Al director de cine Werner Herzog no parece atraerle el documental tal y como se viene practicando desde hace unos años en los circuítos del cine de autor, donde los cineastas han vuelto al estilo silente de Flaherty, puramente cinematográfico, prescindiendo de la voz en off y de tantas otras marcas asociadas al Discovery Channel de turno. En Grizzly Man, Herzog utiliza un tono más de andar por casa, contándonos como fueron los últimos momentos de Timothy Treadwell mediante televisivas entrevistas a quienes le conocieron y la voz de un narrador omnisciente (el propio director). Sin embargo, en esta labor aprenderá que en el documental cinematográfico está la verdadera fuerza de su film, y cuando llega el momento de hacernos oir el audio que quedó registrado durante la agonía de Tim y su novia, prefiere recurrir a la sugerencia del cine: vemos la emocionada reacción de quien escucha la cinta, y a continuación se nos muestra la feroz lucha de dos machos de oso gris, haciéndonos imaginar lo que uno de estos ejemplares pudo haber hecho con el cuerpo de una chica joven.
No obstante, la voz en off supondrá el lado fallido de la película y traicionará su resultado final, pues muchas veces no existe correspondencia entre la imagen mostrada y lo que escuchamos en boca del director. En este sentido, llama especialmente la atención el final, donde se intenta justificar la vida de Treadwell con una frase lapidaria de apología a su causa, quizás por no herir la sensibilidad de las personas que lo conocieron y que colaboraron en el montaje final. Sin embargo, al resto de espectadores nos sonará a conclusión precipitada, pues durante todo el metraje se nos ha presentado a tan singular personaje como un niño de 40 años, egocéntrico y presumido, que se adentra en una naturaleza cuyas leyes de depredación no entiende, para defenderla de un enemigo que no existe (no aparece un sólo cazador furtivo en todo el film), desoyendo y desafiando a los verdaderos ecologistas, y que provocará su propia muerte, así como la de una joven que trató de ayudarle (sin estar del todo enamorada de él) y, de forma indirecta, la de un oso gris, el único animal en toda la historia que muere asesinado por un ser humano.
'Grizzly Man' - Werner Herzog - 2005 [ficha técnica]
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domingo, 27 de agosto de 2006
[Opinión] Grizzly Man
viernes, 18 de agosto de 2006
[Opinión] Hard candy
La carrera de cualquier joven aspirante a cineasta empieza en el cortometraje. Casi todos los cortometrajes poseen unas características comunes, que vienen dadas por una escasez de medios forzada, y porque casi siempre son historias con muchos trucos, buscando la sorpresa de algún ojeador. Tras rodar algunos cortometrajes, videoclips y spots, muchos son elegidos para rodar su primer largo. El problema se da cuando han adquirido tal experiencia en el corto que sólo saben hacer eso, y su ópera prima no es un largo, sino un cortometraje de larga duración. Es tan frecuente esta práctica que, al final, el cortometraje no se refiere a una duración sino a un género cinematográfico. Una película de este género se rueda con bajo presupuesto, muy pocos actores, economía de escenarios y una historia nada trascendental con muchos giros argumentales que (por desgracia) sólo da para 20 o 30 minutos, aunque el metraje será tan largo como ambiciosa sea la producción. De esto último depende en gran medida lo bien que funcione una película de este género, según sea su duración la acertada o no, se obtendrá una notable película como Reservoir dogs o Memento, o un film fácilmente olvidable como Pi o Cube.
