Tal vez la película con la que se empezó a tomar en serio a Richard Linklater fue Antes de amanecer, que obtuvo la fama gracias a aparecer en un momento de gran aceptación para el cine estadounidense producido al margen del Hollywood, en la época en la que pequeños productores hicieron un gran negocio gracias a modestos títulos como Pulp Fiction o Clerks. Lo sorprendente de aquella cinta de Linklater era que se ganó un puñado de seguidores en esos años dorados del cine "independiente" ofreciendo exactamente lo mismo que la más cara de las producciones de estudio: una narrativa clásica al servicio de una historia limpia de cualquier transgresión. Que conste que no tengo nada en contra de aquel notable trabajo de Linklater, pero sí de la forma en que productoras, distribuidoras y prensa cinematográfica etiquetan la forma en la que el público debe acercarse a las películas.
El sanbenito de director independiente ha sido colgado al (ya no tan) joven director tejano a lo largo de casi toda su carrera, volviéndose habitualmente en contra de las películas que ha ido realizando. Sin ir más lejos, pienso que en A Scanner Darkly podría haberse depositado la confianza con la que ha contado recientemente otro título de similar aspecto visual, Sin City, aún siendo el primero menos asimilable por el público, pues no creo que haya sido ésta la causa de la discreta distribución del film de Linklater comparada con la del de Robert Rodríguez, sino la inexplicable afiliación del primero a un club donde figuran nombres mucho más temidos por el sistema mayoritario, como Todd Solondz o Paul Thomas Anderson, cuando lo cierto es que A Scanner Darkly es, a mi juicio, una película sanamente comercializable.
Al margen de haber sido alumbrada por Warner Independent Pictures (Warner al fin y al cabo) , A Scanner Darkly es una película de compleja producción, que tiene mucho más de proyecto ambicioso que de producto arriesgado. Utilizando la misma técnica que en Waking Life (un film que no he visto), Richard Linklater opta por colorear con el estilo de un cómic imágenes previamente registradas en formato real. Si hay quien sostiene la teoría de que el cine de animación debería aprovechar sus virtudes para ofrecer algo narrativamente imposible en el cine con imágenes reales, Linklater se muestra en este film completamente contrario a éste aserto al haber concebido y realizado toda la preproducción de la película con actores de carne y hueso para después convertir este material en un largometraje de animación, siendo ésta otra de las razones por las que me parece un autor más ortodoxo de lo que dicen las apariencias (y la prensa). Este recurso, con el que se lo pasarían en grande directores como Tony Scott, tan aficionados a tunear cada plano a base de infinidad de filtros, creo que tiene en Linklater un sentido no tan estético como práctico, ya que hace posible incluir cualquier elemento de atrezzo o efecto especial sin necesidad de echar mano de un presupuesto holgado, si bien la narración del film está basada en la descripción de los personajes y no en los escenarios ni en la acción, hecho esto con valentía y sin temor a que los desquiciados diálogos de estos histriónicos drogadictos colmen la paciencia del espectador. Otra cosa distinta son los resultados lingüísticos de esta idea, al hacer aún más ambiguo y perturbador el material original, aunque también tiene un efecto negativo: servir como barrera sensorial entre el observador y el objeto filmado. Imágenes que en otro caso llevarían asociado un exceso violencia o de repugnancia, son aquí observadas por el espectador con excesiva frialdad por haber sido tratadas por ordenador.
Lo más interesante de esta película no está ni en sus etiquetas ni en sus ideas visuales, sino en su interesante material de partida, en la vigencia que los relatos y novelas de Philip K. Dick siguen teniendo por más que pasen las décadas. El protagonista de esta historia recuerda vagamente el momento en que decidió que debía romper con su vida de insípida perfección, en su casa con garage, junto a su mujer y sus dos hijas. Ahora, el hombre moderno está en medio de la peor de las crisis de identidad, ha sido traicionado por sus ideales de progreso, ha entregado su vida a la emancipación del mundo conservador, encontrando al final nuevas dependencias pero no una auténtica felicidad. El combate que las fuerzas de orden público hacen contra las drogas que controlan a ese individuo no sólo está perdido de antemano, sino que ni siquiera ha pretendido ser ganado. Hay en su distribución un negocio oculto, que beneficia a la organización encargada de reintegrar a los drogadictos, pero ésta posee impunidad para ser investigada, blindada por situarse al lado del mismo poder que la protege. Por no hablar de la supervigilancia del futuro, donde el estado es libre de filmar y escuchar cualquier aspecto de la vida de los ciudadanos, después de haber sembrado la extrema sospecha en la sociedad por el miedo al terrorismo, hasta llegar al límite de conseguir que el individuo dude de sus compañeros e incluso se investigue a sí mismo. Son algunas de las visionarias ideas que el genial escritor ha aportado a los más interesantes títulos de ciencia ficción del cine reciente, desde Blade Runner hasta Minority Report (no en vano, Linklater no tiene ningún complejo en cerrar el epílogo de esta historia con la firma del escritor).
'A Scanner Darkly' - Richard Linklater - 2006 [ficha técnica]
sábado, 28 de octubre de 2006
[Opinión] A Scanner Darkly (Una mirada en la oscuridad)
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