deja ver que unos soldados entran a toda prisa para proteger la alhambrada en lo que parece un simulacro (¿o no?): el último aliento del film nos remite a la locura de nuestro mundo real, en el que los judíos han recuperado el poder económico pero no la paz. Como decimos, es una lástima que la mayor parte del film no llegue a tan alto nivel de connotación.
'Zwartboek' - Paul Verhoeven - 2006 [ficha técnica]
sábado, 3 de febrero de 2007
El libro negro
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Yo si que creo que es la obra maestra de Verhoeven. Y su huella si que esta en todo la película. Empezando por la descripción de personajes: la protagonista es una superviviente total; el heroe de la resistencia es una traidor miserable; el nazi no es tan malvado; y la resistencia aprovecha el fin de la ocupación para dar rienda suelta a sus instintos más bajos. ¿Puede haber una visión más desmitificadora que esta en algo tan dado al maniqueismo como la 2ª Guerra Mundial? El final es otra muestra de su huella, aunque yo lo interpreto distinto a tí, para mí esas alarmas marcan el inicio de la guerra de los seis días que inició la ocupación de Palestino. Verhoeven no deja a nadie como un heroe: los que hasta ese momento han sido perseguidos, a la mínima, se convierten en perseguidores...
ResponderEliminarY por supuesto los detalles de puesta en escena son 100% Verhoeven.
Y no me alargo más que si no se me acaban las ideas para cuando escriba la entrada...
Saludos
Gracias por el comentario, se contagia bastante tu pasión por esta película. Continuaremos el debate en tu entrada.
EliminarUn saludo.