Hard candy es un buen ejemplo de film "cortometraje" con una inadecuada duración. Ahora mismo sólo consigo recordar un momento del film, la larga escena de la castración, donde todo funciona bien, pero además el material escrito requiere exactamente la duración filmada en el montaje final. Hasta entonces, todo en la película no son más que vacíos, tiempos muertos y rellenos con el fin de alargar el metraje al estándar de los 100 minutos. Su director no se toma la molestia de elaborar una descripción interna de los dos únicos personajes, estos se limitan a declamar con algo de histrionismo sus defectos y aficiones, de manera que los rostros y los gestos de los actores no encajan con lo que al final se descubrirá de cada uno. Por esto, la película es una sucesión de engaños al espectador, de falta de respeto: el protagonista se encuentra mal y termina desmayándose ante lo cual la chica se muestra asustada, sin embargo luego se descubrirá que ella le ha puesto un sedante en la copa dentro de un plan perfectamente orquestado, el espectador verá qué ella se asustó para engañarlo a él. Después el protagonista utiliza armas psicológicas para que le desate, ella se echa a llorar y está a punto de liberarlo, para al final se ríe maliciosamente, resulta que estaba fingiendo, aunque el espectador se lo veía venir porque ya ha aprendido del engaño anterior, y toda esa secuencia no sirve ni para confundir.
Otro problema del sobredimensionamiento de un cortometraje es en qué momento ocurren las cosas. El protagonista puede morir perfectamente en la mitad de un corto, no pasa nada porque sólo quedan 10 minutos de película. Sin embargo, no se puede asesinar al protagonista en la mitad de un film de dos horas, porque no sería sostenible una hora de metraje sin el protagonista. Cuando un personaje corre hacia una ducha cuchillo en mano, lo más seguro es que la chica no esté allí, ella no puede morir tan pronto. Cierto que Hitchcock mató a su estrella en la ducha al principio de Psicosis, pero él podía permitirse cualquier cosa, no como el debutante David Slade, y al final el experimentado expectador pensará todas estas cosas más rápido de lo que él le puede mostrar, por mucho que confunda con extraños movimientos de cámara, planos desenfocados o música electrónica.
Al final de una película así, lo más probable es que no nos importe lo que les pasará a los personajes, porque no conocemos nada de ellos y lo poco que sabíamos era mentira. No digo que haya que desconfiar de este director, pero tampoco me parece justo poner en el cielo de los talentos a cada debutante que gana premios en el festival de Sundance. Puede que su siguiente película sea tan buena como Requiem por un sueño, o puede que se encasille en los cortometrajes, y se encargue de la siguiente secuela de Cube.
'Hard Candy' - David Slade - 2005 [ficha técnica]
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[Opinión] Vivre sa vie
Los artistas abstractos huyeron de la representación fiel de los objetos porque pensaron que así sortearían el sistema sensorial del espectador, llegando directamente a los sentimientos. La mayor parte de estos artistas tuvieron que despreciar de manera radical, ofensiva, los lenguajes establecidos, planteando una reinvención de estos lenguajes muy arriesgada porque los dejaba en un mal lugar desde el antiguo punto de vista técnico. Aquello supondría cargar con la mala fama del pintor que no sabe dibujar, y era el caso de Jean-Luc Godard, quien en su debut desafió tantas leyes del lenguaje cinematográfico que todavía hoy se pretende discutir su valía. En cualquier caso, la negación de la representación figurativa no es una ley del arte abstracto, ni mucho menos. Carl T. Dreyer defendía siempre la abstracción como el mejor aliado del artista en busca de un mensaje espiritual, sin embargo, todas sus obras maestras son de un realismo cegador.
Godard jamás pretende (por fortuna) igualar al director danés, aunque la maltratada protagonista de Vivre sa vie encuentra una razón a su existencia en las lágrimas de Maria Falconetti en La pasión de Juana de Arco, iniciandose así un diálogo hermoso entre ambos films: Nana se siente llamada por una vida de martirio en busca de la salvación, que será la muerte. Como Dreyer, Godard comprenderá que el desafío al lenguaje establecido en Al final de la escapada no es el único camino hacia la abstracción, hacia la espiritualidad, y plantea un film con momentos cinematográficamente pulcros, casi académicos, de un pintor abstracto que sí sabe dibujar. Serán doce episodios de cierta independencia (los doce cuadros que pronostica el título original), a menudo usados para delimitar ideas y estilos cinematográficos. En cada cuadro veremos que la joven será la misma, ingenua y optimista, pero su mundo se irá volviendo más hostil.
