Los dos mejores momentos de Los fantasmas de Goya lo son gracias a la fuerza de los cuadros del pintor. Uno de ellos ocurre al final, después de ver cómo unos niños corren y cantan alrededor del cadáver de un ajusticiado por garrote vil, los títulos de crédito se presentan sobre una muestra de detalles de sus pinturas a la par que una estupenda música nos recuerda la vigencia de su genio. El otro se da en el prólogo, cuando unos monjes de rasgos españoles (muchos lo son, excepto el parisino Michael Lonsdale), examinan con mirada de asombro algunos de sus grabados. Esta escena, elegantemente filmada y montada, pierde su encanto en el momento en el que los monjes abren la boca: en Los fantasmas de Goya, los españoles hablan en inglés. No debería sorprenderme, la simplificación que ha hecho Hollywood de sus extranjeros siempre ha sido así de severa, generando polémicas que, para los estudios, nunca han sido un problema. Véase la ira que levantó Memorias de una Geisha entre unos cuantos historiadores japoneses tras ver cómo les habían colocado una protagonista china en la adaptación de la popular novela de Arthur Golden, mientras que el resto de ciudadanos nipones acudían sin rechistar a ver la película, a la vez que ésta gozaba de una sana distribución internacional por haber sido rodada integramente en inglés (no es el caso de "esta" España de Goya: murmullos, gritos y toda voz que no sea importante para la trama es emitida en Castellano). En cualquier caso, Los fantasmas de Goya no es una producción norteamericana, pero sí está producida siguiendo ciertas reglas de los grandes estudios. De hecho, el propio Milos Forman sabe lo que es retratar una cultura extranjera en inglés y con actores americanos, ya lo hizo en Amadeus y todo fueron elogios, lógico: en Los fantasmas de Goya no hay, por ejemplo, un personaje con la fuerza de Antonio Salieri.
Con todo esto no quiero decir que Los fantasmas de Goya me haya parecido un completo desatino debido a que un extranjero no puede hablar adecuadamente de España, al contrario, pienso que a lo mejor necesitamos ayuda adicional en este momento en el que los directores españoles parece que no tienen mucho que contar, y no niego que un checoslovaco, con poco que se documente, pueda saber más que nosotros mismos sobre una época que nadie conoce de primera mano. En ese sentido, lo más irritante sería la visión turística que se hace de nuestro país: véase la "visita" que Milos Forman hace al Museo del Prado, echando un vistazo rápido a El jardín de las delicias, La familia de Carlos V y Las meninas, al estilo de una guía de Madrid para viajeros con prisas. Pero lo que a mí menos me ha gustado ha sido, como siempre, la excasa calidad cinematográfica del producto a todos los niveles, desde la estereotipada (cuando no inexistente) definición de sus personajes hasta la falta de rigor con la que éstos van evolucionando a lo largo de la trama, empujada por momentos de complacencia imposible, llegando a dar al espectador licencias como la de torturar a un inquisidor, o a dotar de belleza eterna a Natalie Portman, quien luce un resplandeciente rostro (estratégicamente ensuciado) después de haber pasado por el tribunal del Santo Oficio, o mientras se prostituye y se mezcla con lo peor de la plebe. Aún así, hay detalles que se llevan la palma, como las secuencias en las que franceses y mamelucos masacran al pueblo indefenso, puestas en escena y montadas con una torpeza atroz, o aquella en la que los soldados ingleses aparecen por primera vez: los franceses huyen abandonando un carruaje en el que transportaban a un grupo de prostitutas al que habían arrestado. Cualquier cineasta sin experiencia hubiera sabido extraer más fuerza de este momento, con sólo leer el terror en el rostro de estas mujeres ante un ejército de hombres que galopa hacia ellas.
'Goya's Ghosts' - Milos Forman - 2006 [ficha técnica]
viernes, 24 de noviembre de 2006
[Opinión] Los fantasmas de Goya
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