La etiqueta de director neoclásico, si entendemos por esto un realizador que gusta de ritmos contemplativos conservadores para narrar historias muy acordes a los tiempos que corren, no puede aplicarse a M. Night Shyamalan en La joven del agua con el mismo acierto con el que se le atribuía en sus anteriores trabajos. Véanse cuáles son los elementos más destacables de este último film, desde un hermosísimo prólogo contado con unos dibujos en movimiento muy simples, hasta los abundantes efectos especiales que recrean monstruos fabulescos, pasando por la impresionante banda sonora de James Newton Howard, o las no tan afortunadas escenas de misterio construídas en torno al viejo truco del sobresalto. En definitiva, varias de las facetas típicas del espectáculo, para nada presentes en lo que yo llamaría un estilo conservador, si bien el film se rellena con la característica planificación y puesta en escena del realizador indio, creando siempre la atmósfera adecuada, pero careciendo de alguna de las virtudes que hicieron tan interesantes sus trabajos anteriores. Parece como si Shyamalan se hubiera contagiado de la ingenuidad de muchos de los personajes del relato, lo cual le hace descuidar algunos aspectos muy básicos, empezando por una correcta definición de esos mismos personajes, algo que sólo resulta satisfactorio en el personaje de Cleveland Heep (Paul Giamatti), aunque con un ligero matiz: éste tiene un pasado dramático en el que perdió a su familia, algo que a estas alturas resulta un tópico al alcance de cualquier guionista.
La igenuidad de La joven del agua hace que su tono navegue entre lo infantil y lo cómico, aunque también tiene rasgos cómicos pero nada infantiles, sobre todo en cuanto al personaje de Harry Farber (Bob Balaban), un crítico de cine que será objetivo de un conjunto de burlas por parte de Shyamalan, que terminan en el momento en el que el pobre cronista se encuentra cara a cara con una feroz bestia, algo que sin duda debe ser una especie de sueño de cualquier director de cine fantástico comercial, deseoso de que las increíbles criaturas de sus películas descuarticen a los críticos que a menudo atacan su trabajo (ignoro si Shyamalan pensó en algún periodista concreto para escribir este momento). Otro personaje acusará al crítico de ser un arrogante por ir presumiendo de conocer las intenciones de los demás, y en otro momento Farber negará que un final en el que los personajes se besan bajo la lluvia simbolice la purificación y un nuevo comienzo (de lo que tampoco puedo adivinar si el director está enfadado con los críticos que miran sus películas de manera superficial, sin buscar segundas lecturas). Lo que subyace a todo esto es una reacción del director ante el negocio del espectáculo, ante los espectadores y la prensa especializada. En La joven del agua este factor es muy palpable en el personaje interpretado por él mismo, quien en su séptima película ha pasado de hacer modestos cameos a encarnar a alguien de capital importancia en la trama, Vick Ran, quien está trabajando en un libro que cambiará el mundo (!). Ese tono gamberro contra la crítica, unido a la figura del director dentro del film, me hacen dudar de si esto último es también una broma fácil, o es que Shyamalan ha empezado a creerse que él mismo es un genio al que nadie debe reprocharle nada.
'Lady in the Water' - M. Night Shyamalan - 2006 [ficha técnica]
martes, 19 de diciembre de 2006
La joven del agua
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