Siendo un film paradigmático de la nouvelle vague, Vivre sa vie también es una obra artística que habla del arte. Como en El retrato oval, el artista cinematográfico mata a su dócil musa en su afán de retratarla, de imitar su realidad. Es el propio cineasta, que pone falsa voz al único personaje en que Nana parece encontrar realmente un salvador, quien lee el relato de Poe. El autor tendrá tiempo para brindar la secuencia final a la cultura popular, de la que también es deudor, en su secuencia más característica. El momento sería de una tragedia atroz si años después fuera filmado por otro discípulo de Dreyer como Lars von Trier, pero en esta película no sólo es trágico, también tiene el tono gamberro de cualquier otro final de la escapada. Porque es Godard quien firma la obra, y es un artista.
'Vivre sa vie: Film en douze tableaux' - Jean-Luc Godard - 1962 [ficha técnica]
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lunes, 7 de agosto de 2006
[Opinión] Camino a Guantánamo
Para la carrera cinematográfica de Mat Whitecross, como para la de muchos otros novatos, es más importante el haber colaborado como técnico en una sucesión de films de alguien reconocido que el haber dirigido un cortometraje y tres videoclips. Porque estos videoclips no le han facilitado (al menos de manera directa) llegar a aparecer como co-director en Camino a Guantánamo. Este hecho, cuyas auténticas causas desconozco, quizás responda a un problema de logística: un director al frente de una película como Código 46 debe coordinar la labor de un enorme equipo de profesionales. Pero cuando ese mismo director se embarca en una modesta aventura como In this world tal vez sólo necesite la compañía de un puñado de técnicos, dentro del cual el trabajo individual puede ganar en importancia al del propio director, con lo que sería injusto no premiar al montador o al operador de cámara con un ascenso.
En aquella película se mostraba el peligroso viaje de dos jóvenes refugiados afganos que arriesgaban su vida para llegar a Inglaterra. El polifacético Winterbottom (que ha sido capaz en los últimos años de saltar del western a la ciencia ficción pasando por el porno), aplicaba el método del falso documental, dotando de un realismo bastante digno a las imágenes. En Camino a Guantánamo, Winterbottom y Whitecross repiten, en cierto modo, temática, estilo, estructura y credibilidad (debida sobre todo a unas impecables interpretaciones de actores, en su mayoría, no profesionales), lo cual invita a pensar que ambas películas son sólo las dos primeras partes de una serie que continuará en el futuro.
Camino a Guantánamo, como El proyecto de la Bruja de Blair, es en el fondo un film de terror rodado con pocos medios, en el que unos jóvenes inocentes emprenden una aventura que se convierte en una pesadilla. Reconozcamos que dentro del género hubiera funcionado a la perfección pero, como en In this world, el material de partida es bastante más serio que un cuento de brujas, y la historia necesita tiempo para denunciar a países y organizaciones, no sólo al Ejercito Americano que regenta la tristemente célebre prisión cubana, sino también a la Alianza del Norte, en cuyas manos perecen decenas de jóvenes detenidos, o a las inexistentes fronteras entre los países del tercer mundo que convierten a cualquiera en sospechoso.
El problema de los hechos ocurridos en la prisión de Guantánamo es que se trata de un tema demasiado de actualidad para resistir la tentación de situarse al lado de algún bando. Al principio del film vemos a George Bush y a Tony Blair hablando de colaboración internacional contra el terrorismo y cosas parecidas. Desde este momento ya no es posible el cuento de terror, ya no importa si el estilo es más o menos interesante, ni hay sitio para una visión limpia y objetiva de las cosas. Porque la película es, desde el principio, un ejemplo de partidismo. La mitad de los espectadores dirán que Winterbottom es muy valiente por atreverse a contar la verdad. La otra mitad alegará que no le importan las miles de victimas que perecieron en los atentados del 11 de septiembre. En ambos casos, se habrán conseguido las mismas reacciones políticas que las desencadenadas tras un debate televisado, a mi juicio, un efecto demasiado vulgar para una obra artística.
Los propios supervivientes de las vejaciones y torturas recibidas en Guantánamo reconocen tras la experiencia sufrida que ésta les ha servido para comprender que el mundo no es un buen lugar donde vivir. Lo paradójico es que Winterbottom y sus técnicos, que no estuvieron implicados en los acontecimientos, no adoptan una visión tan imparcial de los hechos. Una lástima.
'The Road to Guantanamo' - Michael Winterbottom, Mat Whitecross - 2006 [ficha técnica]
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martes, 1 de agosto de 2006
[Opinión] Superman returns
Superman Returns es una producción de 200 millones de dolares. Conviene echar mano de este dato cuanto antes a la hora de hablar de esta película para tratar de explicar por qué un proyecto a priori tan ilusionante llega a convertirse en algo tan previsible. Un inversor que se presenta con semejantes cifras en una empresa va a dejar bien claras algunas premisas que le facilitarán, al menos, recuperar la inversión. Para empezar, hay que dirigir el producto a un público ya "educado", pues se trata de un material vendido anteriormente con mucho éxito, obligando a dispersar elementos reconocibles a lo largo del metraje. Se ve así el guionista completamente privado de inventiva, teniendo que calcar secuencia a secuencia el Superman original. Se ve así Kevin Spacey haciendo de Gene Hackman que hace de Lex Luthor.
Por otro lado, el productor apostará por el estilo narrativo vigente para este tipo de mega-estrenos. Cambian los tiempos, y cada época tiene un modelo de producción probado y efectivo para evitar descalabros, y parece que la fórmula más apropiada en nuestros días es la de Peter Jackson: una inconmensurable ópera filmada en la que cada plano quiere ser más espectacular que el anterior, y dónde parece obligatorio alargar el final hasta el aburrimiento, llenándolo de música y lágrimas, hasta acercarse a la machada de los 180 minutos. Hay quien afirma que este Superman hubiera sido mucho más interesante de haberse planteado como un remake y no como una secuela. Valgan también para esto las maneras de Peter Jackson en su intragable King Kong: un remake cuyo único objetivo es inflar el modelo original sólo tomará de éste su lado más aburrido y pondrá fuegos artificiales donde antes había magia.
Finalmente, no se trata de una historia contada por una persona. Sería un producto de su director si se llamase George Lucas, Steven Spielberg, James Cameron o Tim Burton, pero Bryan Singer no tiene aún el poder de estos. Él obtuvo la fama gracias a una inteligente película de gangsters llamada Sospechosos habituales, lo cual lo colocó ante producciones más ambiciosas, como son las dos primeras partes de X-men, y de ahí pasó a ser uno de los directores a tener en cuenta a la hora de adaptar comics de superhéroes. De manera que, sin saber cómo, se encuentra con el trabajo de dirigir una historia marcada por sus anteriores adaptaciones y por su descomunal presupuesto, viéndose obligado a desaparecer por completo del resultado final, y figurar como mero coordinador de un esfuerzo colectivo. Dicho de otra forma, muy parecido hubiera sido este film de haber caído en manos de Gore Verbinski, Michael Bay, Roland Emmerich o Jan de Bont, aunque tal vez con algo menos de oficio, visto el currículum de los directores citados y reconociendo que Superman Returns posee un segmento cuyo interés se echa de menos en superproducciones similares: toda la larga secuencia en la que Lois se cuela en el yate de Luthor, que termina con los protagonistas a punto de morir ahogados, y cuyo climax se produce cuando se libra de su raptor con la ayuda de un piano.
'Superman Returns' - Bryan Singer - 2006 [ficha técnica]
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